Después de un día de viajar a tope (primero en autobús, luego en taxi, cercanías, avión y tren) llegué a Lyon por la noche. Mi hermana me esperaba en la estación del centro y el abrazote fue muy osuno, grandote y amoroso. Las ganas de llegar eran infinitas; llevaba desde por la mañana sin parar de moverme de un lado a otro y con algún que otro altercado made in Elena, galardonada con la medalla de El despiste. El vuelo salía de Barcelona, por lo que cogí temprano un autobús desde Zaragoza... y como soy tan happy de la vida al salir del bus se me olvidó recoger la maleta. Tal cual. Mi maleta se fue a otra estación bastante alejada y tuve que ir a por ella. Mirándolo por el lado bueno, vi Barcelona desde el taxi... y como iba con muchas horas de antelación no perdí el vuelo (menos mal), aunque confieso que en el instante en que me vi sin maleta casi me da un jamacuco y ya pensé que esa noche no dormía en Lyon
Una vez allí, todo fue muy bien. Hizo un calorazo impropio de mediados de octubre que contrastaba con lo otoñal que se veían todos los paisajes. El primer día mi hermana me enseñó los sitios y monumentos más turísticos de la ciudad; paseamos por el casco antiguo, subimos al monte donde se encuentra la Basílica Notre-Dame de Fourvière (maravillosa) y recorrimos todo el barrio "bohemio" en busca de murales y miradores.
El segundo día nos fuimos de picnic al Parc de la Tête dOr, un parque gigantesco donde hice la mayoría de las fotografías otoñales que se ven en el post. El parque tiene dentro un jardín botánico con muchísimos invernaderos que merece la pena visitar, además de animales como jirafas, ciervos, bisontes... ¡mola mucho!
Como solamente me lleve el objetivo de 50mm no hice demasiadas fotos de paisajes, me centré más en detalles y retratos que quedaron bastante cucosos, sobre todo los del parque, porque la luz era maravillosamente maravillosa
¿Me acompañas a dar un paseito por Lyon?
Au revoir