La cuestión es que cada cual, que haga lo que quiera. Si tuviera un blog de fitness o de moda, no me costaría nada hacerlo. Ya ves tú, haces un post en diez minutos, con un texto minúsculo de copiar-pegar, metes unos cinco links y hablas como si hacer deporte fuera lo mejor que existe en tu vida. Y encima cobras. Poco, pero cobras. Es un chollo. Y lo sabemos. Y es totalmente respetable.
Mi única pregunta es…
¿Por qué no hacen una pequeña criba, aunque sea?
Si me han mandado a mí este mail, es porque obviamente lo han mandado a cientos de blogs que consideran bastante visitados. Sé que es muy complicado pararte a mirarlos todos, a saber de qué van. Que, a fin de cuentas, una base de datos es una base de datos, y no hay más que rascar. Pero vamos…¿que hable yo de deportes? ¡Pero si tiro a correr para no perder el metro y me ahogo! Yo, que desde el instituto no hago mucho más que subir escaleras y estar de pie todo el día. Que he pisado una tienda de deportes una vez en unos cinco años, y fue para comprar unos patines. Y no me siento orgullosa de mi inactividad, os lo prometo, pero me considero vaga para estas cosas, vaya.
Así que, la verdad, es que no sé ni siquiera si voy a contestar. Supongo que ya tendrán “influencers” de sobra para hablar de lo guay que es su tienda multimarca. Y vuelvo a repetir: es tan respetable como un anuncio de la tele o como vender en una tienda de ropa a comisión, pero no seré yo quien lo haga.
De primeras, porque pensarías que se me ha ido la pinza más de lo que ya se me suele ir. De segundas, porque este blog NO está en venta, y si lo está, será bajo mis normas y mi criterio, y a base de libros (ojalá). Y por último, a mí es que lo de influencers me suena fatal.
Piénsalo un momento. Cuando a ti te hablan de “influencia”, ¿que adjetivo suelen utilizar primero? ¿Qué te viene antes a la cabeza? A mí, la verdad, es que lo primero que me llega es “mala”. Que también hay muchas “buenas influencias”, pero, ¿a que suena raro, o menos común? No sé. Influir en alguien, me huele a persuadir, a comer la cabeza, a vender la moto más grande del mundo. Y no quiero ser partícipe de ello, a no ser que no me quede otra opción en toda mi carrera como bloggera-escritora-redactora. Que aún así, creo que preferiría ser pobre.
Creo que antes que una “influencer”, prefiero ser, simplemente, una buena compañía.
¿Porque cuál es tu precio? Se ve que todos tenemos uno. Que nuestras palabras suben las acciones. Que cada causa tiene su efecto. Que, en el fondo, somos unos puñeteros anuncios de detergentes. Que a todos nos buscan por algo, ¿no? A unos les llaman de Infojobs porque son unas máquinas como contables, otros como comerciales, otros como lo que quieran ser. A otros, a base de mil y una patadas, les van abriendo puertas en aquello que aman hacer. Y a otros, nos llegan correos como el mío de ayer. Bah.
Ahora en serio. Mucha gente me pide opinión sobre sus blogs, y consejos sobre cómo llevar uno. Mi mayor consejo (sobre todo si tenéis un blog personal, obviamente) es el siguiente: Nunca os vendáis. Ni por todo el oro del mundo. Que nadie os haga creer que su ayuda es imprescindible para vuestro lanzamiento. Que nadie os caliente la cabeza de esa forma, por favor. Vuestro blog es la esencia más profunda de vosotros mismos elevada al cubo. ¿Qué vale eso? Espero que ahora mismo, por vuestras mentes esté pasando un cartel luminoso que rece: no tiene precio. Si no es así…creo que deberíais dedicaros a otro tipo de blogs, la verdad.
¿Por qué empezaste a escribir? Trata de dar con tu primera versión. Haz memoria. Y quédate con eso.
Porque una opinión no está en venta. El pensamiento de un consumidor no está en venta (que no seré yo quien vaya a cambiar la publicidad 2.0, claro). El razonamiento lógico no está en venta. Las emociones no están en venta.
Los sentimientos no están en venta.
No sé vosotros, pero yo creo que se piensan que somos tontos. Todos. Bloggeros, lectores, escritores y compradores (entre tantos otros). Y no somos tan lerdos. Vemos las cosas a kilómetros de distancia. Por mucho que vayan disfrazadas, huelen, se intuyen, se les ve el plumero.
El arte, la pluma de un escritor, el portátil de una soñadora, el guión de ese creador de magia que acaba en salas independientes, esas cartas que nunca se entregan, esos dibujos que se quedan a medias y esos libros que consigues en rastros a un euro, todo eso es lo que mueve el mundo. No moverán millones de euros, no meterán ideas consumistas en la cabeza, no darán para un sueldo. Pero mueven lo que cuenta, mueven a las personas a querer ser mejores personas, las animan a sentir, a aprender, a crecer. Les ponen una sonrisa o unas lágrimas necesarias en la cara. Les ayudan a superar o a entender.
Mueven miles de corazones.
Y eso, amigos míos de las grandes marcas, no se vende ni se compra.
Tomad nota.
Y no me llaméis influencer, please.
M.
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