Almendros y cormoranes
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Si no fuera porque el Duero es mucho río para que le acongoje un castillo cualquiera, parecería que cuando llega al enclave donde se recorta la silueta de la localidad vallisoletana de Castronuño, recula. Claro que ese giro de noventa grados, trazado como con cartabón a los pies del cerro de La Muela, también puede verse como un gracioso corte de mangas. Y aunque está claro que el derrotero de los ríos no se explica con metáforas de cuento, a la vista de la historia de esta localidad, estas dos suposiciones podrían encajarse perfectamente.
Panorámica del río Duero a su paso por Castronuño. Panorámica formada por ocho imágenes. Río Duero. Reserva natural Riberas de Castronuño-Vega del Duero. Localidad de Castronuño. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Es verdad que del castillo no queda ni rastro, pero hubo uno bien importante en lo alto del cerro mientras se dirimían a mandobles las fronteras de los reinos de Castilla y de León. Eso sucedía entre 1157 y 1230. Por esas fechas es cuando se empezó a cuajar una pequeña población en el entorno de la fortaleza que, también por aquellos años, se encontraba bajo la jurisdicción de la Orden Hospitalaria de San Juan. Tras la fusión de ambos reinos en uno solo, la Orden de San Juan comenzará una expansión económica y territorial que incluirá la explotación de determinados monopolios (como, por ejemplo, el de la molienda). El espectacular encinar de Cubillas, cuya densa mansa forestal se aprecia a la perfección desde lo alto de Castronuño y que albergó también un importante castillo, remonta sus orígenes a aquellos tiempos.
Pero si del castillo de Castronuño no queda ni una almena se debe a las artes (malas) de uno de sus alcaides, Pedro de Mendaña, que aparece retratado por los historiadores como un bandolero de mucho cuidado al que temían como la peste todas las localidades, grandes y pequeñas, en muchos kilómetros a la redonda. Su última bravata consistió en aliarse con el bando de La Beltraneja en la guerra de sucesión que enfrentó a los nobles castellanos, haciendo de su castillo una importante china en el zapato de los del bando de Isabel la Católica. Pero eso fue hasta que la balanza comenzó a inclinarse por estos últimos: viéndolas venir, el alcaide Mendaña prefirió cobrar por dejar el castillo a seguir pasando frío entre las almenas. Así que lo arregló con 7.000 florines de oro de Aragón y salió por pies hacia Portugal. Es entonces cuando los de Castronuño, hartos de estar siempre bajo las pedradas que apuntaban hacia el castillo, decidieron desmontarlo, no fuera a ser que apareciera otro canalla de igual catadura y volviera a empezar la historia.
Ermita del Cristo. Localidad de Castronuño. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Se dice que muchas de aquellas piedras fueron a parar a la iglesia parroquial de Santa María del Castillo y es seguro que muchas más también sirvieron para afianzar bodegas y casonas. Pero el caso que la iglesia, que se levantaba donde ahora está la escuela, también acabó cayéndose, aunque esta vez por causas "naturales", es decir, un defecto de construcción que dio con ella en el suelo. Por eso la ermita del Santo Cristo, levantada por la Orden de San Juan a finales del siglo XII y principios del XIII, ejerce de templo parroquial con el mismo nombre que el caído. La ermita, por su parte, pasa por ser una bella construcción que acusa los tiempos del tránsito entre el románico y el gótico. Uno de los pocos ejemplos en su estilo que pueden verse en toda la provincia.
Espacio protegido
Como también es único en la provincia el espacio natural protegido que lleva por nombre Riberas de Castronuño-Vega del Duero. Según los expertos, la importancia de este enclave natural, que tiene al río como eje vertebrador, deriva de la biodiversidad que encuentra cobijo en la franja vegetal que orla ambas orillas del Duero. Y como todo tiene su historia, resulta que esta variedad vegetal y animal que ha hecho de esta marcada curva fluvial su casa es consecuencia, a su vez, de la construcción del embalse de San José, inaugurado en 1945. A pesar de sus pequeñas dimensiones, 6 hm3 de agua y una lámina superficial de 250 hectáreas, la consecuente regulación del caudal en este punto del río ha propiciado el desarrollo de extensos carrizales y choperas en ambas márgenes. Y es precisamente entre esos carrizales y choperas en los que una valiosa variedad de animales encuentran oportuno refugio.
Observatorio ornitológico junto en las orillas del Duero. Reserva natural Riberas de Castronuño-Vega del Duero. Localidad de Castronuño. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
En Castronuño se han inventariado 217 especies de aves, 24 de mamíferos, 10 de reptiles, 5 de anfibios y 10 de peces. De todas esas especies de aves, casi 60 son estrictamente acuáticas y, de ellas, 41 se encuentran en peligro de extinción o amenazadas. Y aunque de todo esto y mucho más se da un ameno repaso en la Casa de la Reserva, ubicada también junto a las escuelas y la ermita, conviene saber de antemano que entre esos valiosos carrizales prosperan especies tan emblemáticas como la garza imperial o el martinete, con muy pocas colonias de cría en Castilla y León. Pero también es posible disfrutar del vuelo de aves tan singulares como el aguilucho lagunero, la garza real, el avetoro, la garceta común, el águila pescadora, cormoranes y un largo etcétera que dependerá mucho de la época del año.
La Senda de los Almendros
Esta de ahora es buena para dar un garbeo por la llamada Senda de los Almendros, breve y señalizada en el entorno de la localidad y muy apropiada para conocer de primera mano algunos de los rasgos distintivos de la reserva. Como el comienzo hay que buscarlo en la misma Casa de la Reserva, lo primero a disfrutar serán las vistas que desde lo alto de este cerro de La Muela se tienen del embalse, del codo que dibuja el río, del impresionante encinar que se atisba por la orilla de enfrente y del extenso bosque de galería que arropa el discurrir del río a su paso por Castronuño.
La senda, que comparte casi la mitad de su recorrido con la señalización del GR.14, enseguida empieza el descenso hacia la orilla izquierda del río mientras ofrece una nueva oportunidad de asomarse al paisaje en un mirador que apunta hacia la presa del embalse. Después, pero antes de llegar a la orilla, pasa junto a los primeros almendros del paseo. Ya abajo, el sendero se sumerge de golpe en un denso túnel forestal que da idea de la variedad y riqueza vegetal que se apiña en unos pocos metros de orilla (zarzas, sauces, higueras, olmos, álamos, alisos?), con su consiguiente jolgorio ornítico. Es el sendero que, entre añosos álamos, alcanza el lugar en el que los lugareños, convertidos en pescadores por pura adaptación al medio y por demostrar que este recodo del Duero es pródigo en vida dentro y fuera y del agua, atracaban sus barcas al acabar la faena. Hoy sigue conservando un cierto aire de muelle lacustre gracias a las pasarelas de madera que facilitan el acceso hasta la caseta de observación ornitológica, justo en la desembocadura del arroyo del Puente.
Tras el observatorio, el sendero corre a encajornarse entre la carretera CL-602 y el río hasta topar con la desembocadura del arroyo Mucientes. Aquí toca despedirse del GR.14 y cruzar la carretera para alejarse de la orilla mientras se remonta el curso enmarañado de este arroyo. Sin cruzarlo en ningún momento, una señal de madera indica el momento de abandonar la vaguada para remontar la pendiente arenosa que queda a la izquierda. Como si se viajara de un planeta a otro, arriba ya despunta el pinar y el aire huele a tomillo. Una pequeña meseta sirve otra vez de asomadero.
El embalse de San José desde la Senda de los Almendros. Reserva natural Riberas de Castronuño-Vega del Duero. Localidad de Castronuño. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
En el límite del pinar volvemos a ver almendros, aunque que hay recorrer tan solo unos metros más por el camino que se dirige hacia el pueblo para pasar junto a los más longevos, tal vez hasta centenarios. Algo más abajo el camino conecta con una pista que, tomada hacia la izquierda, desemboca de nuevo en la carretera. Si se cruza, se llega al observatorio desde donde ya es obvia la subida a La Muela por el mismo camino que recorrían los pescadores del río y sus burros tras acabar la faena.
EN MARCHA. Hasta Castronuño se puede llegar desde Tordesillas o Salamanca por la A-62 tomando los correspondientes desvíos en Pollos o Alaejos.
LA SENDA DE LOS ALMENDROS. Recorrido circular con principio y fin en la Casa de la Reserva. Tiene una longitud de unos 4 km que pueden hacerse en unas dos horas. Escasa dificultad y un par de repechos cortos pero algo fuertes. Comparte señalización con el GR.14 hasta alcanzar el arroyo Mucientes. Después la señalización es bastante deficiente aunque se intuye bastante bien el camino a seguir. FOLLETO DEL RECORRIDO EN PDF.
INFORMACIÓN. Casa de la Reserva, tel. 983 86 62 15.
Croquis del recorrido
Croquis del la Senda de los Almendros. Espacio natural Ribera de Castronuño. Valladolid.