MUCHO MÁS QUE BODEGAS: PUEBLOS, ARTE, PAISAJE
© Texto, vídeo y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Se adentra este viaje por un territorio de viñedos y ondulaciones suaves bañado por las aguas del Duero, en cuyas márgenes se ubican algunas de las más afamadas bodegas vallisoletanas. Tantas y con tanto interés enológico, cultural y gastronómico que desde hace unos años el tramo en el que se ubican, unos cuarenta kilómetros vertebrados junto a la N-122, es conocido como la “Milla de Oro” de la Ribera del Duero vallisoletana.
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Un tramo donde además de bodegas famosas y viñedos se localizan también importantes poblaciones o singulares monasterios, como el de Valbuena. El infante don Juan Manuel, señor de Peñafiel y su castillo, príncipe y escritor que recorrió estos mismos paisajes a finales del siglo XIII y principios del XIV, está considerado como uno de los grandes creadores de la literatura castellana.
Parte este itinerario de la capital vallisoletana para explorar con detenimiento uno de sus paisajes más característicos, el largo y sinuoso brazo que dibuja el río Duero de este a oeste, tentáculo que llena de vida y esplendor unas riberas famosas en el mundo entero por la calidad de sus vinos.
Tomando la N-122 en dirección a Soria, Tudela de Duero, abrazada por un pronunciado meandro del río, es la primera localidad que sale al paso. Su casco histórico, apretado y laberíntico, está presidido por la iglesia de La Asunción. Levantada en el siglo XVI con maneras góticas, alberga en su interior uno de los mejores retablos de la provincia, trabajado por artistas de la talla de Manuel Álvarez, Juan de la Maza o Gregorio Fernández. Otro de sus retablos expone una talla de Juan de Juni. La portada del templo, también digna de admirar, fue realizada por Juan de Escalante.
Fiestas y espárragos
La calidad del espárrago tudelano era famosa ya en tiempos de los Reyes Católicos y a ella se alude en diferentes documentos. Uno de los momentos festivos más interesantes de esta localidad tiene lugar durante la celebración de la Fiesta de la Exaltación del Espárrago Tudelano que acostumbra a realizarse durante el último fin de semana de mayo. Pero las fiestas patronales tienen lugar entre el 14 y el 18 de agosto, en honor de La Asunción y San Roque. Son tradicionales sus encierros, concursos de cortes y un original concurso de artefactos flotantes para navegar por el Duero.En las afueras de la localidad se alzan las ermitas del Humilladero de la Quinta Angustia, del siglo XVI, utilizada en la actualidad como sede de exposiciones temporales, y la del Santo Cristo, también del siglo XVI.
La misma N-122 lleva en unos pocos kilómetros hasta Sardón de Duero, cuya iglesia de San Juan Bautista data del siglo XVI. En el trayecto hacia Quintanilla de Onésimo, siguiente parada en el itinerario, surge, a la izquierda de la carretera, el tupido alfombrado de viñedos que rodea al monasterio de Santa María de Retuerta, importante edificio de trazas románicas levantado por los benedictinos en el siglo XII, sede de una afamada bodega que organiza, previo contacto, visitas a su interior.
El templo principal de Quintanilla de Onésimo está dedicado a San Millán. Es una obra renacentista del siglo XVI que adorna su interior con un retablo manierista. Merece la pena acercarse hasta el mismo río Duero tanto para admirar su sólido puente, también renacentista, como para curiosear el arranque del canal del Duero, cuyos primeros metros transcurren bajo el subsuelo.
Sin pasar aún a la otra orilla, Quintanilla de Arriba es la siguiente población del itinerario. Su templo es un edificio barroco dedicado a La Asunción. En el intermedio de ambas localidades se dejan atrás los viñedos de bodegas emblemáticas, como Vega-Sicilia, y la estampa solemne del monasterio de Valbuena, en la otra orilla, hasta el que se viajará más adelante.
El gran atractivo que estas riberas tuvieron desde antiguo como lugar privilegiado para el asentamiento humano queda patente en la visita al yacimiento arqueológico de Pintia, señalizado en las cercanías de la localidad de Padilla de Duero, consolidado como el mejor yacimiento vacceo del mundo.
El castillo de Peñafiel, en alto sobre un cerro desde el que se dominan hasta siete valles distintos, ha sido comparado, no sin razón, con un gigantesco barco que se hubiera quedado sin mar. Por eso vuela como un navío de piedra sobre un horizonte de pinares y viñedos. Para muchos es, junto al recinto califal de Gormaz, una de las mejores fortalezas medievales españolas.
No cabe ninguna duda de que el personaje favorito de la villa es don Juan Manuel. Hijo de su época -y sobrino de Alfonso X el Sabio-, vivió dividido entre las guerras y la creación literaria con tiempo para dar a luz obras tan fundamentales para la historia de nuestra lengua como es el libro de El Conde Lucanor, siendo el responsable, además, de la primera reedificación de las murallas de la villa y del castillo hasta darle una apariencia bastante parecida a la que tiene en la actualidad. Es sabido que el infante don Juan Manuel vivió y escribió su obra en el llamado Castillo Bajo, erguido a orillas del Duratón, en un lugar cercano al emplazamiento del convento de San Pablo, con cuyas piedras se encuentra fundido en la actualidad.
Hoy este hermoso castillo alberga el Museo Provincial del Vino. Pero la localidad cuenta con otros muchos atractivos que no deben dejar de visitarse: la plaza del Coso, original corro de casas en cuyo recinto siguen realizándose los festejos taurinos como en época medieval; el convento de Santa Clara, con una espectacular cúpula dorada con yeserías; el convento de San Pablo, antiguo Castillo Bajo donde don Juan Manuel creara su obra, y que fusiona sin problemas un refinado mudéjar con un recargado barroco; el templo de Santa María, sede del Museo de Arte Sacro; la herreriana iglesia de San Miguel, donde debe atenderse a su barroco retablo Mayor y su buen órgano; la Casa de la Ribera, restaurada espléndidamente como una casa tradicional que se muestra con atractivas visitas teatralizadas; el Aula de Arqueología, que muestra los rastros de la ciudad prerromana de Pintia o la torre del Reloj.
LA BAJADA DEL ÁNGEL
El domingo de Resurrección tiene lugar en la plaza del Coso de Peñafiel, la Bajada del Ángel, fiesta de Interés Turístico Regional. Una imagen de María, dolorosa por la ejecución de su Hijo, es llevada entre dos torres unidas por una cuerda de la que cuelga una esfera. Al abrirse, de ella surge un ángel -un niño o niña de la localidad- que desde las alturas desciende hacia la Virgen, suelta dos palomas y, al quitar el velo de luto que cubre a la Madre, asciende de nuevo “al cielo”. Entre el 14 y 18 de agosto tienen lugar en Peñafiel las fiestas de Nuestra Señora y San Roque, declaradas también de Interés Turístico Regional.
El recorrido de la margen derecha del Duero se inicia en Curiel, a cuya entrada, en alto sobre un cerro disuelto por la erosión, se alzan los restos del castillo más antiguo de la provincia convertidos ahora en una moderna instalación hotelera. La población cuenta en su interior con otro bastión, un castillo-palacio del siglo XV que perteneció a los Zúñiga, del que apenas quedan los lienzos exteriores y la torre del homenaje. Frente a él se alza la iglesia de Santa María, con mezcla de estilos gótico y mudéjar. A éste último pertenece un bello artesonado polícromo. Su otra iglesia es la de San Martín, románica del siglo XII. Otros importantes retazos de su pasado histórico son el rollo de justicia, poco frecuente en la zona, y la puerta de La Magdalena, única superviviente de la muralla. Un museo etnográfico guarda la memoria de los oficios tradicionales y otro, la Escuela del Ayer, recuerda cómo era la enseñanza en épocas pasadas.
Un recodo del río a su paso por Pesquera de Duero ofrece una hermosa perspectiva del conocido como barrio de las bodegas, horadadas sobre la ladera de un pequeño cerro. La localidad cuenta con una plaza Mayor porticada a la que se accede por un arco. Sus principales edificios son la iglesia de San Juan Bautista y las ermitas del Humilladero y Nuestra Señora de Rubialejos.
Un desvío de la carretera que enlaza esta localidad con Valbuena de Duero permite llegar hasta el monasterio de Santa María de Valbuena, cenobio cisterciense del año 1143. La sencillez de la arquitectura, marcadamente espiritual, contrasta con su barroco retablo. En su interior destacan el claustro -gótico, renacentista y cisterciense- y la capilla del Tesoro o de San Pedro, con unas interesantes pinturas murales del siglo XIII. El monasterio es sede de la Fundación las Edades del Hombre. En Valbuena, merece la pena dejar el coche en el centro del pueblo, junto a la carretera y penetrar en la plaza por el arco levantado sobre la antigua muralla que rodeó la población. Desde ahí, donde también se ubica el templo de la localidad, un agradable paseo lleva hasta la orilla del Duero. Para quien se anime, siguiendo el curso del río a contra corriente, ese es el inicio de un estupendísimo paseo señalizado por la orilla del río hasta el monasterio de Santa María de Valbuena. Un recorrido que, a buen seguro, debieron de recorrer con frecuencia los monjes fundadores en multitud de ocasiones.
Olivares de Duero presume, con todo el derecho del mundo, del hermoso retablo renacentista de su iglesia de San Pelayo. Está reconocido como una de las obras cumbre del Renacimiento español. Además de algunas tallas, del círculo de Guillén de Holanda, tiene 51 tablas, con influencia, entre otros, de Juan Soreda -el Maestro de Olivares– Durero, y Berruguete. En el cercano páramo se han hallado recientemente las evidencias más antiguas de la utilización humana del fuego en toda la Península.
Desde esta localidad el viaje salta hacia el valle del río Jaramiel para conocer la localidad de Villabáñez y su edificio más importante, la iglesia de La Asunción, levantada entre los siglos XVI y XVII. Cuenta también con un notable retablo realizado por la escuela de Gregorio Fernández. En las afueras se ve la ermita del Santo Cristo de la Guía, con importantes tallas en su interior. El itinerario finaliza en Renedo de Esgueva. Si su edificio monumental con más interés es la iglesia de La Inmaculada, a las afueras encontramos el Valle de los Seis Sentidos, un recinto acondicionado con un buen surtido de juegos al aire libre ideal para pasar una tarde o una mañana en familia.
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Source: Siempre de paso