Entre monjes y vides, un camino junto al Duero
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
No lo pone en ninguna parte, pero es más que probable que el camino que une la localidad de Valbuena de Duero, en la provincia de Valladolid, y el monasterio de Santa María por la orilla del río fuera uno de los habituales para aquellos monjes cistercienses que durante siete siglos habitaron el cenobio que sirve ahora como sede de la Fundación de las Edades del Hombre. En cualquier caso, es hoy una excusa más que buena para echar pie a tierra y marcarse un paseo lleno de sombras y cantos de pájaro junto al río por excelencia del corazón de Castilla: el Duero.
Porque este es, más que otra cosa, un paseo por la ribera. Esa ribera bendita hasta la que un día de principios del siglo XII se acercaron unos monjes procedentes de Francia para fundar uno de los principales monasterios de la orden que acaban de crear, el Císter. La misma ribera que hoy aparece tapizada de unas vides de prestigio que, a buen seguro, aquellos monjes trajeron envueltas entre sus enseres más preciados.
Claustro bajo del monasterio de Santa María. Valladolid. Castilla y León. © Javier Prieto Gallego;
El monasterio, que es la guinda que el paseante disfruta a mitad del recorrido, es decir, antes de darse la vuelta para regresar por el mismo camino, lleva ahí desde que la nieta del conde Ansúrez, doña Estefanía de Armengol, firmara la carta fundacional el 15 de febrero de 1143. Aquel fue el arranque de unos siglos de prosperidad que tendrán sus pilares en los favores de reyes como Alfonso VII, Sancho III y Alfonso VIII, y privilegios de papas como Urbano III e Inocencio II. La acertada elección del enclave, en un recodo del Duero rodeado de fértiles tierras y un valle abierto con muchas horas de sol, jugó también un papel importante en el desarrollo de una empresa para la que era fundamental contar con buenas tierras y propiedades a las que se sacar el mayor rendimiento posible.
A aquellos primeros tiempos de bonanza le siguieron otros de cuesta abajo hasta que, alcanzado el siglo XV, llegan nuevos bríos de la mano de fray Martín de Vargas, que desde el monasterio de Piedra trae los impulsos reformadores que culminarán con la elección de Valbuena como sede de la Congregación de Castilla. En el siglo XVII el monasterio iniciara un largo declive que acabará en debacle al alcanzar el siglo XIX. La Guerra de la Independencia y las sucesivas desamortizaciones con que se estrenó el siglo supusieron la puntilla a 700 años de vida monacal dedicada al ora et labora. En ese punto, la propiedad del monasterio y gran parte de sus tierras pasaron a manos privadas para convertirse en una explotación agrícola y ganadera, y las dependencias monacales se trocaron en espacios donde almacenar productos, viviendas para los obreros y apriscos para el ganado.
Un penúltimo episodio en la vida de este rincón ribereño se inició en 1950, cuando el Instituto Nacional de Colonización compró la propiedad para levantar junto al monasterio una nueva población en la que acoger a vecinos tanto de la cercana Valbuena de Duero como de Santa María de Poyos, desplazados por la construcción de los embalses de Entrepeñas y Buendía. Finalmente, la elección del monasterio como sede permanente de la Fundación de las Edades del Hombre ha venido acompañada de una profunda rehabilitación tanto del entorno monumental como de los bienes muebles de la iglesia, en la que sobresale una notable colección de retablos barrocos realizados entre los siglos XVII y XVIII.
Piezas expuestas en el refectorio del monasterio de Santa María de Valbuena. Valladolid. Castilla y León. © Javier Prieto Gallego;
Hoy el recorrido por su interior se adereza con las piezas pertenecientes a la exposición La huella del Císter en Santa María de Valbuena. La muestra, que se distribuye a lo largo de las estancias visitables en torno al claustro, recoge parte de las piezas recuperadas del enorme tesoro artístico que llegó a estar ligado a la vida del monasterio. Todas ellas se exponen por primera vez y recuerdan el esplendor de otros tiempos.
La visita al monasterio se inicia a través de uno de sus dos patios, el patio Mayor o del Compás, con hechuras del siglo XVIII, varadero hasta el que era permitida la entrada del mundo exterior en forma de visitantes o mercancías mientras los monjes seguían a sus quehaceres en dependencias más interiores. Desde él se accede al claustro, cogollo de la vida conventual, al que se abren también el resto de estancias visitables. El claustro refleja a la perfección los dos momentos de mayor ímpetu que vivió el monasterio, el siglo XIII, en el que se construye el piso bajo, y el XVI, en el que se realiza el piso superior.
La primera de las estancias del recorrido es la cocina, muy reformada a lo largo del tiempo, que acoge ahora restos de cerámica y capiteles labrados. A lado quedan el refectorio, del siglo XIII, y la sala de trabajos, de finales siglo XII, la de mayor antigüedad junto a la cabecera de la iglesia. En el templo destaca el retablo mayor, realizado en el siglo XVIII por Pedro de Correas, y las dos tablas de Gregorio Fernández realizadas a principios de siglo XVII. También la capilla de San Pedro o de los Tesoros fundada por la nieta del conde Ansúrez para acoger a los descendientes de su estirpe. Aunque presente desde los primeros tiempos del monasterio, este espacio sufrió una profunda reforma al convertirlo en sala capitular. En ella sobresalen los restos de pinturas medievales, realizadas en torno al siglo XIII y que son muestran de la riqueza pictórica que ornamentó la capilla.
La espadaña desde el claustro del monasterio de Santa María de Valbuena. Ribera del Duero. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego;
El paseo
Este paseo de monjes y oraciones se inicia en la localidad de Valbuena, con una plaza recién remodelada y una iglesia a la que acaban de quitar siglos de encima. Desde la plaza arranca la calle que baja hacia las antiguas aceñas y la isleta, zona ajardinada que marca el punto de partida, río arriba, del sendero ribereño. Son cuatro kilómetros señalizados, sin pérdida posible, que transitan durante una hora, si se hace a pie, por debajo del dosel feraz que caracteriza las riberas de los ríos viejos y anchos, con chopos de vértigo y una mezcolanza de especies arbóreas que en ocasiones hace pensar en un jardín botánico asilvestrado nacido al capricho de aquellos monjes paseantes.
EN MARCHA. Hasta Valbuena de Duero puede llegarse desde Olivares de Duero por la VA-3001 en dirección a Pesquera.
EL PASEO. El sendero que une la localidad de Valbuena de Duero con el monasterio de Santa María forma parte de un circuito mucho más amplio que recibe el nombre de Senda del Monte y tiene un trazado señalizado de 14 km. La parte ribereña es de 4 kilómetros que se hacen fácilmente a pie en una hora, incluso con niños.
Para la visita guiada al monasterio habrá que prever otra hora de más. Quien disponga de más tiempo y curiosidad por las cosas del vino y sus menesteres tiene a tiro de piedra del monasterio, en las instalaciones de la bodega Emina, el Centro de Interpretación del Vino y el Duero (tel. 902 430 170). INFORMACIÓN. Ayuntamiento de Valbuena: tel. 983 68 30 38; www.valbuenadeduero.es. Monasterio de Santa María: tel. 983 68 31 59; www.lasedades.es.
¿Has realizado ya este paseo? ¿Conoces el monasterio? Comparte aquí tus experiencias.
****
¿Te ha gustado este artículo?
****