Los expertos afirman que estas áreas muertas ocupan 26.500 kilómetros cuadrados.
Fondos marinos
Existen pruebas de que los océanos han sufrido a manos del hombre durante miles de años. Sin embargo, los estudios llevados a cabo recientemente demuestran que la degradación, especialmente en las zonas costeras, se ha acelerado desde que han aumentado los vertidos industriales (fertilizantes), así como la quema de combustibles fósiles, y notablemente en las últimas décadas. Esto hace que proliferen las zonas muertas en los océanos del mundo, donde la ausencia de oxígeno impide el desarrollo de vida marina.
El incremento de las zonas muertas en el mar se ha convertido en el principal agente de presión sobre los ecosistemas marinos. Los científicos lo equiparan al exceso de capturas pesqueras. Afirman que se debe a que ciertos nutrientes -especialmente, el nitrógeno y el fósforo- entran en las aguas costeras y su exceso mata las algas. Al morir, esas plantas microscópicas se hunden hasta el fondo marino y se convierten en alimento de bacterias que en el acto de la descomposición consumen el oxígeno circundante (hipoxia), y a través de las cuales, se introducen en la cadena alimentaria global.
Algunos de los contaminantes más comunes derivados de la actividad humana son los plaguicidas, herbicidas, fertilizantes químicos, detergentes, hidrocarburos, aguas residuales, plásticos y otros sólidos. Los científicos incluso han descubierto que los medicamentos que ingiere el hombre y que no llegan a ser procesados completamente por su organismo acaban en el pescado que comemos.
Muchos de los contaminantes que encontramos en los océanos son liberados en el medio ambiente mucho antes de llegar a las costas. Los fertilizantes ricos en nitrógeno que utilizan los productores agrícolas en zonas de interior, por ejemplo, acaban en las corrientes, ríos y aguas subterráneas locales, y más tarde se depositan en los estuarios, bahías y deltas.
Las zonas muertas se producen en todo el mundo, pero principalmente en zonas en las que se vierten aguas de lugares en donde hay actividad industrial y agrícola. Estas inmensas masas de agua sin vida por lo general se encuentran en los océanos, pero también en ríos y lagos.
La hipoxia
Los efectos adversos de la hipoxia son, entre otros, la pérdida de energía en la cadena alimenticia de la costa. Al dejar sin oxígeno a los habitantes del fondo del mar, como las almejas o los gusanos, sus depredadores se quedan sin alimento.
Así, los científicos consideran que en estos momentos existen más de cuatrocientas zonas muertas en aguas cercanas a las costas en todo el mundo, lo que supone una superficie de más de 26.500 kilómetros cuadrados. Según los expertos, el número de zonas muertas en el mundo a comienzos del siglo pasado era de sólo cuatro, por lo que el aumento resulta alarmante.
Las pruebas geológicas realizadas por los investigadores demuestran que las zonas muertas no son un fenómeno natural. Antes eran raras, ahora son comunes. Cada vez hay más y en más lugares, señalan.
Y el peligro que existe, afirman, es que en muchas ocasiones sólo se da importancia a la hipoxia cuando ésta comienza a diezmar los organismos que, en última instancia, sirven de alimento a la población.
Los científicos apuntan como clave para frenar este aumento de zonas muertas el mantener los fertilizantes en tierra e impedir que lleguen al mar. Es necesario, indican, que los científicos y los agricultores trabajen en conjunto para desarrollar métodos agrícolas que minimicen la transferencia de nutrientes desde la tierra al mar, si no, las cosas empeorarán notablemente.
Diversas formas de contaminación marina
Los residuos sólidos como bolsas, espuma y otros desechos vertidos en los océanos desde tierra o desde barcos en el mar acaban siendo con frecuencia alimento de mamíferos marinos, peces y aves que los confunden con comida, con consecuencias a menudo desastrosas. Las redes de pesca abandonadas permanecen a la deriva durante años, y muchos peces y mamíferos acaban enredados en ellas. En algunas regiones, las corrientes oceánicas arrastran billones de objetos de plástico en descomposición y otros residuos hasta formar remolinos gigantescos de basura en medio de los océanos.
Pero no es la única forma de contaminación. En masas de agua de gran extensión, las ondas sonoras pueden propagarse a lo largo de kilómetros sin perder intensidad. La presencia cada vez mayor de sonidos de gran potencia o constantes procedentes de barcos, sónares, instalaciones petrolíferas e incluso de fuentes naturales como terremotos puede alterar los patrones de migración, comunicación, caza y reproducción de muchos animales marinos, en especial los de mamíferos acuáticos como la ballena y el delfín.