Conversamos con Roberto Alcaraz, el fotógrafo español que quiere transformar la imagen que tenemos de la ciudad de Benidorm, asediada por los turistas de sol y playa o por los que solo buscan fiesta y alcohol. En las instantáneas de Alcaraz los protagonistas no son las personas sino el espacio. La segunda ciudad del mundo con más rascacielos (después de Manhattan) se dibuja de nuevo a sí misma a través de los edificios: ¿Por qué Benidorm? Mi bio de Instagram dice "Ordinary things. Ordinary places. Ordinary pics". En este sentido, Benidorm es un templo.
Ahora vivo en Barcelona, pero he trabajado muchos años en Benidorm y soy de una localidad vecina. Benidorm despierta en mí sentimientos muy contradictorios, la ciudad tiene una fama que se ha ganado a pulso, y se asienta sobre un modelo turístico nada pretencioso. Inicialmente esa "fama" de Benidorm también me influía.
Hay, además, excelentes precedentes fotográficos como el legendario Martin Parr, Ricky Dávila o María Moldes, por citar algunos, que han documentado a la perfección esos cuerpos calcinados por el sol, rebozados en crema y arena y probablemente rellenos de alcohol y de Full English Breakfast.
Mi planteamiento es muy distinto. Intento que quien vea mis fotos caiga en la misma contradicción que yo. Está pasando que personas de lugares muy diversos me dicen: "Wow, dónde es eso", y yo les respondo que es Benidorm. De hecho, esa ha sido la parte más compleja de mi aproximación a la ciudad: conocerla desde dentro e intentar mirarla sin condescendencia, sin prejuicios, desde el respeto.
Con mi trabajo intento explicarme a mí mismo por qué tanta gente va a Benidorm desde hace tantos años. ¿Qué ven aquí que no encuentran en otros lugares?
¿Qué armonía radica en sus formas verticales?
Para comenzar hay una armonía de urbanismo racional. Esto puede parecer chocante, mucha gente cree que Benidorm es una monstruosidad, pero es mucho más racional una ciudad vertical que los cientos de urbanizaciones que salpican toda la costa alicantina. Si pensamos en alcantarillado, tendido eléctrico, servicios ... Una urbanización es un auténtico despropósito.
Desde este punto de vista comencé a mirar los rascacielos de Benidorm con cierta admiración. Me acercaba a ellos para disparar, luego me alejaba, ponía la cámara vertical, después horizontal y siempre estaban envueltos por esa luz global que inunda la ciudad.
De estas fotos he oído decir que recuerdan al brutalismo preconstitucional, al Art Decó de Miami, a la escuela del nuevo pseudominimalismo, hasta han dicho que en mis fotos parece que los edificios flotan en formol. Lo gracioso de esto es que los edificios existen, están en Benidorm, con sus líneas y sus geometrías, solo hay que ir allí y mirarlos.
¿Qué importancia tiene la geometría en tus fotografías?
Toda. Me encanta jugar con la geometría, las proporciones, los volúmenes. Me da paz.
Vivimos en un mundo muy convulso y complejo, es muy probable que cuando muramos no hayamos entendido nada, todo es difícil, hay muchas capas. Pero la geometría no es así. Lo explica todo, las cosas tienen un lugar, un equilibrio. Me da la posibilidad de ordenar mi pequeño universo. Y, cómo no, también es una contradicción en mí. Se me daba fatal en la escuela y su cálculo me resulta muy complejo a día de hoy, mi relación con la geometría es puramente emocional.
¿Definirías esta serie como fotografía arquitectónica o social? Porque mucho del Benidorm humano reside en su forma de vida.
Nunca me han hecho esta pregunta y he reflexionado mucho sobre el tema. Bajo mi punto de vista, no es posible una fotografía de arquitectura sin tener en cuenta su vertiente social. Yo llamaría a eso fotografía inmobiliaria.
Recuerdo una conversación que mantuve con Humberto Rivas en la que le dije que lo que más me gustaba de sus fotografías era la ausencia. En su trabajo la ausencia es tan potente que cobra una entidad propia, duele. En mis fotos esto es una constante, también fotografío el Benidorm de la gente que trabaja allí, el del jubilado holandés, que no tiene a nadie y pasa en esta ciudad sus últimos días. Pero sin que ellos aparezcan. La ciudad es una expresión de nuestros anhelos, de nuestras alegrías, es un escenario construido por y para el turismo en el que se desarrollan las historias que explica Martin Parr.
La elipsis siempre me ha parecido un recurso muy potente. Creo que el minimalismo reside en la elipsis, me gustan las obras que me dejan añadir mi parte. Ese es el motivo de que solo muestre eso, el escenario, dejo al observador todo el espacio para que añada sus personajes.
En Objectif Editions se pueden obtener copias limitadas del trabajo de Roberto Alcaraz, el Benidorm que sus ojos ven, su cámara capta y nuestra imaginación completa.
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