Una línea...
Mi deseo de salir embarazada y convertirme en madre siempre había empezado y terminado con la minúscula línea del test de embarazo. Mes tras mes, durante cinco años, ya me habían generado una idea tristemente negativa al respecto.
Sin embargo aquella tarde del verano de 2012, las cosas fueron distintas y nada me había preparado para lo que vendría...
Dos líneas...
Recuerdo que al principio caminaba como si estuviera sobre nubes y nada me podía sacar de ese estado. Me frotaba la barriga constantemente, atesorando a mi pequeñit@.
- ¿Qué haces? ?me preguntaba mi esposo? ¡No tienes ni barriga!
Recordé que la mujer es madre desde la concepción, en cambio, el hombre es padre desde el nacimiento. ¡Qué aguafiestas! ?pensaba.
Así que para engreírme un poco decidió "regalarnos" un viaje a Cusco. Moría por conocer Cusco desde siempre y ahora se me presentaba la oportunidad en este momento tan sublime.
No me equivoqué. Cusco era todo lo que me esperé siempre, sus calles, su cielo, su gente, etc., caminamos despacio recorriendo por nuestra cuenta las iglesias y catedrales del centro histórico de la ciudad. En serio, conocer el cercado de la ciudad por propia cuenta fue una gran decisión. Para ese entonces ya tenía una barriga de tres meses, así que ya se me notaba algo, por lo que la seguía frotando. Al día siguiente decidimos hacer el city tour y fue que, caminando por Sacsayhuaman, empecé a sentirme mal... un poco exhausta, pensé que era "soroche". Mi esposo me acomodó en el bus y le pedí que saliera a tomar fotos para mí.
Al regresar a la ciudad, fuimos a una pizzería y allí me percaté que había tenido un pequeño descenso sanguíneo. Por recomendación del doctor, regresamos al hotel donde debía guardar reposo durante el resto del día y todo el día siguiente.
Con los pasajes del tren hacia Aguas Calientes y con el tour pagado hacia Machu Picchu, no tuvimos otra que regresarnos a Ica. El riesgo era muy alto, así que me quedé con las esperanzas de cumplir mi sueño algún día. En Ica, sintiéndome mejor, me reintegré a mis labores pero el trajín del día a día repentinamente complicó mi embarazo a tal punto que un día me llevaron de emergencia al Hospital ya que tuve un sangrado muy intenso.
Cuando llegué al hospital, la enfermera fríamente me dijo que me despojara de mis anillos, reloj, etc., pues me debía preparar para un legrado... no lo podía aceptar y pedí que no se me realizara nada hasta que venga mi esposo y le rogué a la doctora de turno que me ayude a no perder a mi bebé.
Le pedí a mi bebé, en cada minuto, que se aferrara a mí. Cuando llegó mi esposo me hicieron la ecografía inmediatamente. Lloré al ver que mi bebé no sólo se había aferrado a la vida sino que estaba muy activ@, parecía feliz!!!
La ginecóloga de turno autorizó que se me internara, pero ¡oh, sorpresa! no había cama, por lo que me derivó a mi domicilio con la debida medicación y el reposo a seguir.
Cuando cumplí el reposo, tomé la decisión de cuidar mi embarazo y colocar a mi bebe en la cima de mis prioridades: renuncié a mi trabajo y traté de llevar mi embarazo con la mayor tranquilidad posible... sin embargo mi inexperiencia me hizo confiar en quien no debía: mi ginecóloga.
Las ecografías...
Un infierno, es lo que viví el último periodo de mi embarazo, ya que hubo intención de inducirme a una cesárea por lucro, manteniéndome en constante stress... En casa me frotaba la barriga, le hablaba al bebé, le cantaba y mi esposo le ponía música con los audífonos. La teníamos clara, no iba a tener parto natural.
Hablar de los pormenores de lo que viví no tiene caso. Lo único que cuenta es que el día llegó y quería mantenerme despierta hasta ver a mi pequeña ?sí, era niña-, y así fue...
Como dije, nada me había preparado para lo que vendría... verla fue indescriptible, quería abrazarla y decirle que la amo y que viviría para darle mi más grande amor... y sólo me eché a llorar riendo.
- Lo lograste, mi pequeña. Lo lograste!!!
Dos meses después...
Dos nuevas líneas y un nuevo bebé estaba en camino...
Paola Seminario Guerrero
Ica - Perú