Muchas veces me han preguntado en esos arrebatos de curiosidad que tienen mis amigos más cercanos qué hacía en los años 90´s, mi respuesta es inmediata puesto que no hay dudas al respecto: Vivir.
Quizás esa palabra concrete a la perfección mis actividades durante esta década en la que todas mis inquietudes como ser humano se llevaron a cabo de una manera estudiada y programada a la perfección; no había tiempo que perder lo mismo que no había duda en lo que tenía que hacer.
Los países árabes han sido y son para mí un segundo hogar, no puedo negar que por mi sangre corre algo de ellos y la llamada de esas culturas ya lejanas en el tiempo se hacen notar en mis planificados viajes a ese Oriente Próximo o Lejano que me seducen de una manera especial.
Damasco fue para mí siempre un centro llamativamente eje de muchas consideraciones culturales y por supuesto históricas. La ciudad considerada por todos los expertos como una de la más antigua de la historia conserva ese encanto de centro de todo. Y precisamente para conocer ese foco de donde emanó mucho de lo que conocemos hoy en día, necesitaba conocerla al segundo, palparla y estudiarla con lupa.
El viaje se programó en 1997 en esos meses aún primavera en que el astro sol no hace todavía demasiados efectos nocivos para alguien que vive en Andalucía, región tal cercana a sus costumbres. Un vuelo directo desde Madrid con la compañía KLM nos dejó en su suelo, no sin antes preparar los papeles para el viaje a través de la Embajada en Madrid, donde obtuvimos el correspondiente visado turístico de entrada, trámites que se completa con la entrega de dos fotos tamaño carnet y una dirección en Siria que naturalmente era la del hotel que nos iba a hospedar durante dos días, todo esto acompañado por supuesto del pasaporte que … atención: No debe de llevar ningún sello ni visado fronterizo con Israel.
En el tiempo de vuelo me empapo de todo ese armamento papeletice que siempre llevo conmigo cuando visito algún sitio sea donde esté el destino. Y por supuesto Damasco tiene historia para estudiar no durante unas horas, sino durante meses.
Cuidad antigua, con las primeras referencias en los arameos, lugar de lucha de los persas, conquistada por Pompeyo, capital de los omeyas, sin embargo se le conocen sus primeros contactos con la vida humana desde tres milenios antes de JC. Hoy capital administrativa de Siria y ciudad considerada como segura incluso para que una mujer sola pueda pasear tranquilamente por sus calles. Naturalmente aunque he sido aconsejada sobre el viaje, no voy a estar sola.. simplemente por mi propia tranquilidad.
Llegamos a Damasco al mediodía y los 27 kms que nos aleja de nuestro Hotel el Carlton Damascus, se nos antojan poco para tener un primer contacto con la ciudad. Miles de personas en las calles, un laberinto de bicicletas, coches y ese tono de voz tan familiar en que estos hombres y mujeres se comunican en cualquier esquina, en los tenderetes callejeros o en cualquier pelea por el tráfico infame de coches sin control de ningún tipo. Damos gracias a que la zona del hotel puede considerarse moderna y aquí las avenidas y calles parecen que están un poco más controladas por los servicios de guardias urbanos o algo parecido.
Un poco de descanso y la confortable ducha en este hotel de cuatro estrellas que nos brinda todos los servicios propios que cualquier hotel europeo. Nada falta en la habitación y el balcón nos devuelve la imagen de la ciudad más antigua en todo su esplendor.
El tiempo es corto y no hay que perderlo en imaginaciones y en propósitos puesto que todo está más que programado. Lo mejor es salir a la calle y mezclarse con todo este gentío y buscar esos lugares que nos hagan meternos en un túnel del tiempo para conocer las raíces puras de este hermoso lugar perdido en el mundo.
Salimos con el propósito de ver esos lugares señalados en el mapa y la primera impresión es de sentirnos seguros; aquí nadie mira a nadie, todos van a lo suyo y el ambiente es muy relajante. Encaminarnos a la parte central es serpentear una serie de callejuelas, quizás hasta los mapas se vuelvan locos en este verdadero laberinto de pequeñas calles y de callejones sin salidas. Estamos en el centro y tenemos o que preguntar o simplemente llevarnos por el instinto que tan desarrollado tenemos gracias a la experiencia viajera. Curiosamente aunque se nota que somos turistas, nadie se ofrece a llevarnos a éste o aquel lugar. Aquí no hay guías que se tiran literalmente hablando sobre ti para llevarte por algunas monedas. Estás sólo y tienes que vértelas contigo mismo para llegar al sitio que deseas.
Preguntar, ésta es la repuesta; puesto que si preguntas recibirás un educada y detallada información que te servirá de guía segura. Y curiosamente esta pregunta te llevará a conocer a tu “espontáneo guía” hasta la raíz, puesto que es natural que incluso te invite a su casa a cenar o almorzar. Son así de abiertos. Lo llevan en la sangre.
Sin embargo el consejo que nos dieron antes de salir es que nos lleguemos hasta el Hotel Venice, aquí todo el mundo lo conoce y desde allí coger el autobús número 1 llegando hasta la última parada. Desde allí se suben unas escalinatas, la Jebel Qassiun que nos llevan hasta una colina. La visión sobrecoge, el nuevo y el viejo Damasco unidos, entrelazando su historia, su pasado y su futuro. Y por supuesto, sin coincide con la hora del rezo, el muecín te hará llegar la oración repetida hasta el infinito.
Desde aquí podemos descender poco a poco y hacer parada en esos lugares casi escondidos que merecen la atención del visitante. La Mezquita Omeyal (705-715 d. JC) que realmente es toda una belleza, levantada donde antiguamente estaban los templos de Hadad, Júpiter y San Juan Bautista, cuyos restos aún se conservan y la tumba de Juan el Bautista, un laberinto de arte árabe y grecolatino que te hace cerrar los ojos y percibir ese aroma especial que se desprenden de todos estos lugares de culto. La visita tiene sus límites, puesto que estamos en un lugar de culto y por lo tanto el acceso a los extranjeros está limitado a una visión general del recinto. Lo suficiente para que se quede plasmado en la retina. Su planta es rectangular con sala de oraciones formada por tres bóvedas en cuyo crucero se encuentra la Cúpula del Águila.
El Patio de la Mezquita es de una belleza dorada, quizás abandonado un poco a su suerte. Hay demasiado que volver a reconstruir en estos lugares y me imagino que poco dinero para invertir. Los alrededores del templo nos deleitan con minaretes bellísimos que sobresalen en el cielo de las callejuelas de unas dimensiones casi imposibles. Los vecinos se pueden tocar literalmente desde una ventana.
El Palacio Azem nos hace deslumbrarnos ante la fachada toscamente tallada y sin embargo con unos interiores que nos fascinan. La visita también esta limitada a una simple visión general del interior. Los baños turcos son el deleite del personal masculino del grupo, para nosotras está terminantemente prohibido entrar. Así que nuestra oferta mientras los hombres se “asean” es ver tiendas y regatear con todos los comerciantes que se nos pongan enfrente. El oro y la plata está a muy buen precio y se pueden conseguir cosas muy curiosas a buen precio; eso sí hay que regatear siempre….
En nuestra bajada nos topamos con las murallas de la antigua ciudadela levantada por Saladino, algo que me hizo recorda en cierto modo el Muro de las Lamentaciones, aunque aquí el lugar no tiene punto de atención para ninguno de los miles de ciudadanos de Damasco que circulan por un paseo imposible de describir a lo largo del mismo.
El regreso al hotel se hace desear, puesto que el cansancio no es tan físico como mental. Es lo típico de estas ciudades árabes que te cansan más mentalmente que físicamente. Es tal el griterío, el gentío, los tenderetes, la circulación, las calles tan estrechas, que te agobian y te agotan en demasía. Tampoco queríamos tener una visión más amplia de la ciudad; puesto que habíamos visitado todo lo que tiene de interés. Más que nada deseábamos estar allí, en esa ciudad milenaria que nos iba a servir de punto de salida a nuestra meta más codiciada: Petra.
**Consejos:
La moneda que más se acepta es el dólar o en todo caso la libra esterlina. Siempre en efectivo. Sólo se aceptan las tarjetas Visa en los hoteles de lujo o categoría superior.
Moneda oficial la libra siria (1 € = 61,60 libras sirias) que no es necesario llevar; se sienten más que bien pagados con el dólar americano, su moneda favorita. El idioma, si sabes francés lo tienes más que claro, aunque el inglés es también una lengua que muchos conocen. Naturalmente si has estudiado árabe harás tu pinitos en estos lugares.
La ropa: Aunque es uno de los países árabes con menos problemas a la hora de vestir; nos aconsejaron a las mujeres conservar cierto pudor. Nada de ir sin mangas, ni tirantes, faldas largas preferentemente y algo para poner en la cabeza a modo de pañuelo por si acaso. Más vale prevenir.
DAMADENEGRO
Datos de registro
Identificador: 0907284174550
Título: damasco
Fecha de registro: 28-jul-2009 15:38 UTC
Autor: damadenegro
Tipo de obra: Literaria, Narrativa, Ensayo