Venerándolo como a un dios,
obedeciendo sus órdenes
sintiendo culpabilidad
tras un fracaso, nuestro fracaso.
Ignoramos la realidad del espejo
que nos mira cada mañana
esperando que algo cambie.
Importándonos sólo su bienestar
y nuestra propia apariencia,
creemos vivir nuestra vida,
pero sólo vivimos nuestra muerte.