La idea surgió en 1961, cuando gracias a un acuerdo entre la Fundación Woods y los responsables de la ciudad de Calgary, se decidió levantar este parque trayendo hasta el terreno donde se encuentra mas de dos docenas de casas históricas desde varios puntos del país, junto con infinidad de muebles y objetos para recrear el ambiente del siglo XIX y finales del XX.
El 1 de julio de 1964 el lugar abrió sus puertas, y rápidamente se convirtió en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad.
Empezamos la visita por los auténticos protagonistas del avance hacia el Oeste, los trenes y ferrocarriles.
La Estación Shepard es un ejemplo de las decenas de estaciones a las que llegaron entre 1901 y1911 casi un millón de inmigrantes para comenzar una nueva y prometedora vida. Para ellos era el final de un largo viaje y también la esperanza de reunirse con la familia que habían dejado atrás, ya que ejercía también de oficina correos, lugar donde recibían las cartas de unos seres queridos a los que reclamarían para unirse a ellos.
Su ubicación original estaba a un día de camino del centro de la actual Calgary en 1880.
Frente a ella la Atlas Lumber Yard & Office, que se construyó en 1901 como oficinas del aserradero Atlas Lumber Co. El señor Atlas fue muy querido por sus empleados, ya que donaba grandes cantidades de dinero a su comunidad, aceptaba cereales como forma de pago en vez de efectivo, y cada navidad regalaba un pavo a sus empleados.
A su izquierda el edificio Railway Roundhouse, una estructura que se levantó para el mantenimiento y reparación de las locomotoras y que ahora exhibe varias de ellas junto con curiosos vagones. Los técnicos que en ella trabajaban lo hacían seis días a la semana durante doce horas.
Dentro encontramos varios ejemplos de trenes y vagones en los que tendremos oportunidad de entrar y aprender sobre la importancia que tuvieron en el avance hacia el Oeste.
Como por ejemplo la locomotora quitanieves 400884, cuya función era eliminar la nieve y el hielo de las vías. Con su parte delantera en forma de gigantesca cuña de acero, este poderoso tren echaba a los lados el agua congelada para liberar el camino en los meses de invierno.
Uno de los vagones de la exhibición nos muestra una especie de oficina móvil, un vagón de cola en el que cabía todo: un juego completo de despacho, una hielera, colchones, una estufa de hierro, todo tipo de equipamiento de emergencias y mucho más.
La "tripulación" de un tren constaba de unas cinco personas, siendo los más importantes el maquinista, el bombero y el guardafrenos cuyo trabajo era vital para el funcionamiento correcto de la máquina y los vagones. Este vagón que vemos es del año 1912.
Volvemos a las calles para conocer otros edificios, como el de la compañía de Seguros Strathmore, de 1908, que se encargaba de la venta de seguros, maquinaria agrícola y bienes raíces.
Las duras condiciones de este lado del Canadá hacían necesaria la contratación de un seguro que hiciera frente a los daños producidos por el granizo, el viento, las inundaciones y el fuego.
El Banco Traders de Munson fue uno de los principales inversores de las nuevas comunidades agrícolas de los nuevos territorios del Oeste.
El edificio que se trajo de Munson, tiene un segundo piso donde vivían los empleados en tres habitaciones, e incluso ranuras en las paredes desde donde poder disparar en caso de robo.
De gran importancia, aunque pueda parecer lo contrario, era esta consulta de dentista, especialidad médica casi inexistente en los nuevo territorios hasta principios del siglo XX.
La causa era sobre todo la gran distancia entre los núcleos de población, pero sobre todo el miedo de los afectados por dolores de muelas, dientes podridos y cariados, que preferían soportar el dolor que someterse, sin anestesia, al suplicio de la extracción, perforación o empaste de sus piezas dentales
El edificio del primer ayuntamiento de Calgary data del año 1884, y además del despacho del alcalde albergaba también una oficina de policía que incluía una pequeña cárcel.
No fue hasta 1907 que el nuevo ayuntamiento hecho de piedra arenisca, fue inaugurado y el de madera pasó a mejor vida.
Uno de los edificios más grandes es el hotel Wainwright que se trasladó desde el pueblo de Denwood. Construido en 1908, daba entrada a los nuevos colonos, a los médicos e incluso a las compañías de teatro que pasaban por la ciudad, que disfrutaban de un hotel diferente lleno de nuevos avances en equipamiento hotelero y una decoración mucho más elegante
Su propietario, Martin Forster lo amplió hasta las 55 habitaciones con terraza, instaló un servicio telefónico con aparatos en cada habitación e incluso baños con lo que hoy llamaríamos duchas de hidromasaje.
Hoy en día el hotel aún funciona como establecimiento de comidas en la temporada veraniega y desayunos buffet en el invierno y también se ha convertido en uno de los lugares favoritos de los habitantes de Calgary para celebrar sus bodas.
En las calles aledañas del hotel encontramos todo tipo de tiendas que incluyen drugstores, joyerias o colmados.
El siguiente edificio, que hacía las veces de Oficina de Correos y Central Telefónica, es un buen ejemplo de la emancipación del servicio que hasta casi finales del siglo XIX estaba en manos exclusivas de la Compañía de la Bahía de Hudson.
Al principio, ocupaban un rincón en lugares como los drugstore o incluso en los bajos de alguna casa particular, pero posteriormente se construyeron de manera aislada, como vemos en esta de 1908, con 16 líneas de teléfono y que fue trasladada desde Cayley, a 60 kilómetros al sur de Calgary.
Otro edificio interesante es el Salón de Billar Barons, aunque rodeado de mala reputación, ya que en él se reunían propios y forasteros de mala calaña alrededor de sus 4 mesas de billar, pista de bolos y casa de baños, donde podían asearse por sólo 65 centavos.
En el recorrido tuvimos la oportunidad de visitar el interior de varias casas, como la Airdrie, que llegó aquí en 1964 aunque data de 1906. Un hogar modesto y sencillo pero cómodo para aquella época.
Época en la que prevalecían las casas de dos pisos totalmente echas en madera, pertenecientes a la clase media y que aún, y como pudimos ver en otras poblaciones, siguen en pie hasta el día de hoy.
Como podemos imaginar, la iglesia del pueblo era un edificio totalmente indispensable, como la de San Martín de finales del XIX, que costó la modesta cifra de 110$ y 4$ más para los asientos.
Lo curioso es que inmediatamente después de ser trasladada aquí desde Lundbreck en 1964, el terreno fue consagrado y rápidamente se convirtió en el lugar preferido de los habitantes de la cercana Calgary para celebrar sus matrimonios.
La siguiente casa en el recorrido fue Thorpe House, lugar de residencia de un noruego, Bert Thorpe, que jugó un papel primordial en la planificación, construcción, instalación y mantenimiento de la maquinaria del nuevo aserradero y molinos de Calgary.
De estilo victoriano, incorporó a su estructura el aislamiento mediante ladrillos de cemento y la novedad de la carpintería decorativa en el porche. La familia tuvo 8 hijos y por ello la casa sufrió varias ampliaciones.
La Casa Prince perteneció a un magnate de la madera y la hidroelectricidad, y principal proveedor de la electricidad de Calgary. Para ello construyó una presa con la que aprovechó la energía del río Bow. Aparte, invirtió en molinos harineros, envasadoras de carne, cereales e incluso una cervecería. Con parte de los beneficios construyó esta casa en 1894.
Originalmente se encontraba al oeste de Calgary y se trasladó aquí en 1967.
El curioso edificio que veremos a continuación se conoce como Instituto Montefiore que tiene una historia muy interesante.
Para conocerla debemos volver a Europa, donde en la década de 1880 los judíos sufrieron duros ataques antisemitas, sobre todo en Rusia y Rumanía.. Esto provocó la huida de una gran cantidad de ellos a la joven América del Norte.
La conocida como Colonia Montefiore se estableció en Alberta y fundó una escuela sinagoga.
El local sirvió como lugar de culto, sala de reuniones y escuela, llegando a tener su biblioteca más de mil libros escritos en yiddish e inglés, y fue de los últimos en llegar al Heritage Park, en 2008.
Muy cerca encontramos un vagón de tren conocido como el Mount Resplendent, un coche cama de 1912 con grandes ventanales para disfrutar de los recorridos que realizaba por las Rocosas.Este tipo de unidades iban normalmente al final del convoy y eran ideales para turistas y fotógrafos ya que permitían una vista de casi 360º del paisaje.
En una pequeña colina se sitúa el molino de viento de Bruderheim, fabricado por un inmigrante alemán, Wilheim Mallon, para moler las ingentes cantidades de centeno que producía su granja en Bruderheim, Alberta.
Para ello utilizó la resistente madera de abedul y el granito del río Saskatchewan, con el que dio forma a las ruedas de moler.
Una de las últimas incorporaciones al parque es la que alberga la exhibición "5 Mujeres de Alberta", que nos habla de las más influyentes del país. La casa es una réplica de la de Nellie McClung y la exposición cuenta su historia y la de otras cuatro que lucharon por conseguir que las mujeres fueran consideradas "personas" con voz y voto en la sociedad en 1929.
El último punto de la visita es la Gasoline Alley, un museo que refleja la Época Dorada del automóvil y que constituye una de las más grandes y completas en todo el mundo, con vehículos antiguos rescatados y restaurados a la perfección y todo tipo de artefactos relacionados con la distribución de petróleo y gasolina, desde principios del siglo XX hasta la década de los 50.
De entre el casi interminable catálogo de coches de la exposición voy a destacar varios que sobresalen por su singularidad.
La primera es esta furgoneta de reparto Ford de 1929. Hasta la década de los 30 el reparto se realizaba en carros tirados por caballos, pero la llegada de la producción encadena popularizada por Ford hizo más asequible el transporte motorizado.
Este camión de reparto de gasolina, añade una cabina de madera de roble, 1 gran tanque de combustible de casi 2.000 litros y otros doce pequeños de 19 litros cada uno.
En la siguiente imagen vemos un Cord L-9 de tracción delantera con un precioso capó alargado que le daba un aire muy deportivo, aunque no llegó a ser muy popular, ya que su precio sobrepasaba los 3.000$, una fortuna si lo comparamos con el Ford A que costaba unos 300$.
El modelo azul es un Auburn V12, cuyo precio era de unos 1.000$ y tenía 12 cilindros, que le otorgaban gran potencia al sumar el eje trasero a la tracción.
Este Stewart fabricado en Buffalo, Nueva York es un ejemplar único, ya que la compañía no solía fabricarlos al dedicarse casi exclusivamente a vehículos comerciales como furgonetas y camiones.
Los remolques como este Champios de 1959 tenían camas, cocina y otras comodidades como refrigeradores, lo que simbolizaban la libertad y la independencia de disfrutar de más tiempo en la carretera y los recién nacidos parques nacionales.
Cierra la visita este Plymouth del 56 una preciosa furgoneta o ranchera ideal para las familias numerosas del continente, que eran cada más más grandes y abundantes gracias a la bonanza económica de la postguerra.