Canadá, una aventura de Costa a Costa. La Costa Este (IV) Quebec (II)

De las cascadas nos vamos a un lugar de culto muy apreciado por los habitantes de Quebec, la basílica de Sainte-Anne-de-Beaupré, dedicada a Santa Ana, la madre de la Virgen María y de la que se guardan aquí tres reliquias (partes de su antebrazo y dedos).


Frente al edificio principal, encontramos una fuente de diez metros de altura que se construyó en 2008, durante las celebraciones del 350 aniversario de la fundación del santuario.

El estanque de bronce por el que fluye el agua está coronado por una estatua de santa Ana con la Virgen María en brazos.


El edificio, de estilo neorrománico está construido en forma de cruz latina, con una altura de 100 metros, un ancho de 60 y un fondo de 100 metros. Entre los dos campanarios se colocó la estatua de Santa Ana que se salvó del incendio de 1922.


En el tímpano se recuerda los episodios más importantes de la vida de Santa Ana, acompañados del ángel peregrino que vela por los miles de fieles que acuden hasta aquí cada año a visitar a la santa y que está rodeado de los doce apóstoles y varios santos de la cristiandad.


Los grandes portones que dan acceso a la basílica están recubiertos de cobre repujado a mano, y representan escenas de la vida de Jesús. Son obra de Albert Gilles y tardó un año en finalizarlas. Originalmente fueron hechas para la iglesia de San José de Quebec, pero cuando el templo fue clausurado en 2003 se trasladaron aquí para completar la impresionante fachada.


El templo tiene cabida para unas 2.000 personas sentadas y 8.000 de pie y hunde sus cimientos en el mismo lugar donde los marineros bretones decidieron levantar un pequeño santuario en honor a Santa Ana en 1658.


Construido demasiado cerca del río. aquel pequeño templo fue dañado por las mareas y vuelto a construir varias veces, hasta que se modificó su emplazamiento al actual. Muy pronto el lugar se convirtió en foco de peregrinaciones, debido a los numerosos milagros que tenían lugar tras su visita.


Así que la primitiva iglesia de madera fue transformada en una de piedra que se demolió en 1872, puesto que de nuevo se había quedado pequeña, esta vez dirigida por los redentoristas.


El ferrocarril trajo aún más visitantes a partir de 1881 lo que hizo que el papa León xiii la nombrara basílica menor en 1886. Pero la desgracia se cebó en el templo, que resultó destruido por un incendio en 1922.


El año siguiente empezó la construcción de la basílica que hoy visitamos en estilo Beaux-Arts, y que se ha hecho extraordinariamente famosa por sus procesiones de antorchas y sobre todo por las curaciones de enfermos y discapacitados.






A la izquierda del altar mayor se encuentra la figura de Santa Ana, también llamada la Imagen de los Milagros, y que tiene especial devoción por parte de los nativos canadienses, que rinden respeto a las abuelas dentro del núcleo familiar.


Bajamos ahora al piso subterráneo o cripta, con un exquisito estilo neorrománico y sustentado por columnas y adornado con mosaicos que representan flores y pájaros nativos de Canadá, así como representaciones de las Primeras Naciones y sus primeros contactos con el cristianismo.









Un lugar con encanto especial es la Capilla del Santísimo Sacramento, decorada por el pintor Marius Dubois con alegorías a la Eucaristía y al Cordero Místico.


Finalizada la visita volvemos a la ciudad de Quebec, para recorrer sus preciosos rincones.

Empezamos por el principal edificio administrativo de la ciudad, el ayuntamiento.

Construido cuando terminaba el siglo XIX en estilo ecléctico, es un precioso muestrario de tres expresiones artísticas: la clásica, la medieval y sobre todo la del château, todo ello muy en boga a finales de la era victoriana.


El edificio se encuentra en una pequeña colina donde antes se levantaba un colegio de jesuitas desde 1730 a 1878.


Muy cerca encontramos un edificio impresionante, que destaca dentro de la Ciudad Vieja, no sólo por su altura sino por su arquitectura, el edificio Price.

Se trata de una estructura de 18 plantas construida en 1930, por lo que es uno de los rascacielos antiguos de Canadá. Desde 2001 es la residencia oficial del Primer Ministro del país, ocupando concretamente los dos pisos superiores.

Originalmente fu sede de la Price Brothers Limited, especializada en la tala de árboles, para obtener la pulpa y de ella el papel.





Aunque en principio el proyecto tuvo detractores que veían peligrar la belleza de la Vieja Quebec con este edificio enorme y moderno, se dio carta verde a su construcción y en tan sólo un año quedó finalizado. Es inevitable que su forma nos recuerde a los primeros rascacielos de Nueva York.



Por su parte, el vecino Hotel Clarendon, ostenta el título de ser el establecimiento que ha estado funcionando de manera interrumpida durante más tiempo en todo el país.

Este edificio de tan sólo 4 pisos fue sede de los impresores de la reina, hasta que se convirtió en hotel Russel en 1870 y en Clarendon en 1894. Posteriormente se añadieron más pisos para dar lugar a más habitaciones.

Lo más destacable es su preciosa fachada Art Deco y Art Nouveau.



Las calles de Quebec también tienen sitio para la venta de pinturas y libros...


La catedral de la Santísima Trinidad (actualmente en obras), fue el primer edificio construido fuera de Gran Bretaña para ser sede de Catedral Anglicana y se inspiró directamente en la de San Martín de Londres.

Del interior destaca el mobiliario, hecho en roble de los reales bosques de Windsor, las vidrieras del siglo XIX y uno de los órganos más antiguos de Canadá.





A tiro de piedra está la Plaza de Armas, localizada en medio de los restos de una antigua fortificación y donde se celebraban importantes ceremonias de la vida militar.

Cuando la Ciudadela se construyó en 1830, el lugar perdió su función y se convirtió en parque público, en cuyo centro se erigió un monumento a la fe católica para celebrar la llegada de los misioneros recoletos a Canadá.



El plato fuerte del día es sin duda el corazón turístico de Quebec, la Terrasse Dufferin y el Château Frontenac.

La terraza es una enorme plataforma de madera que se localiza delante del Frontenac, con una maravillosa vista del río San Lorenzo.


Desde su inauguración en 1838 en honor al gobernador general Dufferin, es uno de los lugares favoritos de los turistas y los habitantes de Quebec para dar un paseo y disfrutar de la panorámica.



Durante el verano, la terraza está repleta de músicos y malabaristas actuando para los paseantes, y al caer la noche es el mejor lugar para ver los fuegos artificiales.

Bajo las maderas del suelo se encuentran las ruinas de Forts-et´Châteaux-Saint-Louis, lugar de residencia del gobernador durante 200 años.



Por su parte, el Château Frontenac empezó a construirse en 1893 como alojamiento para los pasajeros que usaban el tren para recorrer el país.

Fue William Van Horne el que tuvo la idea de levantar un establecimiento de 170 habitaciones. Dao el tremendo éxito del hotel se le añaden tres alas y la torre que lo hace famoso entre 1899 y 1924.

Muchos han sido los famosos y las personalidades que se han alojado en el Frontenac, como la reina Isabel II, la princesa Grace de Mónaco, Paul McCartney o Charlie Chaplin, pero el hotel es famoso por si mismo al ser el más fotografiado del mundo.

Su nombre le fue dado en honor a Louis de Buade, conde de Frontenac, que gobernó Nueva Francia durante dos periodos del siglo XVII.

Las cifras que ostenta son impresionantes: 12 kilómetros de pasillos, 2.000 ventanas o los 650 litros de miel que se recogen de las colmenas del jardín privado del château.







Pasando el Frontenac nos encontramos a los pies de la colina donde se levanta la Ciudadela.

Esta estructura fue residencia del gobernador general de Canadá y está situada en lo alto de Cap Diamant, siendo el edificio militar más antiguo del país. Aunque aún quedan restos de las primeras defensas que se levantaron aquí con la fundación de Quebec, la que vemos ahora se construyó entre 1820 y 1850.



Desde su cima podemos disfrutar de las mejores vistas de la ciudad.





Los británicos la utilizaron hasta 1871 y luego pasó a ser propiedad del gobierno canadiense, que la destinó también a uso militar. Su forma es la de una estrella, con cuatro bastiones y tres muros rectos, construidos con piedra arenisca local. En su interior hay 24 edificios de diverso tamaño que cumplían funciones de alojamiento y administración castrense.



De vuelta al centro pasamos ante la Catedral de Notre-Dame de Quebec, que se encontraba cerrada. Es la catedral más antigua de América del Norte.



Otro monumento importante es es de Saint François de Laval, que con sus 13 metros de altura rinde homenaje al obispo de Quebec, inaugurado en1908 en el segundo centenario de su muerte.

Coronando la estructura se encuentra el obispo, y bajo él una mujer que personifica a la religión, un niño que recuerda la fundación por parte de Laval del Petit Séminaire, un miembro de las Primeras Naciones que escucha al obispo y un ángel que con una palma en la mano glorifica al sacerdote.





El cercano Parque Montmorency se construyó sobre los restos del primer parlamento de Canadá, como bastión de defensa del que aún queda una batería de cañones.





Conozcamos ahora otro curioso lugar, las escaleras Casse-Cou o "Rompecuellos", la más antigua de Quebec.

Son 59 los escalones que nos llevan desde la Ciudad Alta a la Baja, o viceversa. En su origen, 1620, estaban hechos de madera, que se sustituyeron por tres rampas de peldaños de hierro en 1893, para quedar con su aspecto definitivo en 1960. El nombre le viene dado por lo inclinado del tramo, que indicaba la probabilidad de caerse al usarlas.


Por su parte el Funiculaire du Vieux-Quebec empezó a funcionar el 17 de noviembre de 1879, usando el vapor para mover sus cabinas. Posteriormente, en 1907, se acondicionó para su funcionamiento con electricidad y continuó en funcionamiento hasta 1945, cuando fue destruido por un incendio. Rehabilitado el año siguiente, fue en 1998 cuando se renovó completamente, actualizando su estructura que es la que vemos hoy día.



El funicular está situado al comienzo de la calle más famosa de Quebec, la Rue du Petit Champlain. Esta calle es una de las vías comerciales más antiguas de América del Norte, siempre llena de turistas que pasean por ella y entran a disfrutar de sus tiendas y restaurantes. No podemos dejar de admirar el ambiente que se respira en este pedacito de Francia en Canadá, formado por casas de dos o tres pisos hechas de piedra, con sus buhardillas, techos a dos aguas y enormes chimeneas.



Pero si hay un lugar en Quebec que desprende auténtica magia es la Place Royale, primer asentamiento francés en América. Fue aquí donde Samuel de Champlain, levantó el primer fuerte de madera que le sirvió como presidencia, puesto avanzado, almacén y centro del futuro comercio con las Primeras Naciones.


Aun puede verse marcado en los adoquines del suelo, el contorno de aquel primer asentamiento de 1608, que los canadienses conocen como "La cuna de la civilización francesa en América".



Los edificios que vemos hoy se usaron para el comercio de pieles con las Primeras Naciones. De aquí, las pieles y otros productos de importaban a Europa usando el río San Lorenzo como salida al mar, y a ellos llegaban las materias procedentes del Viejo Continente. Aunque los que vemos son una reconstrucción, ya que la plaza quedó en ruinas tras el ataque inglés de 1759.



Como punto focal de la Place Royale encontramos la iglesia de Notre-Dame-des-Victoires, que es la más antigua de América del Norte construida en piedra. También resultó gravemente dañada tras el ataque inglés, y fue la primera en quedar totalmente restaurada en 1816. Hoy es Sitio Histórico Nacional y orgullo franco-canadiense, ya que su nombre le viene dado por la victoria sobre los británicos de 1690 y el naufragio de una flota inglesa debido al mal tiempo.



De la plaza parte nuestro último punto de interés, la Rue Notre -Dame.

Una de las más antiguas de la ciudad, sus raíces se hunden en el año1640, y fue sólo en la década de 1950 cuando recuperó su aspecto original, ya que con los siglos fue perdiendo lustre y muchos edificios fueron abandonados por ciudadanos que preferían las comodidades de las nuevas estructuras de la parte nueva de Quebec.


Durante décadas se llevó una rehabilitación-destrucción con la que no estaban muy de acuerdo los quebequenses, ya que se sacrificaron valiosos edificios antiguos, derruyéndolos para levantar casas en un estilo franco-canadiense inventado.





En la pared de uno de los nuevos edificios se encuentra el Mural de los Quebequenses, una obra que usando el trampantojo ilustra la historia de la ciudad y rinde homenaje a los personajes ilustres de Quebec.

Durante 9 semanas, 12 aristas franceses y canadienses crearon este gigantesco y detallista fresco que fue inaugurado en 1999, y que nos muestra infinidad de elementos de la historia, la geografía, la arquitectura y la naturaleza de la ciudad.



Y a la mañana siguiente emprendimos el camino hacia la última ciudad en nuestro recorrido por el Este, Montreal.

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