Lo que antiguamente era conocido como el imperio Jemer que se mantuvo en pie hata el siglo XV lo conocemos hoy día como camboya. En la actualidad, sus ciudades mezclan a partes iguales modernidad y tradición. En el caos urbano, las motos son el mejor medio de transporte y el más utilizado por los camboyanos, una gente muy sociable y respetuosa (conviven muchas religiones entre las que destaca el budismo y el Islam).
Los templos de Angkor
El mas aclamado y atrayente sitio turístico de camboya. Se quedó a las puertas de convertirse en una de las siete marvillas modernas del mundo y han sido declarado por la UNESCO como Tesoro de la Humanidad.
Los paquetes turísticos recomiendan la visita a primera hora de la mañana para contemplar el amanecer desde las colinas adyacentes. El templo de Angkor es una de las partes que conforma la estructura religiosa más grande del mundo. En total, son una decena de templos de piedra que se pueden recorrer a pie, o si nos atrevemos, en elefante. Ademas se cuenta con divertidas excursiones en globo para pasarlo de la mejor manera viendo estos hermosos templos desde otra perspectiva.
Ha sido escenario de películas como Tomb Raider, y fuente de inspiración para El libro de la selva, como residencia de los monos. Pero más allá de la ciencia ficción, el rincón más encantador posiblemente sea el que ofrece el templo Bayón (el último en construirse, en el siglo XII) con sus galerías estrechas, amplios pabellones, paredes en piedra tallada y cuatro enigmáticos rostros mirando a cada uno de los puntos cardinales.
Cruzar el Mekong
Por Camboya cruza el pulmón del lejano oriente. El río Mekong divide el país de norte a sur, pasando cerca de la capital Phnom Penh. Por un precio bastante asequible se puede hacer un recorrido de 10 kilómetros sobre sus aguas en una zona que se caracteriza por tener una amplia comunidad de camboyanos viviendo en casas flotantes.
Recorrer esta zona es como dar un salto atrás en el tiempo. Las casas están construidas sobre la base de precarias embarcaciones de madera. El tiempo lo ocupan fundamentalmente entre actividades de pesca, artesanía y telares bastante rudimentarios. Asombra ver como se desenvuelven con absoluta soltura sobre las estructuras flotantes. Hasta hay escuelas para que vayan los niños.
La capital Phnom Penh
Más de un millón y medio de habitantes conviven en el mayor núcleo urbano del país. Nada comparado con las masificaciones que se pueden encontrar en ciudades de países vecinos como Bangkok. Tiene una amplia oferta turística para los turistas, con multitud de opciones para aquellos que van tan solo con una mochila a la espalda (desde 4€ la noche apróximadamente) y para los que disfrutan de todas las comodidades.
El Palacio Real es el mayor foco de visitas de la capital. Desde antes de entrar ya se notan la amplia diferencia cultural entre occidente y oriente: no se permite la entrada en tirantes ni en falda. Fue construido en 1866 por el rey Norodom y desde entonces ha sido la residencia de los reyes de Camboya, aunque en la actualidad el rey vive en un recinto separado del resto y que, lógicamente, no puede visitarse.
Entre las estancias más remarcables se encuentra la Sala del Trono, donde se encuentra el trono real y los bustos de los monarcas que ha habido; y la Pagoda de Plata, una sala llena de reliquias, empezando por las miles de baldosas de plata que conforman el suelo y terminando por las esculturas de oro y piedras preciosas.
Las ciudades del otro Camboya
Battambang es la segunda ciudad más grande del país. No es muy común entre los turistas ir a visitarla, pues la cercanía de Vietnam y Tailandia hacen que se contemplen también otras opciones, pero si se quiere ver la parte menos popular de Camboya, es destino obligado.
Allí veremos una ciudad de estilo colonial, pagodas o templos budistas, y cómo se desarrolla la vida entre los grandes cultivos de arroz de los alrededores. Los turistas más intrépidos que se adentren en las comunidades más humildes, descubrirán el tren de bambú, muy popular entre los habitantes de la región, que aprovechan unas vías de ferrocarril abandonadas.
En Poipet se notan aún más los contrastes. Está cerca del límite con Tailandia y es víctima del efecto frontera provocado por distintas legislaciones. En el país vecino no está permitido el juego, por lo que Poipet se ha convertido en Las Vegas del sudeste asiático. La otra cara de la moneda es la pobreza que genera entre aquellos que no encuentran trabajo pero se quedan en las proximidades subsistiendo como buenamente pueden.