Llevo un rato pensando cómo enfocar este post y no salgo de mi disyuntiva.
Por un lado, quiero contaros las mil maravillas salvajes que se esconden en la pequeña isla de Koh Rong (15km de largo y aún así, la segunda isla más grande de Camboya) pero por otro, soy consciente de que hablar de islas con playas paradisíacas en un blog, significa ayudar a que estas dejen de serlo en el futuro, pues el turista trae dolar y los dolares traen multinacionales que compran terrenos y hacen resorts que a su vez acaban con el encanto mágico de estos lugares.
De hecho, esto es algo que ya está pasando en Koh Rong, pues el grupo de inversión Millenium Group, actual “propietario” de la isla, ya ha proyectado hasta un aeropuerto, y 33 parcelas para sus respectivos resorts. En el blog de Hiworld encontraréis más información.
Pero hasta que se encuentren los inversores necesarios para llevar a cabo el proyecto, la isla permanece siendo un paraíso perdido, sin carreteras, sin electricidad, sin agua corriente. Tan salvaje que cuando el mar trae basura de otras islas o de los barcos, no hay forma de recogerla ni tratarla, y se queda varada en las playas, dando un aspecto de isla sucia, cuando en realidad la suciedad viene de fuera.
Pero que la isla sea salvaje, no quiere decir que no esté habitada. Hay un total de cuatro aldeas en Koh Rong, siendo la más grande de ellas la de Koh Tuich. A este lugar es a donde llegan los ferries desde Sihanoukville.
Cómo llegar a Koh Rong
Durante la temporada baja, la única forma de llegar a Koh Rong desde Sihanoukville es en un ferry de alta velocidad.
Este cuesta $20 con el pick up en el hotel incluido y el trayecto dura aproximadamente 45 minutos en llegar a Koh Rong.
En temporada alta, sin embargo, hay una segunda opción que es el ferry lento. Cuesta la mitad ($10) y tarda algo más de 2 horas. Durante la temporada baja y debido a los temporales y el monzón, no suele haber ferry lento.
Los ferries se toman desde el puerto de Sihanoukville, que en el momento de nuestra visita, estaba en obras y era un amasijo de arena, cascotes y cables tapados por tablones rotos. Si vas con mochila no es mucho problema, pero veíamos a la gente que iba con maletas de ruedas pasando un mal rato.
Las mochilas las mete el personal del ferry al final, cuando todo el mundo se ha montado, amontonándolas según se vaya a Koh Rong, o a Samloem y a la salida las revolean sin importarles que el suelo del puerto esté lleno de barro y se ponga empapadas, así que hay que estar atento para intentar cogerlas al vuelo.
Dónde alojarse en Koh Rong
Las opciones de alojamiento en la isla, al tratarse de un lugar prácticamente virgen, son algo limitadas, pero aún así hay opciones de varios precios y en varias localizaciones.
El principal foco mochilero es la aldea de Koh Tuich, donde se encuentran la mayoría de los guest houses y se puede encontrar el alojamiento más barato.
También hay que tener en cuenta que por las noches, la aldea no descansa y la música suena atronadora hasta altas horas de la madrugada. Nosotros estábamos alojados como a 3 kilómetros de allí y podíamos escuchar la música perfectamente, como si la tuvieran puesta bastante alta en la recepción de nuestro alojamiento.
Por esta razón, aunque al montarnos en la barca que vino a recogernos al puerto para llevarnos a nuestro alojamiento, nos dio la sensación de que nos estábamos alejando del “meollo”, después nos alegramos de estar en un lugar alejado, pues venir a Koh Rong es para perderte y sentirte Robinson Crusoe y no para hacer lo mismo que harías en Benidorm.
Sobre el alojamiento me debato entre si recomendarlo o no. Nos alojamos en el Pura Vita Resort la estancia más cara que pagamos en Camboya, $17,5 por persona y noche y realmente la sensación que se me quedó es que no los merecen.
Foto by Luisma
Foto by Luisma
El “resort” no deja de ser un conjunto de cabañas super básicas, sin electricidad ni agua corriente, con un interior bastante mugriento, cables colgando del techo, el grifo del lavabo suelto, una mini papelera para tirar los papeles del WC, (ya que hacerlo en el inodoro, lógicamente era atranque asegurado) que después de dos días con el calor y la humedad daba un poco de asquillo, pues nadie vino a vaciarla.
Por no hablar de las arañas del tamaño de galletas maría, pero señores, ¡es una isla salvaje! Realmente yo no esperaba ni agua caliente, ni wifi, ni nada de nada, más allá de lo básico, pero A OTRO PRECIO. Después de estar durmiendo en hotelazos por $9, realmente esperaba algo más del Pura Vita.
Otra cosa que tampoco ayudaba mucho se podría resumir con la siguiente foto:
Durante dos días sin parar a penas durante unas pocas horas, una tromba de agua monzónica nos impedía disfrutar del paraíso que nos rodeaba. Y nos obligaba a estar en nuestras habitaciones, o en la recepción-sala común del resort.
Pero lo que nos dejó peor sensación realmente fue la dueña del resort. Cuando llegamos nos dijo que había agua caliente y electricidad en las habitaciones. Nosotros flipamos y le dijimos que no nos lo esperábamos y cuando nos dimos cuenta de que no había nada de eso, se rió de nosotros en nuestra cara. ¿Distinto humor por choque cultural? Puede ser, pero la verdad es que no nos hizo ninguna gracia.
De hecho, la tarde en que ella se fue, cambió todo el ambiente del resort, los jóvenes que trabajan allí se acercaron a hablar con nosotros, y pasamos un rato super agusto y agradable.
Supongo que si el sol hubiera brillado, y hubiéramos podido disfrutar de las tumbonas, y zonas comunes exteriores del lugar, y no nos hubiéramos sentido tan “prisioneros” en la recepción del hotel, la sensación habría sido distinta.
Por otra parte la comida del restaurante del Pura Vita (el único que hay en 3 kilometros) está bastante buena, pero también muy subidita de precio.
Desde el Pura Vita Resort se puede llegar andando hasta la aldea de Koh Tuich caminando 45 minutos a través de la selva, pero hay que cruzar también una laguna que cubre hasta la cintura. No todo el mundo en nuestro grupo estaba de acuerdo en intentarlo, así que nos quedamos en Sonaya Beach. También se puede pedir a Vanny, la dueña del resort que te lleve en barco, por lo cual cobra $5 por cabeza y trayecto. (En nuestro caso, eramos 4 y nos costaría ir y volver $40!!)
Qué hacer en Koh Rong
En una isla en la que no existen los coches, ni las motos, ni las prisas más que “hacer” el planteamiento es “estar”.
Si tienes suerte y no te pilla el monzón, el agua es tan azul y la arena tan blanca que parece retocada con photoshop. Pasear por la playa, tomar el sol, nadar, respirar, descansar. Pero si la actividad llama a tu puerta, hay varias opciones que puedes considerar, (siempre y cuando, claro, no haya tormenta).
Muchos guesthouses o resorts ofrecen alquiler de equipos de snorkeling, o incluso excursiones guiadas a través de la selva del manglar.
Pasear por la playa también implica descubrir a sus habitantes nativos, grandes y pequeños, como los cangrejos que llenan la playa de misteriosos agujeros, que no sabes a qué vienen hasta que no ves salir a un bichillo de uno de ellos.
Foto by Luisma
Foto by Luisma
Foto by Luisma
En este lado de la isla, lo suficientemente alejado del puerto como para poder dormir, aunque no como para que no se oiga el musicón chunda-chunda de los disco-pubs, no hay fiesta nocturna.
Sin embargo, hay una actividad alternativa de luces mágicas y silenciosas que te atraparán como en un sueño, y te harán sentir que estás pisando o nadando entre estrellas fugaces. Se trata del plactón fluorescente o fitoplacton, un fenómeno que se da en las aguas de temperaturas cálidas cercanas al trópico.
El espectáculo se debe a la presencia de millones de partículas luminiscentes de fitoplancton, pequeños seres que emiten luz cuando reciben estímulos externos, por ejemplo el golpeteo de las olas al romper, un chapoteo, o remover el agua.
Al principio cuesta un poco verlo, pero cuando los ojos se acostumbran a la oscuridad, el espectáculo es sobrecogedor, ¡y muy divertido!
Y si te cansas de estos puntitos luminosos en el agua, puedes levantar la vista y maravillarte con el cielo estrellado más alucinante que puedas imaginar. Sin apenas contaminación lumínica a menos de 20 kilómetros a la redonda verás estrellas que nunca antes has visto.
Para haber hecho una buena foto habría necesitado un trípode, y un autodisparador, y no era el caso, así que mi compácta sólo fue capaz de captar un puntito de luz, pero imaginaros cientos de esos moviéndose con las olas del mar y os podéis hacer una idea.
Finalmente llegó el día en el que nos marchábamos y, ¡oh, ironía del destino!, amaneció con un sol radiante y un cielo azul. Pero ya nos marchábamos, Phnom Penh nos esperaba de vuelta y allí un vuelo a Vietnam, donde la aventura por el sudeste asiático continúa.
¡Hasta la próxima, Calderer@s viajer@s!
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