¡Saludos, Calderer@s!
(Uff, ¡cuanto hacía que no escribía esas palabras! :) )
Por fin se combinan los astros para que pueda sentarme a escribir el primer post de esta nueva temporada bloguera. Y no es que les haya costado poco combinarse, ¿eh?
Para empezar, cuando apenas llevábamos 4 días de viaje, nos enteramos por un sms de nuestro casero, de que salía agua por la puerta de nuestra pequeña casita, y sin posibilidad de que la persona que tenía las llaves pudiera ir a ver qué pasaba hasta un par de días después. La goma de la lavadora había reventado (sí, la cabrona se había esperado a que nos fuéramos 27 días de viaje para reventar. No podía haberlo hecho en cualquier otro momento del año y medio largo que llevamos viviendo aquí) y durante días estuvo saliendo agua a caño hasta inundar toda la casa.
¿El mayor estropicio? Las torres de los ordenadores, que los tenemos en el suelo, herramientas de trabajo y ocio y contenedores de nuestra música, documentos, programas, y por su puesto, de las fotos de toda una vida (viajes, momentos, el blog…)
Pero por suerte, un ejercito de padres y madres amorosos se personó en la casita lo antes que pudo para meterse un palizón de secar agua, sacar cosas y ponerlas a secar al sol para que nosotros decidiésemos qué tirar y qué no a la vuelta y adecentar un poco la casa para que por lo menos no tuviéramos que ponernos a limpiar lo más gordo la misma noche que regresábamos del viaje.
Pero aquí estoy ya, con ordenador prestado, y con las únicas fotos que tengo en mi poder ahora mismo (las de la tarjeta de la cámara) que vengo a contaros la historia de este maravilloso primer viaje al Sudeste Asiático durante 25 días repartidos más o menos por igual entre la enigmática Camboya y el vibrante Vietnam.
Empezamos el viaje 4 compañeros de viaje, y lo acabamos dos, y cada parte del viaje ha tenido su sabor especial y su encanto hasta convertirse en un recuerdo inolvidable en nuestras memorias.
Día 1 y 2: Phnom Penh
La capital de Camboya te cautivará con sus contrastes, sus gentes, sus colores, sus tormentas monzónicas a partir de las 5 de la tarde, sus mercados donde se vende todo lo imaginable (y lo inimaginable), sus pagodas, sus monjes con paraguas anaranjados para protegerse por igual del sol que del la lluvia, y por supuesto con el Palacio Nacional, la Pagoda de Plata y el Museo Nacional.
Alimentada por las aguas del río Sangker y a apenas 100km de Tahilandia, Battambang es el segundo centro urbano más importante del país. Una ciudad de arquitectura colonial salpicada de templos como el de Ek Phnom (a 11km), con su gigantesco Buda, y de actividades curiosas que realizar (como el divertido tren de bambú) y con una importante actividad artística y universitaria. Es una parada que merece la pena incluso para más de un día.
Como fuimos en Agosto, plena temporada de lluvias, el río Sangker era navegable hasta el lago Sap, donde pudimos conocer los pueblos flotantes de esta parte del lago, y sus costumbres y su forma de vida. Más de 7 horas en un barco que la única comodidad que ofrecía era un delgado cojín para tu banco de madera para hacer los apenas 200km que separan las dos ciudades. Aún así, merece la pena. Para nuestros ojos que nunca habían visto este tipo de pueblos flotantes fue una experiencia realmente impactante.
Solo quedan los vestigios medio engullidos por la jungla de lo que fueron las grandes construcciones religiosas y palatinas del imperio Khemer, pero aún así, no es suficiente con 3 días completos dedicados a visitar las ruinas para verlos todos.
Nuestra recomendación es empezar de menos a más, por los templos más pequeños como Preah Khan, Ta Som, el Mebón Oriental o Pre Rup y dejar el gran templo de Angkor Wat (la estructura religiosa más grande del mundo y de la historia), las impresionantes caras del templo de Bayón o la fusión de piedra y madera de Ta Prohm para el final. Aunque otra opción es utilizar el tercer día para alejarse un poco más, y visitar los increíbles relieves de Banteay Srey, Banteay Samré y o los relieves semi-sumergidos en el río de Kbal Spean.
En realidad no llegamos a pasar 2 días completos en Sihanouk, sino día y medio, pues nuestro vuelo desde Siem Reap salía con retraso (preavisado) pasado ya el medio día. Como el sol se pone a las 18:00, cuando por fin llegamos a nuestro hostel en la playa de Otres era ya noche cerrada. Con el añadido de que estaba diluviando, y así siguió toda la noche. Al día siguiente el agua nos dio un respiro y pudimos disfrutar de la increíble playa de Otres, y alegrarnos de no habernos alojado en el ruidoso pero a la vez decadente centro de Sihanouk.
La verdad es que no nos podemos quejar en general del tiempo que nos hizo en nuestro viaje. Sobre todo teniendo en cuenta que fuimos en temporada de lluvias. Pero lo que nos pasó en Koh Rong se puede denominar de $%&tada.
Estábamos en el mismísimo paraíso pero no podíamos salir de nuestra cabaña, o de la cabaña-restaurante del hotel porque la lluvia torrencial no te dejaba hacer nada. ¡Durante dos días seguidos! Para amanecer un sol radiante el día que nos vamos :(
Aún así, la playa interminable, la jungla circundante y el manglar que mezcla sus aguas con las del mar, son más que motivos suficientes para no parar de flipar en esta isla, a la que por otro lado, le sobra una buena dosis de basura en la ribera del mar.
Otro plus: el plancton fluorescente nocturno.
Un primer vuelo que se retrasa casi 3 horas, que te hace perder el siguiente vuelo, sumado a que no hay conexiones domésticas en Vietnam y tienes que bajarte de tu avión, pasar el control de pasaportes (¡Confirmado! NO es necesario ni visado ni carta de invitación para entrar en Vietnam con pasaporte español), coger tu equipaje, volver a entrar al aeropuerto y facturar, hicieron que nuestra llegada a Hoi An fuera una aventura en si misma.
Pero nada de eso importa, pues al final del camino nos estaba esperando una Saigón bien fresquita por menos de $1 la botella y con eso ya encontramos la paz. :D
Hoi An se puede decir que es la niña mimada de Vietnam. Entre otras cosas porque durante los intensos bombardeos por parte de la aviación americana en los años 60 los objetivos fueron Hue y Da Nang, y a esta pequeña ciudad de ensueño, por suerte, no le cayó ni una bomba.
Bañada por el rio Thu Bon, fue un importante puerto pesquero durante los siglos XVI al XVIII, y su casco antiguo se conserva intacto. Aquí parece que el tiempo se ha detenido, y las influencias chinas, japonesas y europeas de su arquitectura crean un ambiente mágico que le ha valido el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Pronunciado /mi son/ y no /mai son/, este conjunto de templos a 60km de Hoi An fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999 y es uno de los vestigios más importantes de la cultura Champa.
Sin embargo la mayor parte del complejo se encuentra en un pobre estado de conservación, debido a los bombardeos que sufrieron las estructuras durante la guerra de Vietnam y a los expolios de los franceses. Sólo se pueden visitar ciertas áreas, aunque recientemente han abierto otro templo recién restaurado.
Y para terminar el día, una tarde de playa en An Bang.
La Lonely Planet lo recomendaba como una actividad en sí mismo.
No sé si por las dos horas de retraso con las que salió el tren después de un madrugón que nos dejó sin el desayuno del hotel, porque no nos tocó una ventana, o porque ibamos en la fila de asientos del lado contrario a la costa, donde están las vistas de las preciosas playas de esta zona del país, pero en general nos pareció que no merece la pena las casi 5 horas que tardamos en recorrer los 100km.
Aunque como a la vuelta lo hicimos en bus (3 horas), así nos sirvió para comparar la carretera de montaña con el recorrido del tren por más cercano a la costa.
Del tirón, después de tantas horas de inactividad, nos vimos la Ciudad Imperial de Hue, que al contrario que en el casco histórico de Hoi An, fue severamente bombardeada, habiéndose perdido por completo la Ciudad Púrpura Prohibida del complejo imperial.
Queríamos vivir la experiencia de montar en moto en Vietnam, pero dado que ya habíamos visto varios accidentes de moto en lo que llevábamos de viaje, (hasta ayudamos a levantarse a una señora que no sabemos cómo, de repente estaba en el suelo en mitad de un cruce), nos daba un poco de respeto conducirla nosotros mismos, sobre todo después de tantos años sin coger una moto.
Pero Hue tenía la solución perfecta para nosotros: tours en moto con conductor por los alrededores de la ciudad. En teoría en estos tours solo te llevan a los sitios y ya, pero además uno de nuestros conductores sabía bastante bien inglés y nos contó un montón de cosas sobre los sitios que visitamos. ¡Incluso sus recuerdos sobre la guerra de Vietnam! Una experiencia intensa en todos los sentidos.
Da Nang es una de las ciudades que más ha evolucionado en las últimas décadas.
De puerto de desembarco de los marinos estadounidenses en los 60 y campo de batalla, a ser una bulliciosa ciudad con puentes vibrantes de luz y color, bares internacionales, frenética actividad de autobuses conectando el sur con el norte, y por supuesto…las Montañas de Mármol.
La Lonely Planet pasa casi de puntillas por esta maravilla medio natural, medio humana. Por favor…no os las perdáis… Nunca olvidaré la sensación de grandeza, armonía, serenidad, fuerza de voluntad humana y solemnidad que me invadió cuando bajé las escaleras de la cueva de Huyen Khong.
Se puede llegar en autobús de linea desde Da Nang.
Dicen que Hanoi es una de las capitales más evocadoras de toda Asia.
No puedo confirmarlo, desconociendo aún gran parte del continente, pero no me extrañaría que fuese verdad. Un casco antiguo que aún se organiza en gremios como en la Edad Media, mercados atestados de gente y animales vivos listos para ser despellejados en cualquier momento, niños sentados en las vías del tren que apenas dejan el espacio para que pase el tren entre las paredes de las casas que las rodean, un lago en el corazón de la ciudad rodeado de árboles que se convierte en el punto de encuentro de la gente al amanecer para practicar taichi chuan, y de jóvenes universitarios al anochecer en busca de diversión, o extranjeros con los que practicar inglés.
Por otro lado, la ciudad también alberga grandes monumentos históricos y políticos, como es el Mausoleo de Ho Chí Min, varios museos y templos.
No nos dio tiempo a verlo todo y nos quedamos con ganas de más Hanoi.
Día 20 y 21: Bahía de Ha-Long
Vale que a Sapa no nos daba tiempo a llegar, (teníamos que volver a Phnom Penh para coger el vuelo de vuelta a España), pero la bahía de Ha-Long no se nos podía escapar. Aunque haya sido en un tour organizado de los de corre-corre-que-te-pillo, nos mereció la pena sin duda los dos días que pasamos, navegando, remando, explorando cuevas, nadando y contemplando las maravillosas formaciones de karst por las que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y es considerada una de las siete maravillas naturales del mundo.
Y si poco tiempo pudimos pasar en Hanoi, menos todavía en Ho Chí Min donde apenas si nos dio tiempo a visitar la oficina de central de correos, con su imponente imagen de Ho Chí Min dominando la escena, la catedral católica, y la pequeña pagoda del Emperador de Jade con impresionantes esculturas de madera, rodeadas de una nube de incienso.
Aun así, suficiente para llevarnos una idea general de la mega ciudad que es Saigón.
Día 23: Autobús Ho Chí Min – Phnom Penh
Cruzar la frontera subiendo por el río Mekong hasta Camboya y hacer un raro paso fronterizo en el que el ayudante de conductor del autobús se lleva todos los pasaportes de los viajeros, te hace las gestiones, desaparece, pasas el control sin tu pasaporte, te lo dan justo para que te pongan el sello de salida del país, te lo vuelven a quitar, te montan en el autobús, te llevan hasta el puesto fronterizo de Camboya y te lo vuelven a dar para que te sellen la entrada.
Y ya de paso, te cobran $5 más por la cara, por hacerte “la gestión”.
Pero timos fronterizos a parte, el paisaje es una pasada. Y los cambios entre los dos países evidentes desde el minuto cero, a pesar de estar tan cerca y de ser tan parecidos, a la vez son tan diferentes.
Un viaje largo y con un vuelo de 12 horas entre Guangzhou y Amsterdam en un avión antiguo que tenía pantallas cada x metros y te obligaba a ver los vídeos que ponían en bucle quisieras o no (manta a la cara, modo burca, imprescindible para poder dormir).
En Guangzhou, 6 horas de escala más 1 de propina de retraso del avión. Por lo menos hay wifi gratis con tu pasaporte. Qué pena no haber tenido visado para China y poder salir a darnos una vuelta.
¿Será quizás nuestro próximo destino? :P
¿Os venís con nosotros de viaje, Calderer@s?
Archivado en: Viajes Tagged: Asia, Camboya, itinerario, libertad, rutas, sudeste asiatico, viajar, Vietnam
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