Con Chernóbil, Auschwitz y cárceles de la antigua Unión Soviética como los sitios más destacados y reconocidos, el turismo oscuro está cada vez más consolidado en todo el mundo. También llamado turismo negro o "de dolor", se trata de una modalidad en la que viajar se asocia con lo trágico y referente a la muerte. Sin embargo, la trascendencia de estos lugares tiene que ver en una mayor medida con el prestigio en función de lo histórico y no tanto con lo estrictamente alusivo al sufrimiento.
Lo cierto es que uno de los países que viene desarrollándose con intensidad en materia de turismo oscuro es Bulgaria, que apuesta por estos sitios fantasmales tales como ciudades abandonadas, prisiones con un valor especial en la historia, autopistas quedadas en el tiempo e incluso campos de concentración devenidos en museos. Es probable que esta forma de viajar no cautive a quienes forman parte del turismo masivo. Pese a ello, no se puede omitir su crecimiento ni su singularidad.
Dentro del territorio búlgaro, el noroeste es tal vez la región indicada para los adeptos a este tipo de turismo. Allí, al visitante le esperan viejas aldeas y localidades que han quedado sumergidas en el olvido, el aislamiento, la incomunicación. Es así que están directamente asociadas con la melancolía, la nostalgia y hasta el propio entristecimiento.
Todos estos términos sirven perfectamente para describir la esencia del turismo oscuro, que en esta interesantísima nación de Europa del Este cuenta con construcciones prefabricadas que se vienen abajo, fábricas abandonadas, establecimientos agrícolas solitarios y deshabitados, y rastros desteñidos de un comunismo que muchos locales no quieren recordar. En ese sentido, existen las "Giras comunistas para nostálgicos", un viaje al pasado que proponen determinados operadores turísticos para los amantes de esta poco ortodoxa manera de viajar y vacacionar.
Estadounidenses, belgas, suecos y franceses dominan la escena del turismo negro en Bulgaria, aunque está claro que llegan viajeros desde las más diversas latitudes. Por ejemplo, para conocer la ciudad de Pernik (oeste del país), hoy desolada en su zona industrial pero en otros tiempos afianzada como el eje nacional de la industria dedicada a la fundición de acero. O bien el corazón de la misma Sofía, la capital búlgara, que alberga el monumento al Ejército Soviético, uno de los emblemas del totalitarismo.