Llegamos bien de tiempo, es más, nos sobraron otros 20 minutos. La estación es pequeña y todo está bien indicado por lo que no nos costó encontrar la ventanilla de venta de billetes internacionales que está al entrar justo a la derecha (un letrero bien grande lo dice) y los compras allí mismo. Llegamos a las 7:50 y el tren salía a las 8:10 en dirección Varsovia. No tuvimos problema para comprar el billete en inglés y preguntar algunas dudas, que era a lo que yo más temía y además la señora era bastante maja. Me estaba llevando una sorpresa positiva con el carácter de los húngaros.
El tren dentro tenía pequeños compartimentos independientes así que interrumpí en uno de ellos para asegurarme y preguntar si íbamos en el tren correcto. Unos chavales jóvenes me miraron con una mezcla de susto y miedo cuando abrí la puerta pero me respondieron sin problema. Faltaban 5 minutos para que partiese el tren y como iba casi vacío, nos instalamos en un compartimento para los dos.
Nos esperaban 3 horas de viaje que entre tonterías y risas, música y el paisaje que íbamos viendo por la ventanilla, se pasaron como si solo hubiese sido 1. Mirando por la ventanilla éramos como niños, todo nos llamaba la atención y solo del recorrido hacia Bratislava tengo 100 fotos jajajajajaj (muy feas por cierto). Había niebla y además hacía muchísimo frío así que el paisaje fue entre gris y algo de nieve hasta llegar a la capital eslovaca con la sorpresa de que allí estaba el sol fuera pero el frío aun era peor que en Budapest.
La estación de Bratislava parecía más bien de un pueblo grande que de una capital de país. Estábamos en Eslovaquia, país del que aun sabemos menos que de Hungría. Puede que lo único que sepamos es que su capital es Bratislava, su moneda es el fin. Motivo claro por el que tendré que investigar sobre este país.
Además la estación era bastante, bastante fea, olía a carne a la brasa en cualquier parte y encima había que pagar a una señora para entrar al baño, por lo que decidí posponer la urgencia para media hora después, pues queríamos almorzar en alguna parte. Íbamos a llegar al casco antiguo a pie por la avenida Stefánikova, aunque nosotros por error nos fuimos por Stefanovicova (telita con los nombres!). Nos desviamos bastante y perdimos un rato en reencontrarnos, además la calle por la que fuimos seguía siendo bastante fea y el parque que atravesamos Námestie Slovodi estaba sucio, abandonado y lleno de pintadas... y sin darnos cuenta llegamos a una calle llena de vida, tiendas y sitios de comida rápida, menos mal que Bratislava es una ciudad pequeña. Que no os engañe el aspecto abandonado y sucio de las calles y el desconocimiento de esta ciudad. Bratislava no es una joya europea pero tiene su puntillo y me pareció una buena opción para pasar el día si se está en Budapest varios días.
Al llegar a esta avenida, Obchodná, lo primero que nos llamó la atención fue la pared de un edificio donde había varias cabezas de militares rusos. Se trata del Slovenské múzeum dizajnu, o museo de diseño, aunque me gustaría saber qué pitaban esos militares ahí, para qué había servido ese edificio. Continuamos por esa avenida tan cuqui porque daba la sensación de que la ciudad fuese rosa! así que me estaba gustando jijiji.
Námestie slovodi
Obchodná
Mario no pudo resistirse a comprar una porción de pizza que por cierto, para ser las 11 de la mañana, estaba lleno de gente y tuvimos que hacer cola para comprarla. No eran pizzas como las que puedan vender en una confitería o panadería, eso es lo raro. Eran como pequeños locales tipo kebab, pero en pizzas y la gente ya estaba sentada comiendo... La porción de queso con salami nos costó 140 , pero además de estar riquísima, era enorme y la tuvimos que partir en 2. Por tanto, media porción de pizza bastante generosa y aceptable para cada uno por 070 ¿barato verdad?
La intención era entrar al casco antiguo por la Puerta de San Miguel, pero al equivocarnos accedimos por Ursulínska, viendo a mano derecha la iglesia de Kostol Zvestovania. Está claro, esto tenía que ser el casco antiguo. Así que ya solo nos quedaba dejarnos llevar pos las calles que más nos gustasen y disfrutar.
Llegamos hasta la plaza Hlavné námestie donde estaban montando el mercadillo navideño, así que no pudimos verla bien. También retrocedimos hacia la Puerta de San Miguel, que es uno de los puntos más bonitos de la ciudad y había que hacer una foto.
Bratislava es conocida también por sus esculturas escondidas por los callejones del casco antiguo, aunque tal vez nos faltó callejear un poco más porque solamente nos topamos con una, pero al menos es la más conocida: Cumil, el trabajador bonachón que asoma por la alcantarilla.
por el casco antiguo
Puerta de San Miguel
Cumil
Alrededor de las 13:00 h. entramos a comer a un McDonals. Necesitábamos refugiarnos del frío y un servicio porque no podía aguantar más y... sorpresa! tampoco se podía usar el servicio del McDonals si no pagabas 050 a un torno como los del metro. Opté por colarme pero había videovigilancia... así que no me quedó más remedio que pagar...
Además la chica que nos atendió tampoco puso interés en entendernos y después de intentar explicar que queríamos unas patatas deluxe (que no existían) optamos por las normales y ella se permitió también el lujo de escoger por nosotros las hamburguesas que le dio la gana. Sin comentarios, nos acomodamos y empezamos a comer hasta que notamos cierta olor a
Llegamos entonces sobre la hora de comer a la orilla del Danubio. Aunque estaba el sol fuera, el día era nublado y un poco feo. La verdad es que fue un error no callejear un poco más por el casco antiguo, pero al menos nos dio tiempo a subir al castillo de Bratislava, el edificio más conocido de la ciudad ya que aparece en prácticamente todas las postales.
Nos costó encontrar por dónde subir al castillo. Cruzamos el puente por bajo, lo que nos tentó a cruzar el río y ver la ciudad desde ese punto de vista, pero eso nos hacía perder mucho tiempo así que lo descartamos. Dando vueltas por la carretera y el puente entramos por error a la estación de autobuses de Bratislava ¿y cómo se entra por error a una estación de autobuses? porque más bien parecía una parada de bus cualquiera con muchos autobuses, ah! y alguna taquilla. Finalmente dimos con una callecita que subía hasta el castillo.
Era una especie de Albaicín de Granada al estilo centroeuropeo. Callecitas estrechas y empinadas encantadoras sin perder el encanto del casco antiguo de Bratislava y con gente mucho más seca. Después había unas vistas espectaculares al río y al puente hasta que finalmente llegamos al castillo, pero nos encontramos con que no se podía acceder ni siquiera a los jardines, así que optamos por quedarnos por los alrededores, sentarnos en un banco al sol y descansar un rato, pero no sabéis lo que era eso y nosotros tampoco. El sol no servía para nada, sentarse en el banco era como sentarse en un pedazo de hielo y quedarse inmóvil 2 segundos era condenarse a la congelación, por lo que no podíamos pararnos mas que para hacer algunas fotos. Fue horrible.
Para colmo nos dio bastante sed, sacamos la botella de agua que nos quedaba sin abrir y resulta que por error la compramos con gas. Por más que intentábamos beber nuestras caras de asco lo decían todo... tuvimos que abandonar la botella porque nos fui imposible beber.
No duramos mucho allí arriba, teníamos que comprar unos imanes de recuerdo y además yo quería tomarme un café bien caliente en alguna parte antes de irnos a la estación de tren así que empezamos a bajar la colina y entramos de nuevo en el casco antiguo.
A pesar de que el sol ya se estaba escondiendo y el frío cada vez era peor, era agradable pasear porque había gente por las calles y las tiendas seguían abiertas, aunque no por mucho tiempo. Tampoco nos costó encontrar una cafetería con una oferta que decía: expresso + cheesecake 25 y sin dudarlo entramos a por ese café con postre incluido.
Aquí el frío nos dio una tregua. Tardé 0, en deshacerme del abrigo y además podíamos usar los baños sin pagar a parte. El sitio era muy guay, cálido y agradable, recuerdo que tenía un aire rústico, era casi todo de madera y el techo era una bóveda. Pero lo mejor estaba por llegar...
Nos quedamos asombrados cuando nos sirvieron los cafés con las tartas. Vaya pedazo de expresos (a ver quién duerme esta noche) y nos pusieron unos vasitos de agua como si nos hubiesen leído la mente! además la tarta estaba de muerte...
Pues todo eso costó solamente 5 entre los dos. Nos tomamos un respiro y recuperamos un poco de temperatura en el cuerpo y continuamos nuestra búsqueda del imán y posterior rumbo a la estación de tren mientras empezaba a anochecer.
Llegando a la estación a las 16:15
Nada más llegar a la estación nos llevamos una sorpresa: nuestro tren se estaba retrasando más de media hora y no había prevista una hora de llegada... ¿ahora qué? algo nos olíamos que podía pasar con los trenes ¡qué desastre! cuando intentaba preguntar en las ventanillas de tickets me ponían caras de no entenderme y otras me decían que no hablaban inglés. Aquí dio comienzo mi agobio, el disgusto de los viajes que no podía faltar, incertidumbre ¿qué pasaría con nuestro tren? pero no fue para tanto excepto porque realmente se retrasó tres cuartos de hora. ¿Podríamos reclamar? qué más da... por fin llegó nuestro viejo tren azul a la estación ya de noche y nos fuimos. Qué frío hacía...
En el tren tuvimos que ocupar un compartimento con 3 chicos porque a esa hora el tren iba lleno. La vuelta se hizo más pesada porque además no se veía nada por la ventana, pero esas 3 horas sirvieron de descanso. Nada más llegar a Budapest pusimos rumbo al centro para cenar un bocata de salchicha gigante que se le antojó a Mario. La verdad que fue un robo, así que para llorar las penas decidimos buscar los Ruin Pubs donde vendían cerveza barata y ponían buena música de muchos estilos. A pesar de estar reventados, el cansancio mereció la pena. Volvería solo Budapest para salir allí de fiesta jajaja. Menos mal que la programación del día siguiente era más relajada...
http://www.guiadebratislava.com/restaurantes/
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