Para muchos, una abuela o un abuelo son como unos padres más. Te ha visto crecer, te ha cuidado. Y, aunque de vez en cuando se queje de alguna molestia, saca fuerzas de donde no las tiene y afronta los problemas con más voluntad que nadie. Tienen la cabeza fría y, cuidado cuando se ponen de mal humor, que tú siempre serás su protegida y quien se meta con su nieta, puedo asegurarte, tiene todas las de perder.
Se ha adaptado al teléfono móvil y lo de las redes sociales pues no le acaba de hacer mucha gracia, pero para gustos los colores. No te diría que no a una buena charla y, no te pierdas detalle, pues te sorprenderás aprendiendo lecciones que no se enseñan en el colegio.
A veces buenos amigos, otras veces buenos confesores, quién si no tus abuelos pueden guardarte el mayor de lo secretos inconfesables.
Porque les encanta hablar de sus nietos y alabar todas sus aventuras. Y a ti contárselas. Además, sólo ellos ceden ante tus caprichos y son tu mejores aliados cuando tus padres no están de acuerdo.
A veces, cuando se queda callada y su vista se pierde a través de la ventana, me pregunto en qué estará pensando. Son muchas las historias que te ha contado, y puedes imaginártela años atrás, presumida a su manera. Puedes imaginarte a tu abuelo, tantos años más joven, haciendo de las suyas. Hubierais sido un buen equipo.
Pero todo momento llega y un día, simplemente, se va. Y esta es la parte del texto en la que aparece ese nudo en la garganta. Porque además de todos los problemas, hay algo más contra lo que tiene que luchar: el paso del tiempo. Y, de repente, te das cuenta de que no te contó todas las historias que querías saber, que aún hay fotografías en blanco y negro que no reconoces, que no te enseñó a coser como un día le prometiste, a cocinar como sólo ella lo sabía hacer. Que deberías haberla dejado ganar a las cartas, que no te hubiera importado pasar más horas frente a la televisión viendo un programa que no te interesa, que tienes tantas y tantas cosas que han quedado por hacer…
Puede que tu abuela o tu abuelo se hayan ido pero, de algún modo, siempre te acompañan. Te hacen fuerte en los duros momentos y sus consejos todavía te sirven ante las dudas. Son para ellos todas tus victorias y, aunque no estén contigo, sé que estarían muy orgullosos. Y si aún puedes contar con ellos, es un buen momento para decirles lo mucho que te importan porque, aunque se hagan los duros, por dentro estarán totalmente agradecidos.
Hace unos días, en un partido de fútbol, la mejor de las animadoras era una señora que, superando los 80 y muchos, gritaba ánimos a su nieto desde las gradas. Tendrías que haberla visto llorar de alegría ante su primer gol. Fue fascinante.