LO PRIMERO, EL ALOJAMIENTO
Para empezar, el vuelo desde Madrid es un abrir y cerrar de ojos. Apenas dura una hora, 45’ desde Barcelona y 30’ desde Valencia. Ni te lo pienses. La siguiente cuestión a resolver es el alojamiento. Hay opciones para todos los gustos: puedes optar por el paseo marítimo, junto al puerto deportivo y los bares de copas; por el casto antiguo, en pleno centro de la ciudad; o por el Portixol, donde además de la brisa respirarás una calma total. Para no volverse loco, lo más aconsejable es consultar en www.hundredrooms.com y valorar la mejor opción. Si no la encuentras ahí, probablamente no exista.
LLONGUET EN ES VAIXELL
Si quieres empezar bien el fin de semana, bajar de revoluciones y descubrir que el mundo puede ir más lento ¡y no se cala!, dirígete a Es Vaixell. Para un mallorquín, Es Vaixell es el sitio perfecto para desayunar, comer, merendar o cenar, y lo que dirá es: vamos a hacer un llonguet al Vaixell. El lloguet es un pan típico mallorquín que se utiliza para hacer bocadillos. La sobrasada, el camaiot, el queso mahonés y demás productos locales harán el resto. Siempre lo sirven cortado a lo largo con unas olivas (otro de los grandes manjares de baleares), así que, acompañado de una ensalada, será un menú perfecto para dos. Para mí, el de camaiot con queso mahones no tiene rival.
PASEAR POR EL PORTIXOL
Es Vaixell está junto al puerto de El Portixol, un antiguo barrio pesquero reconvertido en el paseo más atractivo para los mallorquines. Transcurre sobre el mar y, en algunos tramos, se dejan ver unos metros de arena que invitan a posar los pies y darse un baño rápido (un capfico). La gente de Palma se acerca al Portixol a correr, patinar, montar en bici, pasear con la familia o sentarse en un banco a leer. En verano, habrá quien se baje la mesa y las sillas para organizar una cena al atardecer. Como hacía de pequeño con mis padres en la Playa de Madrid, pero con el mar de verdad.
COMER EN EL MERCADO DE SANTA CATALINA
Para comer, un plan en auge en Palma es acercarse al Mercado de Santa Catalina, el barrio de moda de la ciudad. Existen varias opciones, pero la más auténtica es tomar un variado en Can Frau, el bar de la esquina. Allí, la gente se arremolina los sábados por la mañana para comer un variado. Como su propio nombre indica, se trata de un plato en el que el camarero mezcla lo que tenga a mano en ese momento: berenjenas rellenas, pica pica, frito mallorquín, ‘pilotas’ (albóndigas), ensaladilla rusa, costillas . Sólo tiene cuatro mesas y, lo más curioso, es que se encuentran dentro de la barra. Pero lo mejor es quedarse de pie en la puerta.
El otro gran mercado de Palma es El Olivar, más céntrico y con una gran lonja de pescado. También podrás comer allí, pero diría que es un poco más turístico: sirven sushi, ostras, etc. Y un tercero, el mercado de Pedro Garau, que es el de diario. Los martes y los jueves instalan sus puestos los payeses y venden frutas y verduras a un precio (y sabor) increíble. ¡Los tomates son rojos y saben a tomate!
DESCUBRIR RINCONES DEL CENTRO
Palma tiene un montón de rincones idílicos y calles para perderse. Desde la Lonja, con las caballerizas de la calle Sant Feliu, hasta La Calatrava, pasando por Jaime III (sube a la terraza del hotel Almudaina), la Plaza del Mercado (fíjate en el edificio modernista Can Casasayas), la Plaza Weyler (con el también modernista Gran Hotel, ahora reconvertido en CaixaForum) y la calle de la Riera (donde se levanta el Teatro Principal de Palma), antes de subir por la Costa de la Pols. Ahí se encuentra uno de mis lugares favoritos de la ciudad. De esa pequeña plaza te llamarán la atención el Café Antiquari, donde podrás comprar cualquier objetivo del mobiliario (mesas, sillas, sofás, aparadores…), y La Biblioteca de Babel. Si está libre, pilla la mesa de arriba junto a la cristalera y tómate algo mientras decides qué libro llevarte.
UNA ENSAIMADA EN CAN JOAN DE S’AIGO
¿Y qué pasa con las ensaimadas? Haces bien en preguntar, porque Palma está repleta y no es fácil elegir. Las más famosas (y, para mí, las más sabrosas) son las de Can Joan de S’Aigo, una mítica cafetería del Casco Antiguo, cercana a la Plaza Mayor. Hay quien piensa que les sobra manteca, y puede que tenga razón, pero para mí son las mejores (si sólo comes una, claro). Por cierto, en Can Joan encontrarás todo tipo de dulces mallorquines, pero no dejes de probar cualquiera de sus helados artesanos. ¡Son espectaculares!
VISTAS DE PALMA DESDE NA BURGUESA
Para terminar el día te recomendaría subir a Na Burguesa, donde encontrarás la mejor vista de Palma. En el mismo mirador hay un restaurante. Puedes cenar allí o bajar a Génova, un barrio conocido precisamente por sus restaurantes (allí es donde viví yo, así que creo saber de lo que hablo). Todo el mundo te hablará de Can Pedro, así que, si tu opción es disfrutar de la comida mallorquina, te habrán dado un buen consejo (de todas formas, para mí está más rico el frito mallorquín de Can Pep, un sitio algo más modesto).
APÚNTATE A UNA TORRADA
Si te quieres sentir plenamente mallorquín, tienes que hacer una torrada. La calle se llena de fogatas y barbacoas en dos fiestas concretas: Sant Antoni —y el dimoni con sus correfoc (mira el vídeo de abajo)—, que suele ser entre el 15 y el 17 de enero, y San Sebastián, la fiesta grande de Palma, que se celebra unos días después, entorno al 20. Y lo que digo es literal: todo el mundo torra esos días en la calle y el centro de la ciudad es un espectáculo de barbacoas, bidones cortados y demás artilugios en los que quemar leña y asar carne, butifarrón, chulla para ponerlo en pan moreno o llonguets. ¿Recuerdas? El pan del que te hablé antes y que utilizan en Es Vaixells. En la fiesta de San Sebastián, los bares sacan barras a la calle y la ciudad se llena de escenarios (unos siete más o menos) con música en directo. Si alguna vez te planteas viajar a Mallorca en invierno, te recomiendo que lo hagas en estas fechas.
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