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Seattle en primavera es como esas ciudades de la Italia renacentista que te sorprenden con monumentos escondidos tras cada esquena, solo que mi querida Ciudad Esmeralda lo hace con cientos de flores. Algo mágico flota en el aire estos días, y no es sólo el polen. Mire donde mire lo veo: personas que han venido aquí a encontrarse con ellos mismos, personas que han venido a encontrar a otros, a conocerse, personas que pasean silenciosas, personas que miran fijamente el mar como buscando algo que quizás aún ni sepan que existe. Me complace haberme unido a ellos hoy, me alegro de haber venido, no negaré que casi me puede la pereza del domingo, no negaré que casi me superan las nubes negras de la mañana.
El miércoles, sin ir más lejos, mi agotamiento me hizo casi no ir a clase de tango, casi perderme los cerezos en flor. Me habían dicho que con la lluvia y el viento ya no quedarían casi flores, que sería un rollo verlos bajo la lluvia y no merecía la pena. Mi cabezonería hizo que no quisiese conformarme con la versión pesimista que me estaban vendiendo. No pude alegrarme más de mi decisión: aquella plaza en la que había estado varias veces, esa que otras veces me mostraba sólo árboles desnudos, me ofrecía ahora un espectáculo digno del Sueño de una noche de verano.
Si los cuentos de hadas existieran, sucederían allí. Todo era rosa, la cadencia con la que los pétalos se desmayaban de forma perezosa sobre el césped era hipnótica. Y ahí en medio estaba yo, capucha puesta y boca abierta, viendo como otros se hacían fotos para anunciar su compromiso o embarazo. Me resulta curioso pensar en las decepciones y en las sorpresas. A punto estuve de no venir por los que decían que no era para tanto, por los que vaticinaban que, debido a la lluvia estaría todo embarrado y apenas quedarían flores. Pero, ¿qué sería de Seattle sin su lluvia? Como tantas otras veces, me alegro hasta el infinito de haber vencido al frío y la pereza, de haberme atrevido a salir a la lluvia.
Quizás lo mismo ocurra con las personas, quizás no debamos dejarnos llevar por la "pereza" que implica conocer a alguien, quizás no debamos escuchar a los que nos dicen que no merece la pena porque, ¿y si se equivocan?. A veces pienso que el "amor" (en referencia a la pareja) es una ilusión, un engaño que crean los humanos para sentirse menos misarables que los grandes amores no son más que el vano recuerdo de una ilusión: algo que terminó demasiado pronto, antes de que empezase a echarse a perder, como la foto de una rosa recién cortada, cuyo sino no es otro que acabar podrida y devorada por el moho o los gusanos. No sé, quizás es solamente una visión pesimista de las relaciones humanas, pero creo que (en general) la gente se conforma. Los que están solos se quejan de ello y los que tienen a alguien se quejan de sus parejas y ansían la libertad. Otro reflejo más del inconformismo de nuestra sociedad, del querer tenerlo todo y, por tanto, no ser feliz con nada. Queremos etiquetar: esto es amor, esto pasión, esto compromiso, esto "conexión"... anda ya, hombre, ¿qué más dará? Lo único real es lo que vives en un momento dado y a lo que estés dispuesto a atreverte y a sacrificar para mantenerlo vivo.
Supongo que el secreto de las relaciones largas es reenamorarse. La cuestión es que para ello hacen falta esfuerzos, hace falta salir de la cama, ponerse el chubasquero, las botas y darle una oportunidad a lo que sea que esté esperando ahí afuera. Soletes, ya os lo he dicho antes: estoy enamorada de Seattle (amar una ciudad es fácil) y ahora que llevo un año y medio y sé que me quedan dos más tengo que asegurarme de que la iré amando más todavía, de que la querré y la disfrutaré a pesar de su lluvia y de sus días grises. Con eso en mente, recorro hoy el puerto, volviendo a enamorarme, a pensar en la pena que me va a dar cuando me vaya pero aun así atreviéndome a vivir lo que la ciudad me ofrece ahora.
Entonces lo veo, pegado en una barandilla, en mi esquina preferida, la que está cerca de “Ye Olde Curiosity Shop” y ofrece una vista de la noria. Hay una nota (plastificada para que la persistente lluvia no la deshaga) que dice algo así como: "En agosto de 2016 S & M se besaron en esta esquina y descubrieron que eran más que amigos. Coge a tu ser querido entre tus brazos y fúndete con él en un beso interminable, tal y como S & M hacen siempre que pasan por este lugar mágico".
Supongo que siempre habrá esquinas, lugares de las diferentes ciudades que marcaron nuestra historia que nos arrancarán una sonrisa o un recuerdo cuando pasemos por ahí. Lo que no puedo evitar preguntarme es: ¿qué habrá sido de S & M?, ¿seguirán volviendo de verdad a esa esquina?, ¿les ocurriría como en la canción de Vetusta Morla "en mitad del relámpago llegó el mal de altura, fueron sed en el aire pero boca en la tierra"?. ¿Y luego qué?: ¿serán dos desconocidos?, ¿vivirán felices comiendo perdices?, ¿o estarán, como en la canción, "echándose tanto de menos que les da por despegar en avenidas de pegamento, clavados por las rodillas"?. Quién sabe... a lo mejor mi futura novela incluya un relato sobre lo que pasó con ellos en aquella esquina.
Un rato después vuelvo a la que hace tiempo decidí que sería mi playa preferida. Un velero me saluda, igual que en año nuevo de 2016, la última vez que estuve aquí. Hoy está nublado pero, aun así, hoy veo esa playa con otra magia, hoy tiene perspectiva. En aquel enero me enamoré, hoy le tengo cariño. Supongo que entonces, después de todo, es posible que lo mismo pase con las personas.
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Bueno Soletes, hasta aquí estas reflexiones tan primaverales y que hablan de un tema que no había tocado todavía pero me habíais pedido más de una vez. Se me han juntado, en las últimas semanas, varias situaciones inesperadas que me han hecho reflexionar sobre esto y, ahora mismo, lo veo así... igual dentro de un par de post os cuento algo totalmente diferente. En fin, que viva la primavera y las sangres alteradas.
Por primera vez desde hace tiempo voy a estar varias semanas seguidas por aquí, así que iré publicando poco a poco (cada dos semanas) todo lo atrasado. Luego tengo jaleos y vuelos a mitad de mayo, junio y julio... pero ya os iré informando. De momento os adelanto que el post de la semana que viene relata lo que ocurrió en el ECCC.
¡Disfrutad de la Semana Santa los que tenéis vacaciones!
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