César Manrique
El que fuera pintor, escultor, arquitecto y artista de la isla de Lanzarote nació en 1919. Fue voluntario de las tropas de Franco en la Guerra Civil española, aunque nunca quiso hablar de su experiencia. Acabada la guerra, volvió a Lanzarote y le prendió fuego al uniforme. En 1945 se marchó a Madrid, fue becado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí se hizo profesor de arte y pintura. En los años 60 vivió en Nueva York, la meca del arte por aquel entonces. Y en 1966 regresó a Canarias y transformó su isla: Lanzarote.
En 1978 le fue otorgado el Premio Mundial de Ecología y Turismo. Ya fallecido, en 1994 fue reconocido como hijo adoptivo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y en 1995, hijo predilecto de Lanzarote.
El Taro de Tahíche, actual sede de la Fundación CM
Lo cierto es que su obra, que emerge del amor a su tierra, no pasa desapercibida para ningún viajero que llega a la isla. Sigue más viva que nunca. En ella siempre buscaba la armonía entre el hombre y la naturaleza.
Él mismo se consideraba un artista, un creador, un ser enormemente libre. Manrique afirmaba que siempre había tenido una conciencia clara de lo que significaba la vida y la eternidad en el tránsito de la pequeñez. Decía que era "un contemporáneo del futuro".
Los Jameos del Agua
El carismático artista veía en el desarrollo urbanístico "una gran amenaza" sobre la isla de Lanzarote, por eso proclamaba hacia dónde ir. Manrique frenó el urbanismo descontrolado y cambió para siempre el modelo turístico de la isla. Tal fue su apuesta por el desarrollo sostenible que desde 1993 Lanzarote está declarada por la UNESCO como Reserva de la Biosfera.
El Mirador del Río
Los Jameos del Agua, el Taro de Tahíche, su casa y actual sede de la Fundación César Manrique o el Mirador del Río forman parte de su legado. El genial César Manrique nos enseñó a emocionarnos con el paisaje y a cuidar la naturaleza.