Paula Bonet (Villarreal, España 1980) es una artista poliédrica que rehuye de ser encasillada porque a lo largo de su trayectoria ha trabajado tantas técnicas y estilos que es imposible definirla en pocas palabras. Alcanzó la popularidad con unos dibujos con los que hoy guarda mucha distancia y cierto recelo; pero al alejarse de ellos logró encauzar su carrera hacia lo que ella quería y encontró su propia identidad. Hasta la fecha ha publicado 8 libros con sus trabajos (uno más el próximo mes), la mitad de ellos escritos también por ella. Y es que Paula, que se formó en Bellas Artes, es capaz de transformar todo lo que toca en una pieza con vida propia, ya sea un texto, un grabado o un óleo. Pudimos palpar esta energía vital cuando nos abrió las puertas de su taller, La Madriguera, y encontramos en él la fuerza visceral con la que habla de su trabajo en cada una de sus obras:
La ilustradora que nunca ha ilustrado un libro
Muchos suelen describir a Paula Bonet como ilustradora, pero la verdad es que ella reconoce que nunca ha ilustrado un libro. Hasta ahora. El próximo mes se estrena con “El año del pensamiento mágico” de Joan Didion, un trabajo del que habla llena de emoción y orgullo. Paula asegura que cuando trabaja con otras personas este tipo de proyectos siente que necesita hacer suya de algún modo la obra.
Por esa misma razón podemos encontrarla fácilmente en cada una de sus piezas sin necesidad de ver su firma. Aunque no quede mucho de aquellos primeros dibujos preciosistas en la obra actual de Paula, su signo de identidad está en cada una de sus piezas.
Afirma que no ha sido hasta los 38 años cuando ha entendido qué es pintar y cómo debes dejar que el proceso se imponga y no decidir antes de abordar el papel cómo deberá quedar la imagen. Y, sin duda, esta seguridad que profesa sobre el funcionamiento de su proceso creativo está latente en los resultados.
Cada técnica, una parte de sí misma
Paula asegura que, dependiendo de lo que quiere explicar, elige una técnica u otra, y que en ese camino va encontrando un poco de sí misma en cada una de ellas. Cuando quiso escapar de la inmediatez del dibujo, probó con el óleo y cuando quiso establecer un diálogo más profundo con su obra, se lanzó con el grabado.
Con los procesos costosos y delicados hay una parte de sí misma como autora que desaparece, ya que está obligada a dejar al azar, fuera de control, el aspecto final de la obra. Ahora se define como “más de mancha” y asegura que sus trabajos de manchas son mejores por la fuerza y la intensidad con la que los trabaja.
Un oficio que es una carrera de fondo
Paula habla reflexiva del éxito que sale de la nada y después desaparece, de la fama que da un producto con el que puede que no estés del todo satisfecho. Por ello, afirma que hay que ser muy conscientes del vínculo real y auténtico de nuestra obra y aislarlo del ruido que intenta convertirlo en algo a la venta. Ser consciente del momento actual y mantenerse activa y despierta en la sociedad también le ha servido para conectar más. Paula se muestra agradecida al feminismo, que le ha abierto los ojos y le ha ayudado a publicar obras (como “Roedores, Cuerpo de embarazada sin embrión”), que no se habrían entendido o no habrían tenido la misma acogida en otra situación.
Con confianza asegura que el oficio de artista es una carrera de fondo; que el verdadero éxito reside en no dejar de pintar nunca, en convertir la creación en un modo de vida y en valorar la pureza de esa dedicación.
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