Hablamos con la fotógrafa de rostros, historias, y de grandes personalidades del siglo XX, y descubrimos qué es lo que define una buena fotografía y a un buen fotógrafo
A Isabel Steva Hernández (Barcelona, 1940) se le ha conocido siempre como Colita. Afirma que la fotografía ha marcado su vida pero que ahora, con casi 80 años, ya no la tiene tan presente. Puede vivir sin la que fue durante décadas su forma de vida, de subsistencia y de diversión. Hablamos con ella sobre qué es lo que define una buena fotografía y a un buen fotógrafo.De afición a oficio
Colita aprendió a tomar fotografías gracias a su padre, que le regaló su primera cámara cuando era una niña. Desde entonces, no se separaría de su nuevo juguete, que tantas alegrías le ha ofrecido.En su juventud, en Barcelona, conoce a fotógrafos como Oriol Maspons, Català Roca y Xavier Miserachs quienes, además de en amigos, terminarían convirtiéndose en sus maestros. Cuando descubre que a ellos les pagaban por sus fotografías decide que ella no iba a ser menos. Así que empieza a tomarse su afición como un oficio.
Sus primeros encargos son para Carmen Amaya, la genial bailaora de flamenco. Con ella descubre el gusto por los retratos íntimos y su gran pasión por el flamenco. Así, recorre Andalucía y Madrid a través de sus gentes y sus tablaos, trabajo que se plasma en su libro Luces y sombras del Flamenco (Editorial Lumen). Sus trabajos posteriores van alcanzando una fama notable y sigue disfrutando de sus fotografías, impresas en más de 60 libros. Muchos de ellos dedicados a uno de sus grandes amores, su ciudad: Barcelona.
Los retratos: cómo mirar un rostro
Colita tiene muy claro que para hacer un buen retrato hay que ser cómplice del retratado. Hay que formar un equipo, entonces, lo demás es sencillo. Asegura que no importa tanto la técnica ni tampoco quién es el retratado, lo importante es que den ganas de conocer a esa persona, aunque nadie sepa quién es.Sobre cuáles son las claves para ser un buen fotógrafo, Colita tampoco duda: la paciencia y la perseverancia. Hay que ser consciente de que es un oficio duro y hay que estar dispuesto a pasarlo mal en muchos momentos. Pero, si al final compensa, es lo que merece la pena. Esto, asegura, debe combinarse con grandes dosis de humor, porque hay que pasárselo bien y disfrutar haciéndolo. Te puede interesar:
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