Y vamos con la primera parte de la crónica de mi viaje a Indonesia (habrá varias partes, como siempre, que es muy largo).
Un viaje fantástico, en el que he tenido ocasión de ver paisajes muy diferentes, y de entrar en contacto con culturas y costumbres que desconocía en absoluto.
Eso sí, tengo que deciros que NO es un viaje fácil. No sólo por la distancia desde España (un mínimo de 16 horas de avión, sin contar el tiempo invertido en esperas y tránsitos), sino, sobre todo, por los desplazamientos interiores. Carreteras regulares (en el mejor de los casos), destinos en zonas aisladas y montañosas, tráfico terrible e inseguro... todo esto se une para que una distancia de 250-300 kilómetros se tarde más de 8 horas (sí, sí, ¡8 hermosas horitas, 8!), en recorrer.
Sí, es un viaje para viajeros "algo" experimentados. No es que hayamos ido en plan mochilero, precisamente (no es mi forma de viajar favorita, no... y además, me pilla ya un poco "talludita", jajaja). Todo lo contrario: hemos estado en hoteles muy buenos, salvo donde no había otra cosa para escoger (e incluso en esos casos nos alojamos en lo mejor de "lo que había"), pero las distancias, el cansancio, el clima caluroso y más que húmedo (Alicante es seco al lado de Indonesia, aunque os parezca imposible), y, en mi caso, un "pequeño" problema hormonal de retención de líquidos, que se agrava en esos climas, lo hacen algo más durillo.
Así que, si preferís los viajes algo más "light", os recomiendo que vayáis sólo a Bali, porque es una isla muy bonita y variada, y más cómoda para llevar a cabo excursiones. Eso sí, si os gusta viajar, visitar zonas no muy masificadas por los turistas (de momento), disfrutar de templos impresionantes, paisajes muy especiales, y conocer culturas diferentes, id a Indonesia, que os encantará, no os arrepentiréis. Necesitáis, eso sí, un poco de tiempo: en torno a 2 semanas, como mínimo (17 días he estado yo).
Inicialmente, el viaje se había programado con escala inicial de una noche, y parte de un día, en Singapur. De esta forma, tras un vuelo de unas 12 horas desde Barcelona, descansaríamos allí, haríamos un poco de turismo, y al día siguiente cogeríamos el avión hasta Makassar (o Ujung Pandang, que de las dos formas se llama la ciudad). Entonces, sólo tendríamos 3 horas de vuelo, más las 8 de autobús hasta Rantepao.
Pero... el hombre propone, y las líneas aéreas disponen. Se suprimió un vuelo, y por lo tanto hubo que dejar la escala en Singapur para el final (ya lo veréis en su momento)... y emprender las más de 23 horitas (sin contar transbordos, comidas y "paradas técnicas) de viaje del tirón.
Y, bueno, resumiendo, os diré que las más de 8 horas finales de autobús fueron, con diferencia, lo peor. El sol se pone en torno a las 5 de la tarde, y llovía a cántaros, así que recorrimos 300 kilómetros, por una estrecha carretera de montaña, llena de curvas, oscura como boca de lobo (salvo por los chamizos que, cada pocos kilómetros, vendían refrescos y chucherías), y a una velocidad media de unos 40 kilómetros por hora (como mucho).
Parecía que no avanzábamos, que estábamos metidos en un bucle de tiempo viviendo una nueva edición de "El Día de la Marmota", o que el autobús había sido secuestrado. No llegábamos nunca...
Pero, al final, llegamos a este hotel; Hotel Toraja Heritage (la foto, obviamente, es del día siguiente, porque era noche cerrada cuando finalizó el viaje).
Un hotel precioso, y muy curioso, con habitaciones que imitan las típicas viviendas del pueblo Toraja, y con un personal muy amable, buen desayuno, y una cena a base de platos típicos, bastante aceptables (y con un cantante que "ameniza" la comida, por ser buena y diplomática, jajajaja).
Las habitaciones, por dentro, son amplias y bonitas. Y las cogimos con ganas, después del agotamiento que llevábamos encima. Una única pega: no hay cortinas, ni persianas, ni nada que quite la luz, pero, bueno, se pone uno un antifaz, y a dormir.
A dormir... pero poco, jajaja. Aunque esta zona es de mayoría cristiana y animista, también hay musulmanes. Y, aunque la mezquita más cercana estará a unos 5-10 kilómetros, como no hay edificios altos, y la acústica del valle debe de ser muy buena, cuando llegó la hora de la oración antes del amanecer, era como si tuvieras al muecín en la cabecera de la cama, jajaja. Y, cuando acabó la oración, el muecín fue reemplazado por el canto del gallo (eso de que el gallo canta cuando sale el sol es una mentira que sólo se tragan los que no han salido en su vida de la ciudad).
Así que nada, entre oraciones y "kikirikís" varios, lo mejor que puede hacer uno es levantarse, y empezar a explorar el territorio... Vámonos a Rantepao, la población más importante de la zona.
Rantepao está en la isla de Sulawesi. Antes la conocíamos por el nombre de "Islas Célebes" (aunque sólo se trata de una isla, su forma tan irregular hizo que, inicialmente, se pensara que eran más).
Concretamente, se encuentra en el país de los Toraja, una tribu que habita la zona montañosa del centro de la isla.
Aquí nos encontramos un puesto de verduras, en una calle de Rantepao. Tomatitos, soja, guindillas...
Una vista de una calle de Rantepao.
El pueblo Toraja destaca, especialmente, por sus curiosísimos ritos funerarios. Es un pueblo cuya cultura gira, claramente, en torno a la muerte, y a las celebraciones relacionadas con la muerte.
Y estos ritos, y estos funerales, los celebran siempre, sean católicos, protestantes, e incluso musulmanes (en todos los casos, tengan la religión que tengan, siempre hay una importante influencia animista en los Torajas).
Si sois de los que pensáis que morirse en España es carísimo, con lo que cuestan los velatorios, las tumbas, las cremaciones, y tal y tal... os equivocáis. Nada que ver con lo que supone para el pueblo Toraja (cuyo nivel de vida nada tiene que ver con el de un país como España, además).
Cuando alguien muere, su cadáver se embalsama... y permanece en la casa familiar, hasta que la familia reúne el dinero suficiente para organizar el funeral. Entonces, se prepara un "poblado" para alojar a todos los invitados, que llegan de todo el país, incluso del extranjero: suele haber cientos o incluso miles de invitados, porque cuantos más haya, más prestigio supone para la familia del difunto.
No, no es una ceremonia "para guiris": los guiris somos bienvenidos, si nos comportamos con respeto... y también agradecen algún regalo, como tabaco para los invitados (no quieren dinero, porque supondría "mercantilizar" la celebración).
Llegamos al pueblo donde va a celebrarse el funeral. Y ya vemos a algunos niños, vestidos con trajes típicos, y con instrumentos musicales.
Los distintos invitados ocupan las casas que han sido preparadas para ellos. En ellas se reparte café, té, aperitivos dulces y salados...
Los familiares del muerto visten con sus mejores galas (las chicas que llevan los trajes con abalorios eran nietas o parientes del difunto).
Como veis, hay poco turista. Nosotros (que éramos 15), y unos 10 más, pero pocos. Nos hicieron pasar a una de las "casas", desde la que hicimos las fotos.
Cada grupo de invitados se aloja (según familia o procedencia) en su respectiva casa. Y, cuando el "maestro de ceremonias" los va nombrando, entran en procesión...
... y presentan sus ofrendas y regalos para homenajear al difunto y su familia.
Entre las ofrendas se incluyen búfalos, y cerdos... que después serán sacrificados, y se cocinarán y comerán los asistentes.
Aquí veis a uno de los múltiples cerdos, colgado ya de su soporte de bambú, listo para ser sacrificado y asado (no veáis la escandalera que montaban los gorrinos, que no son tontos y se "olían la tostada" con toda claridad, jajaja).
Aquí podéis ver dónde van dejando a los cerdos, mientras llega otro cortejo con sus ofrendas, y con cafeteras y teteras. Los búfalos quedan al fondo, y, con tiza, apuntan en sus lomos la procedencia de quienes los han donado. Cuantos más búfalos se sacrifiquen, más importante se considera el funeral.
Aquí podéis ver una panorámica del poblado. Estos poblados se desmantelan y destruyen después de las ceremonias, que duran una semana y, si el muerto es alguien importante, se retransmiten incluso por la televisión local.
Una vez terminada la fiesta, se entierra al difunto, y se destruye el poblado.
Ya os podéis imaginar que el festejo no sale precisamente barato, puesto que hay que ocuparse de alimentar y atender a todos los invitados. De hecho, los más pobres suelen recurrir a ceremonias colectivas, en las que varias familias se juntan para celebrar los funerales de sus respectivos difuntos. E incluso los más pudientes tardan varios años en reunir el suficiente dinero para el funeral.
La ceremonia es impresionante. Es muy difícil de explicar con palabras, así que aquí os he dejado un enlace a un cutre-vídeo casero, hecho con el móvil (a partir del segundo 34 se gira, no os preocupéis, jajaja). Espero que se vea, no hay manera de subirlo mejor. (El vídeo ) .
Como veis, la cultura Toraja gira en torno a la muerte. Así que vámonos a ver unas cuantas tumbas...
En algunos pueblos, los ataúdes son introducidos en cuevas a ras de tierra, o en galerías subterráneas. En otras, se meten en huecos o cuevas en las paredes de las montañas.
Pero, en casi todos los casos, las entradas de las tumbas suelen estar guardadas por unas figuras talladas en madera, y vestidas, los muñecos "Tau-Tau", que representan a los antepasados, y a los difuntos que están en ellas.
Aquí los tenéis, en este "palco" excavado en una pared (da la impresión de que estuvieran en los toros, o en el teatro, viendo el espectáculo, jajaja).
Las "casas" en miniatura que veis abajo se utilizan para transportar los ataúdes.
Las tumbas primeras (las de la escalera)
Vamos a acercarnos un poquito, a ver las figuras...
Otra zona del "palco".
Aquí tenemos una tumba familiar, construida a semejanza de las casas típicas, con las figuras de sus "ocupantes".
Colocar una de estas figuras también implica la celebración de un festejo, con el consiguiente sacrificio de búfalos.
Y también hay que hacer fiesta y matar búfalos, aunque menos, cada vez que se cambia la ropa de estos muñecos (que supongo que, dado el clima de la zona, se tendrá que hacer con bastante frecuencia).
Y aquí podéis ver una curiosísima ofrenda a los difuntos, que podría, perfectamente, servir para "ilustrar" un paquete de tabaco, bajo el título "FUMAR MATA", ¡tela marinera!.
(Dicho sea de paso, en Indonesia fuman como auténticos carreteros, ¡hacía siglos que no veía fumar en restaurantes, bares y demás lugares cerrados con toda tranquilidad!).
Y ahora, caminando entre arrozales y selva, vamos a acercarnos a ver otra zona de tumbas... y de talleres. Este pueblo se llama Lemo, y ya veis cuánta "gente" nos recibe en los balcones...
Como veis, no les falta detalle a las "casitas".
Las tumbas son esas pequeñas cuevas o túneles con las puertas de madera. Dentro están los ataúdes.
Y, por la cantidad de figuras que nos encontramos aquí, se puede deducir que éste es un "cementerio" importante...
Y aquí, detalle de uno de los "balconcitos", en el que parece como si las efigies de los difuntos, todos a la vez, hubieran arrancado a cantarnos una saeta, o "No llores por mí, Argentina", o algo así, jajaja...
Ahora en serio, siempre suelen tener las manos en esa posición, quizá de oración o de ofrenda...
Lo cierto es que, a pesar de estar rodeados de tanta tumba, y tanto arte funerario, en ningún momento se siente ningún mal rollo, ni incomodidad (salvo, quizá, en las galerías subterráneas). Da la impresión de que este pueblo encara la muerte con un ánimo festivo, como un tránsito hacia algo mejor, y sin negatividad.
Todos estos muñecos funerarios salen de alguna parte: de estos talleres de artesanos...
Ya veis que no les falta detalle a las efigies, jajaja. Y se intenta que guarden parecido con los muertos en cuestión.
Pero, como os digo, si os fijáis en sus expresiones, no transmiten ninguna sensación negativa.
No, no estoy en una tumba (quiera Dios que tarde muchos años en estarlo, jajaja). Es la tienda-taller del tallista.
Me encantó esta niña, que debe de ser hija o nieta de los talladores...
Ya la veis, descalza entre las virutas de madera... Aquí los niños son muy resistentes: van al colegio, perfectamente uniformados y cargados con sus mochilas, caminando kilómetros desde bien pequeñitos, y solos o en grupitos (los padres están trabajando, y no los llevan). Y te los encuentras caminando y jugando descalzos, o con chanclas, bajo la lluvia. contar lo de los colegios...
Bueno, y después de tanto muerto, creo que ya es hora de ir a ver dónde viven los vivos (valga la redundancia) Vamos a visitar los poblados de los Toraja.
Estas son las viviendas tradicionales de los Toraja, con su techo en forma de barco (no he conseguido averiguar por qué), construidas con bambúes y madera, y orientadas hacia el Norte (asociado con la vida, al igual que el Sur lo asocian con la muerte).
Algunos siguen viviendo aún en ellas. Otros mantienen las casas de sus antepasados, y las conservan con todo cuidado, pero viven en casas más actuales y cómodas.
Cuanto más ornamentación tengan, y más cuernos y cráneos de búfalo las adornen, mayor es la posición social de sus dueños.
Aquí las veis por dentro. Como podéis comprobar, la ornamentación, la pintura de la madera, es una maravilla.
Y por fuera, con más ornamentación, siempre en los mismos tonos: rojizos, naranjas, amarillos, ocres, blancos y negros, y con dibujos geométricos.
Aquí pudimos disfrutar de un ratito de sol. Cuando llegamos, ya había empezado la estación lluviosa, y estamos en una zona muy montañosa, así que todos los días llovía, pero, afortunadamente, en general, pudimos hacer nuestras visitas con relativo buen tiempo.
Y llega el momento de marcharse de Sulawesi. Otra vez tocan "unas cuantas" horitas de carretera de montaña (hacía AÑOS que no me mareaba en un coche, desde que subí a Ordesa, pero esta carretera es mucho peor), y volver a Makassar a coger el avión.
Pero, antes, paramos a comer en un pueblo costero llamado Pare-Pare.
Tampoco es que el sitio sea como para parar, jajaja... pero no hay otro sitio donde comer (y los calamares y gambas fritos, y alguna sopa, no están mal). Y de paso, contemplamos el mar desde lejos.
Y yo hago caso al nombre del pueblo (¡PARE-PARE!), y aquí me paro (¡Por finnnn!, diréis muchos).
Continuará, sin embargo...
Si habéis llegado hasta aquí, gracias por vuestra infinita paciencia.