Es quizás el Carnaval más emblemático, el que esconde más misterio, es que tiene más tradición y quizás también el que lleva acompañado el sentido del fenómeno más interiormente conservado.
La tradición viene desde el siglo XVII, los poderosos y ricos señores de Venecia se aburrían en sus palacios ducales, esos que ahora están comidos por el paso del tiempo y por la corrosión de las aguas tan profundas en sus raíces y en sus cimientos. Y una forma de romper con ese aburrimiento era ponerse unas máscaras que ocultaban sus verdaderas personalidades y sus conocidos rasgos para poder confundirse por unos días con la masa que componía el pueblo llano. De esta forma se llenaban de ese júbilo que disfrutaban los que nada tienen como equipaje ni que perder. Así mezclado podían cometer cualquier fantochada sin ser descubiertos y se mezclaban más y más con la gente común que jamas podían imaginar quien estaba tras las máscara ambigüa y desconcertante que andaba por los caminos húmedos de la ciudad.
Teníamos y tenemos la costumbre de seguir la tradición; durante unos días vamos detrás de una ínexpresiva mascara para vernos más allá de ella y es en Venecia el único lugar donde podía hacerse éso. Este es el motivo de la atracción de un Carnaval milenario. No vamos buscando la ironía de unas letras y el meternos con los poderosos; simplemente vamos buscando el anonimato que dar una cara completamente cubierta por unas máscaras que no dicen nada, sin expresión ni rictus de bien o de mal. Simplemente unos ojos que son el centro de una paisaje inexpresivo que compone la cara particular de cada uno durante los días que duran el Carnaval de origen medieval.
Es verdad que tenemos que pararnos en ciertos lugares, aquéllos que aglutinan el amor por la arquitectura, pero Venecia en Carnaval no está para cultura de monumentos ni de antigüedades. La misión es bien distinta: vamos buscando nuevas experiencias.
Este año hemos rizado el rizo y tras una máquina inexpresiva llamada máscara, hemos puesto a prueba nuestro ingenio y nuestra caracterización. Estuvimos andando entre varias ideas y nos hemos llevado quizás por una total imaginación. Este año no íbamos a salir a la vez; cada uno tenía una hora de salir y encontrarse con los otros en determinados puntos. De esta forma no estábamos enterados de como iría el prójimo ni tampoco sabíamos orientarnos por los movimientos en un momento determinado.
La plaza de San Marcos lucía bulliciosa aquel día al anochecer. Era un lugar ideal para un encuentro casual. Detrás de mi máscara blanca, unos ojos trataban de reconocer a alguien por sus andares o quizás por sus movimientos. Es verdad que es difícil poderse concentrar en las máscaras sin dejar de mirar los enormes palacios y las bellas iglesias que conforman el paisaje, pero era necesario hacerlo.
En un momento dado alguien me ha tocado en el hombro, me he girado sobre mí misma y he encontrado una máscara azul con ojos de fuego. No ha habido conversación, simplemente he puesto mi mano en su brazo y nos hemos perdido en las calles que rondan los canales; después hemos bajado hasta una góndola que nos ha llevado hasta los lugares más conocido de la ciudad. El puente de los Suspiros ha suspirado en esta noche estrellada; mientras dos máscara desconocidas han pasado bajo él sin decir nada…; el gondolero ha entonado una canciocilla italiana queriendo acunar el amor que no existía en esos momentos entre aquel desconocido o desconocida y yo .. y así hemos atravezado calles hechas agua, pequeños bancos de niebla entre la humedad reinante y bajo los puentes que atestados de gente, miraban abajo donde una góndola va …
Hemos bajado en el muelle del gran Palacio Ducal; en donde se celebra el mejor baile público del sitio, pero no era el baile nuestro destino. Una vez hemos pasado el gran hall en el que danzante iban y venían, nos hemos escurrido tras las cortinas rojas. El gran baile privado estaba comenzando; bajo unas invitaciones recibidas como cada año, hemos penetrado en la estancia en que unas 60 personas venidas de toda Europa se daban cita. Era el mejor baile del año. Los violines derramaban notas meláncolicas y mi acompañante y yo nos hemos puesto a danzar de una manera casi autómata alrededor del salón. Son melodías tristes, de amores que duraron poco. Las máscaras inexpresivas daban quizás el mejor semblante a este baile de sentimientos profundos e interiores. Al fondo el gran Canal daba hermosos reflejos en esta noche de carnaval.
Los palacios en Venecia se van llenando de gentes… cada vez más. Y yo en los brazos de mi enmascarado acompañante danzaba y danzaba entre espejos y sillones de terciopelo rojo. Poco pude descubrir en su mirada perdida por el salón, quizás el modo más eficiente de no ser descubierto, aunque sé positivamente que nos conocíamos. En un arrebato de violines me he desvanecido en las sombras que cobijan un balcón, uno de esos que en Venecia se asoman arrebatores a la luna entre canales y canciones de amor no correspondido. Venecia estaba en la penumbra de la noche más iluminada que nunca. Miles de antochas puestas en sus puentes y en sus calles, apenas aceras, hacían de ella un cuento de hadas..Solamente este olor tan especial nos devolvía a la realidad.
Mi acompañante se ha juntado a mi cuerpo, haciendo que su máscara azul rozara la mía negra… algo se encendió en aquel balcón y no fueron precisamente las antorchas que titireaban a la pequeña brisa del cercano mar.. algo especial que era un olor personal. Poco he tenido que descubrir, eras tú que cobijado como un antiguo galán has venido a mi lado para convertirte en un amante sorpresa. Te seguí el juego y en coros de canciocillas venecianas hemos hecho diabluras bajo nuestros vestidos de seda que brillaban a la luna. Mi enmascarado azul se ha vuelto rojo en sus ojos de fuego lleno.
Venecia despierta al nuevo día, los enmascarado recogen sus vestidos cansados de bailes y muchos de ellos se despojan de la máscara que le has hecho anónimos durante unas horas… nosotros nos miramos ahora en el balcón que dá al gran Canal. Aún no nos hemos quitado la máscara; permanecemos en silencio mirándonos, por un lado de tu traje de arlequín de azul vestido, he visto tu pelo. No había más duda, eres tú siempre.. siempre tú. Venecia se despierta de su noche grande de Carnaval. Los músicos recogen sus instrumentos con las manos cansadas de tanto tocar; las músicas se van desgranando en el horizonte donde la bella Venecia despierta al sol y los enmascarados duermen sus horas de sueño en este día festivo aún.
Así es venecia en Carnaval, un mano a mano entre la realidad y el sueño. Un mano a mano entre la inexpresión y el amor más intenso. Un desvivir de sentimientos y un encuentro con los sueño o con el sueño que todos llevamos dentro. Lejos, en San Marcos suenan las campanadas que dan el despertar de un nuevo día. Los venecianos toman churros y chocolate en la plaza bajo sus trajes de arlequines y sus máscaras que reposan cansadas a su lado. Venecia en Carnaval, un sueño que hay que vivir aunque sólo sea una vez en la vida.
Este año se ha dedicado el Carnaval a la Ruta de la Seda, quizás un emblema de todo lo ocurrido en la antigüedad. Qué de mercader tiene la ciudad precisamente centrada en esa ruta que hacía que los ricos pudiesen ser más ricos que nunca!. Qué hermosura era esa que traía de oriente la hermosa tela que brilla con el sol!.
Venecia en Carnaval de nuevo nos han vuelto a deslumbrar con su hermosura¡¡¡
®textos y fotos DAMADENEGRO2006
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