No es de extrañar que Septiembre sea un mes de gran demanda en las consultas psicológicas por el exceso de horas compartidas en pareja y familia y los consecuentes roces que alteran la desconexión que pretendíamos.
¿Cambiar a tu familia? Un imposible, pero tal vez estas breves pautas puedan ayudarte a salvar tu verano.
Convencerles, ¿Para qué?
A menudo nos enzarzamos en discusiones acaloradas cuando nuestros niveles de frustración llegan hasta los topes:
“¿Cómo pueden pensar de esta manera?”
“Deberían abrir miras y se darían cuenta de muchas cosas…”
O no.
Convertirte en el que proclama la verdad absoluta te hace ser exactamente como ellos. Tú tienes tu verdad y tus compatriotas la suya. Invertir tu energía en que sus ideales den un giro de 180 grados es demasiado pretencioso. ¡Aceptar que sus puntos de vista puedan divergir de los tuyos te hace libre! Recuerda, eres libre en el momento en que dejas que el otro lo sea. ¿Te irrita cuando tu tío te fuerza a que te afilies a su partido político? Entonces quizás la solución no está en forzarle tú a él a que simpatice con el tuyo. En ese caso, estarás ofreciéndole la misma cara de la moneda. Dale la vuelta. Ni él tiene que simpatizar contigo, ni tú con él. Céntrate en lo que tú quieres, bastante tienes con eso.
El feeling, una opción. La consanguinidad, un hecho
Tus niveles de alerta y crispación hacen que te sientas amenazado y que, sin poder evitarlo, sientas que aprecian más a tu hermana, primo o vecino. En definitiva, ¡Por más que les detestes, no te sientes querido como te gustaría. Suena a paradójico pero todos deseamos sentirnos amados en el seno familiar por más desavenencias que existan. Sin embargo, no es un tema de estima sino de afinidad.
Si tu hermano y tu padre convergen en puntos de vista, ideales y valores, es inevitable que se sientan más unidos. Además de familiaridad, existe un feeling que les hace permanecer más unidos. Pero de momento eso es algo que no creo que te siente bien forzar. El feeling en familia no es obligatorio, sino opcional. Lo que implica que puede haberlo o no. ¿Acaso todo el mundo es el mejor amigo de su hermano? Si te sirve de consuelo, lo que no es opcional es que sigas perteneciendo a ese linaje, por lo que, te guste o no, serás hasta el fin de los días parte de esa familia.
Límites y previsión
Sabes cómo empiezan las discusiones acaloradas en casa de tu cuñado, los temas de conversación recurrentes que acaban en bucle cuando está tu suegro y el tono déspota de tu hermano cuando se le sugieren cambios en sus menús vacacionales. ¡Ya lo tienes! Pon límites cuando toca. También aminoras la velocidad cuando hay un radar a la vista, ¿Verdad? Y lo más importante, lo harás especialmente por tu descanso y sosiego interior, más que por el de ellos.
Si además conoces tus niveles de saturación tras pasar más de tres días junto a tus más allegados, codo con codo, compartiendo lavabo y cocina, tal vez sea una buena idea hacerte cargo de ello y prever el fin de tus vacaciones con ellos en base a tus niveles de saciedad para evitar un empacho que te haga sentir mal. ¿Te sabe a poco? Quizás. Pero es lo más sensato para disfrutar de tus días con ellos y que ellos también puedan disfrutar de ti, evitando mostrar tu parte más amarga. Sí lo piensas, es una manera de respetar tus días de descanso. ¡Te lo mereces!
Flexibilidad por favor
El ingrediente indiscutible. Si vas a pasar unos días bajo el mismo techo y sus horarios y su tipo de dieta son antagónicos a los tuyos, hay un margen de maniobra que no puedes eludir, especialmente si estás en su casa. Amoldarse a las diferentes situaciones que vienen dadas es un reflejo de las personas inteligentes y la tolerancia a la frustración de las personas altamente eficaces. Aún así, permanecer bajo el mismo techo no implica una dictadura en la que modificar tus hábitos sin rechistar y luego estallar en cólera. Si es así, tienes un problema de asertividad severo.
Si durante el año no tomas leche de vaca, ¿Por qué lo vas a hacer ahora si te sienta fatal? El “Todo me va bien” o “Me da igual” acaba siendo una falsa modestia que pone en entredicho al anfitrión porqué acaba sin saber lo que realmente te apetece en ese momento. No es descortés poder expresar lo que realmente te apetece. Encontrar el equilibrio entre el adaptarse a las costumbres del otro y el no renunciar a tus básicos es posible. Si te gusta desayunar temprano y ellos son dormilones, ¿Quién te prohíbe darte un paseo tú solo a primera hora y tomarte un café?
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