En la temporada del verano es típico que muchas noticias interesantes dejen de aparecer en las portadas de los periódicos y los avances de los telediarios para dejar sitio a esas supuestas novedades lúdicas que hablan de olas de calor, helados refrescantes y festivales veraniegos. Una de esas noticias olvidadas por los medios de comunicación - y por todos nosotros - es el crimen ecológico que se está cometiendo ahora mismo en la selva ecuatorial de un país africano llamado Uganda. La República de Uganda es un país que hasta 1962 no consiguió independizarse del protectorado del Reino Unido. Su historia reciente es tan convulsa como la de muchos otros países más conocidos: dictaduras, golpes de Estado, guerrillas insurgentes, asesinatos en masa, persecución oficial homofóbica, alta tasa de desempleo y bajísima escolarización … A todos estos males endémicos de complicada solución se ha unido la que se considera la peor lacra de la humanidad: la hambruna. El cambio climático de los últimos años y la pertinaz sequía que sufren muchos territorios africanos como Etiopía, Somalia y Kenia también ha afectado a Uganda. Según la FAO - Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación - desde el año 2011 la escasez de agua ha provocado una continua y progresiva escasez de alimentos especialmente en el norte de Uganda- Este panorama desolador que ya advertían tanto la ONU, como la FAO como Unicef hace cinco años está alcanzando en estos momentos su punto álgido.
Ante la destrucción de sus terrenos clásicos de cultivo, los agricultores ugandeses se ven obligados a desplazarse hacia esas grandes selvas ecuatoriales que conforman el llamado cinturón verde de África. En esas zonas selváticas miles de familias buscan cualquier rincón donde poder establecerse y cultivar los alimentos básicos necesarios para sobrevivir. Pero para poder cultivar esos cereales, patatas y yuca las familias ugandesas talan de forma indiscriminada y sin ningún tipo de control estatal decenas de hectáreas de árboles cada día.
Esta destrucción sistemática y oficialmente consentida de la selva ugandesa tiene importantes y negativas consecuencias, principalmente dos: el ritmo de tala es tan alto que pronto Uganda se verá obligada a importar madera para poder mantener su exigua industria y, por otra parte, la eliminación de ese pulmón verde tan necesario para la vida producirá un desequilibrio climático catastrófico, un desequilibrio que, según los expertos, se traducirá en nuevas sequías, inundaciones descontroladas y, en definitiva, nuevas hambrunas y mayor miseria.
¿Qué hace la comunidad internacional ante esta catástrofe ecológica y humanitaria que se vive en Uganda y el resto de países africanos? Por el momento muy poco o nada.
Imagen:«Oxfam East Africa - A family gathers sticks and branches for firewood» por Oxfam East Africa - A family gathers sticks and branches for firewood. Disponible bajo la licencia CC BY 2.0 vía Wikimedia Commons.