En el año 2000, los hermanos Wayansdieron a luz a una de las comedias juveniles más exitosas de la historia del cine: Scary Movie. El film tenía como base un irregular conjunto de gags que hilvanaban una muy fina línea argumental, siendo su planteamiento paródico en torno a las películas de terror más representativas de los 90 la razón de su éxito, y residiendo la originalidad de su propuesta en la construcción de un híbrido a medio camino entre las comedias juveniles escatológicas(American Pie) y las spoof movies de los ZAZ (Aterriza como puedas o Top Secret, entre otras).
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con The Final Girls? Resulta imposible no recordar la película de los Wayans durante la escasa hora y media que dura el film que aquí nos ocupa. Salvando, claro está, las distancias: entre la parodiaresultona y el homenaje friki, The Final Girls se apoya en el absurdo de las situaciones planteadas por los clásicos del slasher, aunque teniendo esta vez como referencia el cine de terror norteamericano de los 70 y los 80, siendo Viernes 13 un claro punto de partida. No obstante, cabe aclarar que, más allá de esto, las diferencias entre ambos films son sustantivas.
A diferencia de lo que sucedía en Scary Movie, donde la parodia se relacionaba íntima y únicamente con la ficción, es decir, con los tópicos del género que se encuentran en su superficie (personajes, acciones, diálogos), The Final Girls, además de alejarse de la escatología de la cinta de los Wayans, sienta su base en los mecanismos que fundamentan dicha ficción, es decir, toma conciencia de la existencia de una narración ficticia para entrar en contacto directo con la estructura y las normas de construcción de cualquier guión de slasher, abordando de una manera tremendamente original un género cinematográfico (categoría, más bien) cuya frescura se perdió hace ya un par de décadas.
The Final Girls se conforma de esta manera como un divertidísimo homenaje a la Serie B “desde dentro”, que adopta la estética propia de una película indie actual(tanto en lo fotográfico como en lo sintáctico) para conformarse finalmente como un interesante ejercicio de metalenguaje, haciendo uso de diversos recursos formales como acercamiento directo a conceptos propios de medio cinematográfico como el flashback, las elipsis o la cámara lenta, entre otros. Reside, quizá, su único punto débil en el dramatismo que adopta en su último tramo: cuando la película trata de tornarse trascendente pierde la brillantez que le otorga su fabulosa falta de pretensiones.
En una frase: The Final Girls o Cómo reinventar un género haciéndolo añicos.
Pelayo Sánchez.