Una de las cosas más evidentes cuando visitas Tailandia es la espiritualidad de
sus pobladores, espiritualidad que queda patente tanto en la manera de ser
de los tailandeses como en las manifestaciones artísticas.
En cuanto a la primera, existe un proverbio tailandés
que muestra claramente el carácter pácifico y agradable
de sus gentes, Sanuk, Sabai, Saduak, que significa
Sé feliz, permanece sereno, conténtate con lo
que la vida te ha dado.
Respecto a las segundas, es especialmente en los templos donde los artistas
desbordan creatividad y cuidados aunque, si os he de ser sincera y como los
propios tailandeses aseguran, nada puede compararse a la gentileza y
hermosura propia de su gente.
Prácticamente la totalidad de la población thai (la originaria del país) es budista
de la vertiente theravada, cuyo objetivo es intentar conseguir la iluminación o
nirvana y para ello los tailandeses se respetan y se quieren, al tiempo que lo
hacen con los demás. De ahí su carácter gentil, sonriente y acogedor.
La cabeza de la jerarquía budista es normalmente un miembro de la familia
real, por lo que en Tailandia se adora a su rey, cuyo retrato y el de su esposa,
pintado, esculpido, fotografiado... se encuentran continuamente por
cualquier rincón del país.
Tienen una concepción absolutista y casi medieval de la monarquía difícil de
entender en la actualidad que creo ensombrece en algo lo maravilloso de este
país, así como un régimen burocrático bastante corrupto. No pude dejar de
pensar en Yuyee, la esposa del español Frank Cuesta, encarcelada por su
continua lucha contra el comercio y el maltrato de felinos.
Bangkok está lleno de templos (wats) por todos lados y si no quieres centrar
tu viaje únicamente en ellos es necesario elegir sólo algunos para visitar.
En nuestro caso dedicamos un día a visitar los dos espacios religiosos más
importantes de la capital tailandesa, acompañados por la guía de la agencia
donde habíamos contratado el viaje, con traslado en furgoneta.
El primer templo que visitamos fue Wat Pho, uno de los más populares por
tener en su interior la estatua del gran Buda reclinado (el más grande del
país) cubierto todo él de pan de oro.
Resulta sorprendente cómo la gran estatua (46 metros de largo y 15 de altura)
está totalmente encajada en el templo, dejando apenas dos pasillos a cada lado
de la misma, en los que la población creyente realiza ofrenda en pequeños
altares y los turistas miramos embobados la estatua o jugamos a echar las
moneditas de limosna en los 108 cuencos metálicos pensando que trae buena
suerte.
Además del gran Buda, el templo está ornamentado con magníficos trabajos
en los muros, techo, puertas y ventanas.
Dentro del recinto de Wat Pho, al lado del templo de Buda reclinado, se
encuentra un centro para la conservación y enseñanza de la medicina
tradicional tailandesa. En la fotografía que sigue podéis ver a un pequeño
acudiendo a dicha escuela.
Entre las disciplinas allí impartidas se encuentra el masaje por lo que, si
queremos, podemos disfrutar de un auténtico masaje tailandés a precios
económicos.
El complejo que rodea el templo ocupa unos ochenta mil metros cuadrados, fue
el primer monasterio real de la ciudad y en él se pueden admirar 91 estupas
(chedis) que contienen las cenizas de la antigua familia real tailandesa.
Los pórticos decorados con frescos fue una de las cosas que más me gustó de
este complejo religioso, así como el claustro Phra Rabieng, impactante por su
gran colección de budas.
Se puede ver a los monjes budistas del monasterio realizando sus actividades
cotidianas, e incluso coincidimos con una celebración con comida en la que me
sorprendió la "cuidada" decoración de mesas.
Otro de los recintos religiosos más visitados de la capital tailandesa es el
Palacio Real (Phra Borom Maha Ratcha Wang), un gran conjunto
arquitectónico que sirvió como palacio real hasta mediados del siglo XX.
Un dato práctico: llevar un pareo para cubrir piernas u hombros porque
no se puede entrar en este complejo con pantalón corto o tirantes. También
calcetines, si eres escrupuloso, pues en el interior de los templos hay que
entrar siempre descalzos.
En la actualidad el espacio más importante de este recinto es el templo Wat
Phra Kaew por contener el Buda Esmeralda, tallado en jade en el siglo XV y
que, con sólo 45 centímetros de altura, es el más venerado y valioso de
Tailandia.
Nuestra guía Tawan nos explicó todo sobre el lugar, incluso detalles de culto y
rituales como los que os conté al hablaros de las diferencias entre las flores de
loto y nenufar (aquí).
Quizás os parezca raro pero no pasé a ver el Buda esmeralda, me disuadió la
larga fila de turist y me pareció más auténtico quedarme fuera, en la zona de
ofrendas, donde los creyentes me regalaron imágenes de lo más evocadoras,
realizando sus rituales de diversas maneras según la corriente budista que
seguían, utilizando incienso, flores o velas...
Prefiero quedarme con esa imagen.
Ya os he comentado en otra ocasión al hablar de nuestro viaje a Tailandia que
hubiera preferido seguir rutas menos turísticas, más auténticas, pero al viajar
con un grupo de amigos hay que hacer concesiones.
Todo lo que vimos resultó magnífico pero, quizás por mi amor a la historia y la
arqueología, hubiera preferido menos brillo y más ruinas, menos gente y más
naturaleza.
La parte positiva: tendré que volver algún día a este precioso país.