Día 8: ¡Qué estrés, de verdad! Si no ha habido 500 mensajes, comentarios y cosas sobre el reto no ha habido ninguno. Y lo peor de todo es que la mayoría han sido del palo de «¿Cómo es la dieta? ¿Qué hay que hacer?»
Día 9: ¿Eso es un grano? ¡PAREN LAS ROTATIVAS! ¿¡ME HA SALIDO UN GRANO!? Pero si no estoy comiendo azúcar ni nada. Lloro por dentro (y un poco por fuera también). Que vale que es un granito insignificante y soy la maestra del maquillaje (ese trabajo en Sephora, cuántas alegrías nos ha dado), que si no os lo digo ni lo veis, PERO ESTÁ AHÍ. ¡Qué desgracia! Y hablando de desgracias: mi jefa. Pues no se pone a hablar hoy la tía de fresas con nata, haciendo hincapié en todos los aspectos de la nata. Vete a la mierda, bonita. A veces en el curro me entran ganas de marcarme un Emily, de verdad os lo digo. ¡Ay, cuando empiece a hablaros de mi curro! Nos vamos a reír.
Día 10: Ayer una chica me preguntó en Instagram qué hacía para controlar la ansiedad. Le contesté que de momento con esta dieta no había notado ninguna. ¡Alma cándida! Hoy me ha dado mi primer ataque de ansiedad. De esos momentos de ponerte a comer como si no hubiera un mañana, que parece que te falta el aire para tragarte todo lo que te llevas a la boca. Bueno, pues después de acabar con todo el jamón que había cortado mi hermana, me he hecho una ensalada de esas que tiembla el misterio once again. Berros, huevo duro, tomate, kiwi… Me he quedado como Dios.
Día 11: Me van sueltos los vaqueros. ¡Síííííí! Hijo, qué alegría más tonta. También estoy muy animada porque hay mucha gente apuntándose al reto y todo apoyo es poco, que esto es muy duro. Bueno, no tanto; como le decía a Ainoa (que os comento desde ya que la amo muy fuerte y todavía no la he visto en persona) ha sido muy fácil aceptar que en 30 días no voy a comer pan, ni queso (ni una muy larga lista de etcéteras). No echo de menos el pan en casi ninguna comida, y como hay pocas cosas antojadizas que comer, no estoy picando entre horas, simplemente hago otra cosa. Así que esto me está sirviendo para aprender a comer y a regular horarios más de lo que creía. Estoy alcanzando un estado mental zen tipo secta que no sé si empezar a asustarme.
Día 12: Pollo en salsa y ¡sorpresa!: verduras. No sé si estoy un poco hasta las narices de comer verduras, la verdad. Me siento muy bien, muy ligera, muy limpita por dentro y esas cosas de secta que os comentaba, pero hoy me han entrado unas ganas muy locas de comerme un yogur con galletas. Y ya no por el hecho de ser un yogur o unas galletas, sino porque necesito variar de sabores POR FAVOR. No quiero comer más kiwis, ni más plátanos (bueno, un poco sí que quiero) pero, tío, algo de fresa, ¿cuándo van a empezar a venderlas a espuertas? Algo que no sepa como todo lo que he estado comiendo estas dos semanas, ¡que me estoy cansando hasta del jamón!
Día 13: La prueba definitiva: reunión familiar, mi abuela ha hecho canelones. Y vosotros no sabéis lo que son lo canelones de mi abuela, no. Son LOS CANELONES. No sé cómo explicarlo. Que ha hecho 105 para 17 que somos, que si vamos sumando bajas, al final hay 105 canelones para 14 personas (yo NO INCLUIDA) y dos de ellas son tan pequeñas que con uno van que se matan (qué moninos mis primos, que me los como a besos). Sé que el Dios de los canelones (porque si hay un Dios, tiene que ser este) me va a castigar con algún tormento sobrenatural. Aunque mayor tormento que estar rumiando ensaladita mientras mi familia come canelones a dos carrillos seguro que no hay. Soy una santa. Una santa os digo.
Día 14: Domingo otra vez. Domingo de huevos con beicon, si señor. He estado pensando que igual el pan se puede sustituir por beicon ¿no? Por ejemplo: en lugar de un bocadillo de pan con, qué se yo, ensalada con pollo, usas tiras de beicon para sujetar la ensalada y el pollo. O para comer los platos con salsa. No me parece una idea tan descabellada: beicon pa’mpujar. Tostadas de beicon: untas la mermelada y la Philadelphia (que no soy yo mucho de mantequilla) en el beicon . Esto igual hay que esperarse a que termine el Whole30 para hacerlo porque no hay que comer lácteos ni azúcar, pero yo podría no volver a comer pan si lo sustituyo por esto. No sé, pensadlo y me decís algo.
Segunda semana del Whole30 terminada: ¡ya queda menos!
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