Smolyan siempre es sinónimo de disfrutar y comer bien, la abuelita siempre nos espera con la mesa llena y un millón de historias que contar (y de preguntas que hacer) :D
Cada vez que nos vamos acercando a la provincia desde el camino de montaña me siento como una niña pequeña entrando en un cuento, donde de las chimeneas sale humo y tejados de las castillas están cubiertos en nieve :)
Hablando y viendo antiguas fotos encontré tesoros ocultos en las cajitas viejas que las contienen, y es que resulta que el abuelito de Martín era también un aficionado a la fotografía. La abuela aún conserva su cámara entre recuerdos de ojos húmedos, me hizo muchísima ilusión saber que tengo algo en común con el abuelito de Martín, de algún modo hace que su recuerdo viva en mis fotos.
Ya tengo ganas de volver y no tengo paciencia, a recorrer sus bosques mágicos, a ver su cielo azul y a soñar en su ventana que algún día esas serán mis vistas.