Cuando Sara supera un poco la situación, decide abrir una librería en el pueblo con la enorme colección de libros de su amiga Amy, decidida a descubrir qué novela puede gustarle a cada habitante.
La gente del pueblo hace todo lo posible para cuidar de la turista, como la llaman ellos, y poco a poco el pueblo va despertando de su letargo, que conocemos a través de sus personajes y sus historias personales y ponen en marcha un plan para conseguir que Sara se quede en el pueblo de lo más rocambolesco.
Aunque es una novela en el fondo bastante romanticona (me recuerda en ocaciones a las novelas de Bridget Jones o las de Marian Keyes, con sus enredos y situaciones cómicas) destila amor por la literatura, y los personajes, especialmente los habitantes de Broken Wheel, no están creados para ser meros secundarios en esta historia.
En resumen: La librería de los finales felices es una historia dulce, divertida y en cierto modo entrañable, que no vas a poder soltar.