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de Adolf Galland
Es difícil exagerar la tremenda impresión que el libro de Adolf Galland The First and the Last causó en los aficionados a la historia de la aviación cuando copias del mismo estuvieron disponibles en los Estados Unidos en 1954. Esta fue la primera visión de la Luftwaffe por parte de un renombrado as alemán que había conocido personalmente a Adolf Hitler, que se enfrentó a Hermann Göring y que era muy respetado tanto por sus colegas como por sus antiguos enemigos. La gran pregunta, por supuesto, era cómo manejaría el hecho de haber volado para el odiado régimen nazi, anotando 94 victorias oficiales (y más no oficiales) contra los aliados.
La respuesta fue que lo manejó bien, dando una explicación razonada tanto del éxito como del fracaso final de la Luftwaffe. Aunque nunca se disculpó, Galland se distanció de los males nazis proporcionando su visión personal de la motivación y las acciones de las principales figuras que influyeron en la Luftwaffe. Estos incluían algunos retratos notables de Hitler y Göring, puntos de vista simpáticos de Ernst Udet y Hans Jeschonneck, y evaluaciones profesionales de Erhard Milch, Werner Mölders y otros.
Galland está en su mejor momento al describir algunos de los primeros triunfos de la Luftwaffe, como la Operación Rayo. Dirigió la operación de la Luftwaffe, que permitió la exitosa fuga de los acorazados Gneisenau y Scharnhorst de Brest. Naturalmente es menos convincente cuando evalúa la situación desesperada en la que se encontraba la Luftwaffe después de 1943, incapaz de hacer frente a la creciente marea de la fuerza aliada. Culpa de ello con bastante precisión, sin dejar de señalar lo bien que se desempeñaron los equipos de aire y tierra de la Luftwaffe en una situación cada vez más desesperada. Su libro estableció el estándar para las futuras memorias de la aviación alemana.
En los últimos años visitó con frecuencia los Estados Unidos, haciendo amigos en todas partes y siendo cada vez más franco en sus opiniones. Vi evidencia de su naturaleza marcial una noche cuando iba a dar una charla en el Museo Nacional del Aire y el Espacio. Durante la cena previa, se hizo evidente que estaba terriblemente enfermo, y con un dolor tan grande por un problema en los ojos que se sentó en su silla, incapaz de comer. Pero cuando le pregunté si quería cancelar su charla y descansar, insistió en continuar. Se levantó, marchó hacia el podio y, de pie con la vara recta, dio una gran charla, sin ningún signo de sus dificultades. Al final respondió amablemente a muchas preguntas antes de irse, con una ovación de pie. Luego se dirigió a un área detrás del escenario y se desplomó en una silla de nuevo. Fue una impresionante muestra de orgullo y autodisciplina que dio una visión de Galland…