Menos que cero
Título original: Less Than Zero
Traductor: Mariano Antolín Rato
Editorial: Anagrama
Páginas: 184
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788433920560
Precio: 7,00 €
Sinopsis
Clay, un joven estudiante universitario de clase acomodada, vuelve a la casa de sus padres en Los Ángeles para pasar las vacaciones de navidad.
Lánguido, indiferente a todo y a todos, deambula sin propósito por la ciudad con su coche, encontrándose con amigos y antiguos amores.
Pronto se verá envuelto en peripecias cada vez más extremas. En su apatía, se dejará conducir por los acontecimientos, que lo llevarán desde las fiestas en los locales más de moda hasta sorprendentes simas de abuso de drogas, prostitución y degradación moral.
Reseña
Una opera prima impactante por su frialdad y crudeza, insignia de toda una generación.
Bret Easton Ellis logró la sin duda difícil hazaña de convertirse en millonario a los 21 años gracias a la publicación de este libro, en el cual llevaba trabajando desde sus últimos años de instituto. Menos que cero, título que coge de una melancólica canción de Elvis Costello, fue su primera novela, y desde su lanzamiento se convirtió en objeto de controversia: causando tanto admiración como desagrado entre las filas de la crítica, el público sin embargo la acogió con los brazos abiertos al reconocer en ella una afiladísima crítica al sistema socioeconómico imperante en 1985, año de publicación.
Llegando a contar incluso con una adaptación cinematográfica en el 87 a manos de Marek Kankievska (que, sin embargo, traiciona buena parte de su espíritu al introducir una fuerte carga moralizante), el libro pasaría a establecer el estilo, y el universo ficcional, de Ellis. Desde sus títulos más celebrados como Las leyes de la atracción o American psycho (ambos también adaptadas al celuloide por Roger Avary y Mary Harron respectivamente, esta vez con más acierto y fortuna) hasta su último libro Suites imperiales, continuación por cierto de la misma Menos que cero 25 años después, la obra del literato cuenta con ciertos rasgos definitorios, como veremos.
Narrada con el que será el habitual distanciamiento gélido del autor (léxico conciso, frases cortas, diálogo rápido...), el libro pronto nos abruma con un ejercicio de realismo sucio desasosegante.
No hay argumento como tal, la narración no persigue ningún objetivo o final; simplemente nos introduce en la vida de Clay, quien es además el narrador intradiegético de su propia historia.
Así, pronto nos vemos invadidos por esa curiosa mezcla entre angustia adolescente, apatía y nihilismo del protagonista, a la vez que le vemos con incredulidad creciente descender por episodios cada vez más extremos y violentos sin perder su anestesiado, cínico hastío.
Es especialmente memorable la parte en que, a pesar de no necesitarlo, decide prostituirse a sí mismo junto a un amigo a cambio de droga. En cierta manera, podríamos definir al personaje como una versión magnificada hasta el extremo, monstruosa, de otros protagonistas de obras de ficción como el Holden Caulfield de El guardián entre el centeno (J. D. Salinger) o el Jim Stark encarnado por James Dean en la película Rebelde sin causa (Nicholas Ray).
-Pero tú no necesitas nada. Lo tienes todo -le digo. Rip me mira. -No es cierto. - ¿Qué? -No lo tengo todo. Hay una pausa y luego pregunto: -Mierda, Rip, ¿y qué es lo que no tienes? -No tengo nada que perder.
Clay, como primer protagonista ellisiano, se erige en símbolo de las obsesiones de su creador, con su fijación por la sociedad estadounidense y sus absurdos. Más allá de la obvia trasgresión y búsqueda del escándalo que se persigue con la metódica descripción de sus peripecias, es el reflejo de las muchas sombras de la Generación X que Ellis tan bien conoce: la alienación fruto del contraste entre la abundancia material y la pobreza moral, la falta de objetivos vitales, la instrumentalización y banalización de las relaciones interpersonales, la percepción frívola y superficial de la realidad, etc. Encontramos en él a un niño-hombre, un ser en constante fuga, buscando evasión de cualquier tipo con tal de evitar enfrentarse a su desierto interior, a la total y absoluta falta de sentido de una vida en la cual ya no distingue entre placeres y dolores, en la que todo da igual y nada tiene significado.
Tanto Clay como el propio Ellis son hijos del sistema capitalista, de la sociedad del éxito a toda costa, del consumismo inmotivado y el triunfo de la apariencia por sobre la esencia. Hijos, en definitiva, de la pesadilla en que ha devenido el sueño americano, donde la altura de un individuo se basa en sus posesiones y no importa a cuántos haya pisoteado para alcanzarla. Si bien este retrato ha quedado algo desfasado al haber habido un cambio generacional desde la publicación de la novela, todavía queda mucho de esos 80s que un lector actual pueda reconocer.
Y es que aún pululan por el mundo ejemplos de esos yupis dorados que Ellis esboza: seres podridos de dinero que a penas han hecho nada para ganarlo, para quienes solo lo material tiene importancia y los demás son meramente un medio para la propia satisfacción. Para quienes el abuso del alcohol y las drogas es ya una rutina, el sexo un sinónimo de perversión y depravación, y el instinto y la pulsión apetente las únicas brújulas morales.
Todo esto lo tenemos de manera seminal en Menos que cero, que además de un punto de comienzo inmejorable para iniciarse en la obra de uno de los literatos más brillantes todavía vivos, sigue siendo toda una experiencia estética y una novela visceral con la capacidad de ofender, aterrar y asquear a sus lectores, pero también de hacer que sean más conscientes del reverso tenebroso tras las clases altas y las élites.