Hay muchas teorías acerca de la forma de alimentarse que tenía Hitler. Unos aseguran que era un vegetariano convencido, mientras otros dicen que perseguía a la sociedad vegetariana de la época.
Personas cercanas al dictador indican que antes de comenzar la II Guerra Mundial comía carne y que se inició en el vegetarianismo a finales de los años 30 o a principios de los 40.
Aunque Hitler ingiriese productos animales, tales como queso, mantequilla y leche, trataba de no comer carne para no alterar su “nervioso estómago”, pues sufría de indigestión crónica.
Tenía pánico a que le apareciese un cáncer (su madre había muerto así) y creía que la dieta carnívora y la contaminación eran las causantes de esa enfermedad.
Comía de forma totalmente sencilla y primitiva.
Para desayunar, pan crujiente, dos rebanadas de mantequilla y un poco de miel. Con ello bebía cacao o te. Todos los días lo mismo
Por lo demás y según los numerosos libros de memorias que existen podemos afirmar que Hitler era un vegetariano convencido.
También dicen que el vegetarianismo de Hitler fue una invención hecha por el ministro de propaganda Joseph Goebbels para dotar al Führer de un aire de revolucionario.
Por lo tanto, Hitler no fue de ningún modo un vegetariano ético.
El vegetarianismo de Adolf Hitler se cree que se basó en las teorías históricas antisemitas del compositor alemán, Richard Wagner. El cual soñaba un futuro vegetariano para Alemania.
Y al parecer, la obsesión de Hitler por los vegetales respondían a la obsesión con la pureza del cuerpo de la raza aria.
Según The Telegraph aseguraba además, que en 1942, Hitler explicó a Joseph Goebbles que si ganaba la guerra “convertiría a Alemania al vegetarianismo.”
Hace unos años apareció en las noticias una mujer que aseguraba haber sido una de las “catadoras oficiales” del Führer, y que su alimentación era exclusivamente vegetariana.
“La comida siempre era vegetariana, nos daban arroz, fideos, pimientos, guisantes y coliflor.”
La mujer ha contado además la situación de constante temor por su vida que tenían tanto ella como sus compañeras, muchas de las cuales “se ponían a llorar al empezar a comer.” Recuerda que ellas tenían que ingerir los alimentos y esperar una hora para comprobar que “no nos poníamos enfermas. Llorábamos de alegría por haber sobrevivido.”
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Hitler y su relación con los animales.
Es de sobra conocido el amor que Hitler sentía hacia los perros. Tanto es así que durante la guerra las familias con perro también tenían una cartilla de racionamiento para sus canes.
Efectivamente, Blondi fue el pastor alemán favorito y más conocido de Hitler. Sentía verdadera pasión por ella. Sin embargo, no dejó de probar el veneno con el cual se iba a suicidar primero con Blondi. Efectivamente fue así. Pero no solo para probar su eficacia sino porque Hitler sabía que Blondi sin su presencia estaba perdida.
“Dentro del robusto edificio de hormigón se respira tensión. Son las últimas horas de un imperio. Repentinamente, de una esquina oscura aparece uno de los doctores de Hitler, esvástica en la chaqueta. Lleva consigo varias pastillas de cianuro que el Führer pretende usar para acabar con su existencia y la de su mujer, Eva Braun. Alarga la mano y le da una para realizar la prueba que, horas antes, ha solicitado. El líder nazi la coge y se prepara. A una orden suya, su guardia personal abre la boca de Blondi, su querida hembra de pastor alemán. Es uno de los pocos seres a los que de verdad quiere y no consentirá que sea vejada por los soviéticos. Además, su sacrificio servirá para verificar que las cápsulas no han sido modificadas con algún veneno temporal que hiciera que le capturaran.
La perra pelea, no quiere tragar. Pero su lucha acaba pronto, cuando su aliento se apaga después de que el veneno llegue a su torrente sanguíneo. Está muerta. Hitler alza la mano para que un miembro de las SS se lleve su cadáver a la calle. También ordena al soldado coger a los cuatro cachorros recién nacidos de Blondi. Escalón tras escalón, el sujeto sube hasta dar con la puerta que le hará llegar al exterior. Cuando la abre los perritos reaccionan jubilosamente, pero la alegría les dura escasos minutos. Justo el tiempo que tarda el militar en dejarlos en el suelo, sacar su pistola Luger y dispararles un tiro a cada uno.” A pesar de que existen multitud de teorías que explicarían la inclinación de Hitler hacia el vegetarianismo, una de las que más fuerza cobra entre los historiadores es la de que el dictador tenía un estómago delicado y la ingesta de frutas y verduras resultaba beneficiosa para su salud.
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