A unos 45 minutos de Berlín en S-Bahn (S1 dirección Oranienburg, última parada), en la localidad de Oranienburg, se encuentra uno de los campos de concentración más importantes del nazismo: Sachsenhausen. Considero que si estás unos cuantos días en Berlín merece la pena acercarse, porque hay que conocer la historia para evitar que se vuelva a repetir. Y lo que ocurrió aquí, como en tantos otros sitios, no puede caer en el olvido.
Como tip turístico, os recomiendo que realicéis la visita con un guía. Nosotros la hicimos así, y me comentaron que mucho mejor que con la audioguía que proporciona el campo. A vuestra elección lo dejo, pero nosotros quedamos muy satisfechos. Es una visita larga, de varias horas, por lo que hay que ir con comida y bebida ya que allí no es posible comprar nada.
Antes de mostraros las fotos, me gustaría que supierais que Sachsenhausen no fue un campo de exterminio como por ejemplo Auschwitz, que estaba destinado únicamente para matar. Este fue en principio un campo de trabajo donde los "enemigos" del régimen nazi trabajaban sin descanso en unas condiciones pésimas, apenas sin comer, hacinados en barracones y pasando frío y otras penurias. Y fue el "I+D" de los campos de concentración nazis, donde se hacían las pruebas de los hornos crematorios para extenderlos por el resto de lugares, de los gases para matar (entre ellos el famoso Zyklon B), etc. Es duro recorrerlo pero aún es peor ignorarlo. Las fotos hablan por sí solas. Os iré haciendo una pequeña explicación entre ellas:
En la foto anterior se puede observar la entrada al recinto de Sachsenhausen, y en la siguiente el camino que realizaban los prisioneros, con fotografías reales de la época bastante duras. Uno de los prisioneros fue Largo Caballero, presidente del gobierno de la II República durante la Guerra Civil.
En esta foto podéis ver la entrada al campo, la Torre A, cuyo reloj está parado a las 11:07, la hora de liberación de este campo de concentración.
Aquí la puerta de entrada en primer plano, con la inscripción "Arbeit macht frei", o lo que es lo mismo "el trabajo os hace libres". Muy irónicos estos nazis después de ver lo que hacían con los "trabajadores"...
La entrada es bastante espeluznante, a pesar de que apenas quedan dos o tres barracones en pie. En esta plaza reunían a los prisioneros a unos cuantos grados bajo cero a las cinco de la mañana.
Los muros y las alambradas hacían casi imposible que un prisionero pudiera escapar.
Dentro de los barracones, lo que más me impresionó fueron los baños, comunes para unas 300 personas aproximadamente.
En el suelo, estas piedras marcan la situación de los barracones ya destruidos:
En cada uno de ellos había literas, donde podían llegar a dormir tres personas en una cama debido a la falta de espacio:
El campo también tenía una cárcel (un tanto irónico, ¿una cárcel dentro de otra?):
Y si se tenía que castigar, evidentemente, se castigaba. Uno de los métodos era colgar de los brazos a los prisioneros en estos palos con un gancho metálico:
Murió muchísima gente, y en estas fotos se recuerda a algunos prisioneros rusos que desgraciadamente no vivieron para contarlo:
En la Torre Z, parcialmente destruida por los soviéticos, se realizaban las pruebas del gas Zyklon B, de los hornos crematorios...para ver si se podían extender estos métodos a los campos de concentración y exterminio que poblaban el territorio nazi. Aquí es donde os hablaba del "I+D" del horror:
Soy de la opinión de que esta visita es obligatoria para todo el mundo al menos una vez en la vida. No esta necesariamente, sino una visita a un campo de concentración. Ahora son memoriales que impiden que olvidemos el horror que un día, por diferencias raciales, políticas o sexuales, hicieron sufrir a millones de personas. Después de la II Guerra Mundial, Sachsenhausen se convirtió en un campo de concentración soviético hasta 1950.
”Y sé una cosa más – que la Europa del futuro no puede existir sin conmemorar a todos aquellos que, independientemente de su nacionalidad, fueron asesinados en aquel momento lleno de desprecio y odio, que fueron torturados hasta la muerte, muertos de hambre, gaseados, incinerados, colgados…”
Andrzej Szczyplorski, prisionero del Campo de Concentración de Sachsenhausen, 1995.