El propio museo es plenamente consciente de ello, y nos propone tres itinerarios en función del tiempo que tengamos: 1 hora, 2 horas o 3 horas. Su criterio para la selección de sus obras maestras se basa en la calidad de la pintura, su autor, la escuela a la que pertenece o su importancia para la historia del arte.
Después de muchas visitas, yo también tengo mi propia selección de favoritos, aunque basada más en criterios personales. Para mí el Arte no es sólo técnica, sino también sentimiento e historia. Por eso, para eligir mi top 10 de los cuadros del Museo del Prado, doy importancia a lo que cuentan, lo que transmiten y quién los creó.
Aquí va mi colección de favoritos que ver en el Museo del Prado (ordenados por antigüedad).
El jardín de las delicias, El Bosco (1490-1500)
El Bosco fue un pintor flamenco muy particular, revolucionario incluso para nuestra época. Aunque intentaba transmitir mensajes moralistas como otros artistas, utilizaba un fino sarcasmo que le hacía ser diferente a los demás. Esta originalidad era del gusto de Felipe II, razón por lo cual tenemos varios cuadros importantes suyos en el Museo Nacional del Prado, aunque sin duda este es el más famoso de todos.
Se trata de un tríptico que, abierto, contiene imágenes del Paraíso, el Jardín de las Delicias y el Infierno.
La tabla de la izquierda es el Paraíso, con Dios presentando a Adán y Eva. Parece una representación típica del tema pero, si nos fijamos, nada es tan pacífico como debería. Muchos animales están peleando entre sí y en la roca de la derecha del estanque, se ve la cabeza del Diablo.
La tabla de la derecha es el Infierno, que por algún motivo desconocido El Bosco relaciona con la música. Aquí todo es oscuro y muestra los tormentos a los que unos seres fantásticos someten a los humanos. La imagen es muy perturbadora, y creo que en su momento debía de dar bastante miedo. Para la gente que creía LITERALMENTE en el Infierno debía de ser horrible imaginarse en esa escena.
La tabla del centro es el Jardín de las Delicias propiamente dicho. Es aquí donde está la crítica directa del Bosco, puesto que la humanidad ya ha caído totalmente en el pecado, sobre todo en la lujuria. Mirar todas las escenas nos puede llevar un buen rato, porque desde luego hay una inmensa cantidad de detalles. Me parece increíble la imaginación que tenía este hombre, y lo escandaloso que debía de ser para sus coetáneos ver un cuadro así.
Me gusta mucho esta pintura por su originalidad, su sarcasmo y por la incomodidad que debía de causar a sus observadores.
Autorretrato, Durero (1498)
Esta pintura es bastante diferente a la anterior. Es mucho más clásica y, digamóslo así, normal. Sin embargo, hay un par de detalles que la hacen especial…
Durero fue un artista muy reconocido en su época, tuvo clientes importantes y una buena posición económica. Sin embargo, por aquel entonces los pintores sólo eran considerados artesanos, no artistas de verdad como podía ser un escritor. Por eso este autorretrato tiene una intención reivindicativa que me gusta mucho.
Se retrata con ropas lujosas, no como un pintor en su estudio, y pasaría por cualquier hombre de la nobleza. El detalle clave son los guantes de piel de cabritilla, un artículo muy exclusivo en su época que desde luego no estaría al alcance de cualquier artesano. Debajo de la ventana, sin embargo, incluye una inscripción: “1498, lo pinté según mi figura. Tenía yo veintiséis años. Albrecht Dürer”.
Es una declaración en toda regla. Una forma orgullosa de decir, aquí estoy yo, soy un “simple pintor” pero con categoría. Mi propio trabajo me permite estar a la altura de cualquiera que se crea mejor que yo. Ole por su arrogancia
La emperatriz Isabel de Portugal, Tiziano (1548)
Este retrato es increíblemente bello y de una calidad innegable. Tiziano reproduce en él a la emperatriz Isabel, mujer de Carlos V. Se la representa al modo típico del Renacimiento, sentada frente a una ventana, para dar más profundidad al cuadro. Destacan los cuidados detalles del vestido, con brocados, pedrería y encajes. El colorido de tonos rojizos y pardos es muy característico del pintor. El collar, el peinado, el libro, todo es perfecto.
Sin embargo, a pesar de la belleza del cuadro, no es por eso por lo que me gusta. Lo que me atrae es la historia que hay detrás…
El emperador Carlos V se casó con Isabel en 1525. Los matrimonios reales se decidían por razones de Estado, por lo que el amor no era una variable a tener en cuenta. Sin embargo, ellos se enamoraron nada más verse, y fueron muy felices durante trece años. El emperador tenía que viajar mucho por todos sus territorios y era ella la que se quedaba al cargo de España. Fue un gran apoyo para él, y perderla tan joven, con 35 años, fue un golpe terrible.
Durante dos meses abandonó la vida pública porque no era capaz de soportar el dolor. Entonces se dio cuenta también de que no tenía un retrato bueno de ella para recordarla. Tiziano era su pintor favorito, así que le encargó que hiciera una pintura de ella. Para Tiziano fue un compromiso muy delicado porque nunca llegó a conocerla. Se tuvo que basar en una imagen anterior, realizada por un pintor de segunda línea.
Sin embargo, el emperador quedó encantado con el cuadro y le tuvo mucho cariño siempre. De hecho, lo llevaba en todos sus viajes y cuando abdicó del trono también lo llevó a su retiro. Me parece un gesto muy bonito de un hombre que siempre siguió enamorado, a pesar de sobrevivirla casi 20 años. Esta historia de amor es lo que lo convierte en uno de mis highlights que ver en el Museo del Prado.
David vencedor de Goliat, Caravaggio (1600)
Mi gusto por este cuadro reside en que es el único que hay en el Prado de Caravaggio, un personaje que siempre me ha resultado muy interesante.
Su obra es muy especial por el uso que hace de las luces y las sombras, que dota a cada imagen de una gran expresividad. También fue un artista polémico por usar de modelos a mendigos o prostitutas. Teniendo en cuenta que sus obras eran religiosas, habría mucha gente a la que no le gustase la idea. De hecho era tan realista que pintaba a santos o vírgenes con las uñas sucias, los pies negros, la ropa andrajosa…
En el terreno personal también era polémico, siempre andaba metido en líos. Si no acabó antes muerto o en la cárcel fue porque tenía muchos amigos influyentes. Sin embargo, un día se metió en un problema más serio que le llevó a ser desterrado de Roma. Mató a un hombre, aunque por accidente. El caso es que a partir de entonces vagó por varias ciudades y su carácter se fue agriando cada vez más. Vivió atormentado, enfermo y deprimido, con el único deseo de poder volver a Roma.
Cuando al fin consiguió el perdón papal, un incidente en el camino le impidió regresar. Murió triste, solo, tirado en una playa. Un genio problemático que nos dejó increíbles obras, como este David. Todo en este cuadro desprende tanta fuerza que nos hace sentirlo vivo.
El juicio de Paris, Rubens (1638)
Cualquier halago hacia Rubens se queda corto, al fin y al cabo fue el gran maestro del Barroco flamenco y uno de los pintores más influyentes de la Historia del Arte.
En el Museo del Prado tenemos la suerte de contar con varios cuadros importantes suyos, pero a mí el que más me gusta es este. A Rubens le encantaba inspirarse en la mitología y aquí nos cuenta el que sería el origen de la Guerra de Troya.
Todo empieza en la boda de Peleo y Tetis (los padres de Aquiles). Hicieron una gran fiesta de celebración a la que incluso todos los dioses estaban invitados. Bueno, todos menos Eris, la diosa de la discordia. Esta, cansada de ser despreciada, tramó una venganza. Cogió una manzana de oro a la que grabó “Para la más bella” y la lanzó en medio del banquete. Cada una de las diosas principales (Hera, Atenea y Afrodita) se creían, evidentemente, merecedoras de este título.
Zeus, para no meterse en líos, nombra como juez al pastor Paris, príncipe de Troya. Manda a Hermes con la manzana a buscarlo y a contarle su cometido. Las diosas intentan sobornarlo para ser elegidas (momento que vemos en el cuadro). Hera le ofrece poder, Atenea sabiduría y Afrodita el amor de la mujer más bella del mundo. Paris elige a esta última, que le entrega a Helena, esposa del rey de Esparta. Su rapto y huida a Troya marcan el inicio de la guerra.
Y aquí dejo por el momento este repaso a los mejores cuadros que ver en el Museo del Prado. Si quieres conocer mis otros cinco favoritos, lee mi próximo post