Probablemente, los viajes tengan comienzos pero no finales. Porque cada vez que miremos una foto de un viaje del pasado, volveremos a catapultarnos allí otra vez.
Volveremos a sentir esa ciudad de nuevo, a oler su mar o notar el vértigo de la montaña, el minimalismo del desierto, o el sabor de las especias de alguna comida que jamás habíamos probado.
En Koh Samui. Paseando por esta preciosa isla tailandesa con playas de agua turquesa.
Qué es viajar sino desprenderse
Viajar es soltarse la melena, alejarse de lo conocido para sumergirse en un entorno diferente. Salir fuera de la burbuja y abrirse a una nueva experiencia.
Cambiar de aires para dejar de lado la rutina del día a día. Desprenderse de familiares y amigos. Aceptar la idea de ser un completo intruso. Situarse en el tablero de una ciudad diferente. Jugar con otros billetes, con otra lengua, con otras normas.
Viajar es convertirse en el inmigrante, el extranjero, el forastero, el extraño. Apagar el modo seguro para caminar por un terreno pantanoso. Actuar de manera diferente para adaptarse a las exigencias del entorno.
Qué es viajar sino abrazar lo desconocido
Viajar es aceptar con simpatía la incertidumbre. Un ingrediente que todo viajero carga en su maleta o mochila. Tan divertida como aterradora. Y es que la incertidumbre es la posibilidad de que todo suceda, tanto positivo como negativo.
Y qué encantador puede llegar a ser lo desconocido. No saber lo que te va a suceder es un perfecto antídoto para combatir el guión encorsetado del día a día.
Quizás acabes conociendo a alguien en un hotel, sentado en un autobús o paseando a plena luz del día. Puede que, un restaurante cochambroso al que te has visto obligado a entrar, te sorprenda. Tal vez, una puesta de sol interrumpa tu guión del día. Pero que más da, es tu viaje y puedes detenerte cuando quieras.
Decir que un viaje es imprevisible, es decir poco o nada. Como decir que la nieve es blanca o que Barcelona tiene playa. Pero aunque sea un típico tópico, es verdad. Viajar agita tu presente. Provoca que sucedan acontecimientos fuera de lo habitual.
Y es que viajar es un constante: «bueno… ahora a ver qué pasa».
Qué es viajar sino exprimir los sentidos
Ojos, orejas, nariz, boca y manos viajarán con nosotros. Cinco partes del cuerpo que almacenarán gran cantidad de información. Segundo a segundo.
Después, con tan solo mirar una foto o escuchar una canción de ese periodo aventurero, volveremos a activar alguno de los cinco sentidos.
Éstos, se encargarán de situarnos automáticamente muy lejos: en pleno viaje.
Qué es viajar sino volver con otros ojos
Cuando buceamos en culturas diferente, nos convertimos en auténticas máquinas de osmosis. Absorbemos como esponjas todo aquello que contrasta con nuestra cultura.
Nuestra mirada se vuelve curiosa y llena de asombro. Como cuando éramos niños, queremos saber el porqué de las cosas. Por ello, la mirada de un viajero está en constante cambio.
Cuando viajamos, conocemos una realidad diferente. Nos mezclamos. Vemos cómo se comportan otras culturas. Observamos si hablan mucho o poco. Si se quejan o tienen aguante. Si exigen mucho o se conforman con poco.
Qué es viajar sino aprender
Aquel que viaja, se convierte en un alumno nato. Alguien que se ve obligado a aprender constantemente. Un viajero se rinde ante cada una de las lecciones de una nueva ciudad: clases paisajísticas, arquitectónicas, culinarias, mercantiles y sociales.
Para mí, un buen viajero es un mejor copión. Alguien que es capaz de coger lo mejor de allí para utilizarlo aquí.
Y es que, no se me ocurre mejor manera de aprender que mediante la exploración. O la práctica. Si para aprender a conducir, es más importante coger el coche que memorizar las señales. ¿Por qué no va a suceder lo mismo cuando uno viaja?
Y para ti… ¿Qué es viajar? ¿Dónde te irías ahora mismo?
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