Así, el país busca obtener algo positivo de la crisis, que se calcula le costará al país $5 mil millones de euros en ingresos perdidos por la falta de visitantes.
La República Checa fue uno de los primeros países de Europa que cerró completamente sus fronteras, y apenas a finales de mayo comenzaron a permitir la entrada de visitantes de sus cuatro países vecinos: Alemania, Austria, Eslovaquia y Hungría, solo para viajes de negocios.
En el corto plazo, no se piensa reabrir al turismo internacional, y es muy probable que la temporada alta del verano terminé sin recibir viajeros.
Rescatando la industria turística
Para rescatar dentro de lo posible la temporada, el gobierno de Praga ha preparado un plan para atraer al turismo nacional.La idea es que los checos de otras ciudades, viajen a conocer su capital, y para animarlos se tiene un fondo de 9.3 millones de euros.
Con ello, se busca ayudar a los viajeros nacionales a cubrir el costo de las atracciones y del hospedaje, y con ello mantener vivos los sectores de la cultura y la hostelería.
Aunque el turismo nacional no será sino una fracción de los 6.8 millones de extranjeros que visitaron la República Checa en 2019, su presencia generará otros beneficios, y son parte de un plan para impulsar el turismo sostenible en Praga.
Los males del turismo masivo
“El impacto será terrible, pero la crisis nos ha dado espacio para respirar”, dijo el alcalde de Praga, Zdenek Hrib, al portal Balkan Insights.Así se luchará contra el turismo masivo que “se está comiendo a la ciudad por dentro”.
Praga, como otras ciudades europeas, recibe tantos visitantes que estos inundan las calles de su centro histórico, superando con creces la cantidad de habitantes locales que hay en ella.
Con este tipo de turismo, los departamentos han subido de precios, desplazando a los praguenses a las afueras y siendo remplazados por Airbnb.
Asimismo, tiendas de souvenirs han remplazado a los negocios que la gente local necesita para su vida diaria, y las cocinas tradicionales se ven remplazadas por lugares de comida rápida que se disfrazan de gastronomía checa y seducen a los no conocedores, acabando con negocios tradicionales.
La esperanza del gobierno de Praga, es que un verano con puros visitantes checos cambie la balanza.
“El turismo doméstico va a apoyar negocios genuinos” opina Hrib, “El resto sufrirá grandes pérdidas. Y como ciudad, no vamos a dar apoyo a los negocios que se enfocan únicamente en los extranjeros”.
Asimismo, quienes busquen pasar la noche en un Airbnb, no se beneficiarán de los subsidios que se darán a los visitantes.
Con ello se espera que muchos departamentos vuelvan a ofrecerse a la renta a los habitantes de Praga, y que con ello los precios estratosféricos que se venían pagando, tengan una notable reducción.
Los daños de Airbnb a las comunidades donde se ubican sus pisos ha llevado a que surjan alternativas como Fairbnb.
Un cambio a largo plazo
La crisis del coronavirus, puede tener estos beneficios en el corto plazo, pero Praga tiene un plan para la sostenibilidad a largo plazo.Se busca principalmente, que el centro histórico deje de ser un museo invadido por turistas, y que además de dar una gran experiencia a los extranjeros, se de calidad de vida a sus habitantes.
El plan se ha trazado consultando a los praguenses y a los emprendedores turísticos, y uno de sus principales blancos es cambiar la vida nocturna.
Se busca mudar estos negocios, a zonas donde no provoquen molestias a los habitantes de la ciudad.
Además, se construirá infraestructura deportiva y cultural en otras áreas de Praga, para animar a los visitantes a recorrer otras áreas y no concentrarse en el centro, y se pondrán reglas al transporte turístico.
También se crearán nuevos productos enfocados al turismo lento, y a aquellos que están interesados en la cultura local, un tipo de visitantes que suelen dejar mayor derrama económica y tienen una mejor relación con el destino que los viajeros de pisa y corre.
Se revisarán también las reglas de impuestos, de modo que estas beneficien a la ciudad y sus habitantes y no a Airbnb, y se fomentará la comunicación entre turistas y locales para que tengan una mejor relación.
Por último se garantiza que las ganancias que traiga el turismo, se van a invertir en el mantenimiento y mejora del patrimonio cultural.
Si todo sale como se planea, Praga tendrá pronto una imagen muy diferente, que beneficiará a todos.
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