Como os contaba en el post anterior, comenzamos el segundo día de nuestra aventura por Arizona: ¡despertándonos en Prescott! Nada más desayunar, cogimos el coche para hacer algunos recados y ponernos en marcha. Reconozco que en este día en concreto, las expectativas eran bien altas. Al fin y al cabo, íbamos a conocer de una vez por todas: ¡el parque nacional americano por excelencia! El buen tiempo acompañaba y teníamos un día disfrutón por delante. De esos en los que conoces un montón de lugares impresionantes, sin pasar muchas horas al volante.
En estos viajes de carretera por tierras ajenas, a veces es difícil encontrar el lugar perfecto para hacerse con las provisiones necesarias. Si fuera vosotros, nunca dejaría de tener alguna que otra reserva de comida y bebida extra. Porque sé por experiencia, que en el oeste americano puedes pasarte horas y horas conduciendo y no encontrar absolutamente: ¡nada! Y menos mal que ese día íbamos bien surtidos. Porque como os iba diciendo, lo que se suponía que iba a ser un viaje comodón de un par de horas: ¡se alargó mogollón hasta que conseguimos entrar al *Gran Cañon*! El viaje hasta allí fue bastante singular. Paísajes un poco desolados sin nada especial, más que un montón de carteles de carretera viejos y el color amarillento de sus terrenos.
Resultó que unos kilómetros antes de llegar a las taquillas de la entrada del parque, ya había una caravana importante. Aprovechamos las horas de espera para comer en el coche y hasta cogernos otro café para llevar. Cuando por fin nos tocó el turno, pagamos los 30$ de acceso y nos dejamos llevar a través de la entrada *South Entrance Station*. Hacía un sol estupendo, pero debido al atasco ya eran casi las dos de la tarde y sabíamos que teníamos el tiempo justo para disfrutar del parque. Así que vayáis cuando vayáis, contad con esto e id con muchísimo tiempo de sobra antes.
¡En Arizona es así! Durante el invierno oscurece de golpe y porrazo sobre las cuatro, pasando de la luz a la oscuridad total, así como de las temperaturas primaverales a las invernales en un plis plas. Sin embargo, pudimos aprovechar bastante la visita y fuimos parando en cada uno de los miradores de la ruta *Hermit Road*. El resto del recorrido fue prácticamente a oscuras. Pero lo que ví, fue más que suficiente para que alucinara al ver como esa montaña se abre directa e infinitamente a tus pies. También flipé al ver el *río de Colorado* a lo lejos, al parecer responsable de tal panorama al estar erosionando sin pausa dicho terreno. Y que os voy a decir, cuando de repente se nos cruzó a unos metros del coche un ciervo macho enorme: no me dió tiempo a hacerle ninguna foto pero tuve los segundos suficientes para disfrutar observando sus andares tan elegantes y su cornamenta que parecía como de terciopelo. ¡Parecía como sacado de un cuento!
Otro día más lleno de aventuras, otra tarde llegando de nuevo a oscuras a nuestro alojamiento. Si os sirve de ayuda nos quedamos en *Hampton Inn & Suites Page - Lake Powell*, situado en *Page* (podéis reservarlo aquí). Un pueblo muy peculiar en pleno desierto, de esos que no tienen nada bonito pero sí todo lo que se necesita a la vuelta de la esquina. El hotel es bastante moderno y está recién abierto. Estratégicamente perfecto, si al igual que nosotros queréis visitar al día siguiente *Monument Valley*. Por cierto: ¡usar la máquina de gofres durante el desayuno es todo un acierto!
¡Ya me diréis que os está pareciendo el viaje y si os vais a apuntar al tercer devaneo! Ya sabéis, que yo como siempre: ¡os espero!
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