Tras conocer el informe de fray Marcos, Antonio de Mendoza encarga a Vázquez de Coronado la conquista del reino de Cíbola. La expedición, que contará con trescientos españoles y ochocientos nativos americanos de Nueva España, parte en 1540 al mando de Coronado y con la guía de fray Marcos de Niza.
Pero la empresa de Coronado no empiezan bien. El maestre de campo muere en una escaramuza, y al poco se encuentran con unos exploradores enviados por el virrey que se habían adentrado 200 leguas al norte sin encontrar nada digno de mención. Fray Marcos, que ha visto la ciudad con sus propios ojos, logra tranquilizar a los demás con una elocuente descripción de las maravillas que les aguardan.
Tras días de trayecto sin más novedad que el creciente escepticismo de Coronado y sus hombres, la expedición llega a la base del cerro desde el cual el fraile divisó Cíbola. Ansiosos suben la loma, imaginando las casas de piedra, las calles de plata, la inmensa ciudad más magnífica que la mismísima Tenochtitlán...
Pero al llegar arriba y mirar al otro lado no ven nada, apenas una aldea polvorienta de rústicas casas de adobe en la cual les esperan 200 nativos armados. Esto supone un tremendo jarro de agua fría para toda la expedición, y para fray Marcos en particular, que recibe las maldiciones de todos sin ser capaz de entender qué ha pasado.
A pesar del desánimo, la expedición de Coronado continuará su viaje, adentrándose cada vez más en el corazón de lo que algún día será Estados Unidos. Descubren el río Colorado y su cañón. Y, buscando una nueva ciudad maravillosa, Quivira, traspasan el río Arkansas y se convierten en los primeros europeos en ver las inmensas manadas de bisontes.
Pero al final sólo les aguarda otra aldea mísera. En 1542 regresan a Nueva España con una sensación de absoluto fracaso. Fray Marcos de Niza moriría en 1558, debilitado por las penurias pasadas durante la expedición y vencido por la tristeza.
Cronistas posteriores alimentaron el mito de "Las siete ciudades de Cíbola" uniéndolo a una vieja leyenda hispánica, según la cual, tras la conquista árabe de la península, siete obispos lusitanos huyeron a través del Atlántico hasta llegar a una isla llamada Antilia.
Cada uno de ellos fundaría una ciudad, por lo cual su isla también se conocería a partir de entonces como la "isla de las Siete Ciudades". A pesar de las posibles conexiones entre las dos historias, los que participaron directamente en la búsqueda de Cíbola nunca mencionaron en sus relaciones esta vieja leyenda.
Y así acabamos esta ingrata historia para nuestros aguerridos conquistadores, que se encontraron con un espejismo donde iban a saquear tesoros. Por cierto, ¿quieres saquear conmigo, Estigi@? No olvides seguirme, haremos historia.
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