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Salimos de nuestro departamento rumbo a Shara Harem (la ruta de las pirámides y la conexión al desierto). Los mercados, incluso en la medianoche, están llenos de gente: Mujeres y hombres gritando, cual poseídos, los precios de pimientos, pollos, lentejas, té, tortas y cigarrillos, todos empujándose en busca del lugar más barato.
Fuimos volando a lo largo de la autopista animados con un "pop árabe" que sonaba en la radio. Cuando en eso, una carreta de burro cargada de plantas de ajo se detuvo abruptamente frente a nosotros. Nos vimos obligados a bajar la velocidad al mejor de la línea BMW, para quedar al paso de una tortuga (La bestia, aparentemente quedó asustada por el ruido del auto). El Cairo es una ciudad de increíble contraste. Futurista y antigua, rica y muy pobre.
Aparcamos a un lado de la calle a esperar a Moustafa, Mido y algunos otros amigos, hasta que llegaron. Tomamos cerveza y nos pasamos una botella de whisky antes de llegar a una muy bien escondida tienda de cerveza donde nos abastecimos y nuevamente continuamos con el camino. Al llegar a los establos, un lugar algo alejado de la ciudad, vi a la distancia, las pirámides. Las luces de la ciudad ocultas tras los perfectos recortes triangulares me dejó sin aliento.
Mohammed, el maestro del establo, nos hizo gestos para que escojamos nuestros caballos. Me di una vuelta, la mayoría de los caballos se me alejaban hasta que vi llegar una majestuosa yegua blanca que me miró. Le puse la mano y ella la olfateó acariciando mi palma. "¡Quiero esta!", exclamé a Mohammed. El dejó escapar una risa, "Ella te eligió y no al revés" ?dijo.
Montamos lejos de los establos con Mohammed como guía. Cinco minutos después una oscuridad nos rodeó por todas partes, a excepción de las dunas y rocas escarpadas que relucían a la luz de la luna llena. Trotamos lento durante 15 minutos cerca el uno del otro. Un grupo que pasó entre nosotros y nuestro guía nos dividió. Otros 30 minutos pasaron mientras nos movimos hacia un terreno cada vez más inclinado. Miré hacia atrás y tuve una vista cada vez más y más amplia detrás de mí. Vi un fuego a la distancia de hombres que, junto a una fogata, vendían productos a la gente que deseaba pasear a caballo en el desierto. Bajamos de los caballos para pedir un té cada uno, de sabor fuerte, saludamos a otro grupo que pasó entre nosotros. Mohammed, nuestro guía, dejó escapar un suspiro y dijo "Al Qahira...." (El Cairo) mientras miraba fijamente a la ciudad.
Con hashish y alcohol bombeando en mis venas, el olor de fogata de campamento, el desierto en mi nariz y el sabor del té humeante, aun picando en mi lengua, me recosté sobre la suave arena y me quedé mirando el infinito universo delante de mí. Nunca había visto estrellas tan claramente. La Vía Láctea fluía hacia arriba mientras contemplaba la vida, Dios y la condición humana. Me sentí en paz. La ciudad más grande del mundo a mi derecha, brillante y viva. Y las pirámides, que creo que deben ser el trabajo de criaturas de una galaxia lejana y remota, a mi izquierda. En silencio, me encierro filosóficamente desafiando los viejos ideales y la creación de otros nuevos cambiando todo lo que siempre se me enseñó sobre la vida. Me desperté de ese estado por Tarek, que me dijo que era hora de regresar. Partimos con nuestros anfitriones pagando el té y deseándoles paz. Montado en mi caballo una vez más, galopamos mientras recorrí lo visto en mi mente. Y el viento azota mi pelo. Me late el corazón en la garganta y me sentí vivo, mis sentidos afilados y la adrenalina iba sustituyendo la calma que las drogas habían provocado. Mi caballo y yo corrimos, mi respiración al unísono con la de él. Pasamos una duna y la gloria que es El Cairo se presentó en panorama completo y el asombro se apoderó de mí. El aire de la fría noche pinchó mi piel y me di cuenta que, este mismo momento en el tiempo, pudo haber sido cualquier momento de la historia. Me sentí conectado a mis antepasados. Hombres y mujeres que, aunque nunca había conocido, sé que vieron lo mismo que yo veo ahora y que debieron tener una sensación de asombro igual, mientras miraban desde este punto la ciudad de los vivos en el medio de la tierra de los muertos.
A medida que nos detuvimos en los establos, miré a través de las dunas el cielo pintado. Y ahora, mirando la calma del desierto, los recuerdos de esta noche se empezaron a desvanecer. Como en los sueños, las revelaciones e ideas que cambiaron la vida, que observé conscientemente minutos atrás, se van drenando ahora y hasta siempre para quedar relegados en el ojo de mi mente. Surgen cuando menos esperas para luego desvanecerse como tantas fantasías e ideas, sueños y pesadillas.
El viaje de regreso a nuestro apartamento fue un viaje silencioso. Todo el mundo estaba cansado y lleno de energía al mismo tiempo. En casa roleamos más cigarrillos y la calma del hashish desaceleró mi ritmo cardíaco. Me hundí en el sofá, con los ojos desorbitados y pensé en lo que he vi en el desierto. Las estrellas tan brillantes. Tarek me mira y parece que siente lo que estoy pensando. "Parece como si quisieras ir a un puente", dijo con una risa. Miré alrededor de la habitación y conseguí gestos de aprobación de mis hermanos y Ahmed, y antes de saberlo, estamos en la parte trasera del carro rumbo al "6th of October Bridge", uno de los muchos puentes que están sobre el Nilo. Aparcamos al lado del puente, dejando las puertas abiertas para escuchar la música de la radio.
Encontramos un hombre que vende té, que servía agua de un termo en vasos de papel (¿cartón?), pre-preparados con azúcar y hojas de té que descansaban en el fondo. Observé parejas jóvenes que paseaban por el puente, hombres tomando de la mano a sus esposas o novias, algunos apuntaban a las estrellas, imaginé que explicaban las constelaciones. Otros grupos de jóvenes y chicos fumaron cigarrillos y beben té mientras intentaban capturar la atención de grupos de chicas caminando.
Algunas cubiertas de pies a cabeza, otras sólo con un pañuelo en la cabeza y otras con el pelo descubierto. Fumamos cigarrillos y discutimos sobre mujeres, cine, música y literatura, todo entre sorbos de té dulzón. Tarek puso su mano en mi hombro y me guió a mirar las aguas turbias que se movían debajo de nosotros. "¿Sabes?" -dijo. "Hay un dicho en Egipto sobre que, si quieres ser escritor tienes que venir al Nilo". "Esto" -continuó mientras movía sus manos señalando la vista- "es su inspiración".
Me sentí extrañamente sobrecogido por la emoción, sintiéndome seguro de mí mientras luchaba por contener las lágrimas en mis ojos. Sonaba "Tiny Dancer" de Elton John, desde el auto.
"Sí", le digo, "tienes razón".
Kareem Moustafa
Amsterdam, Países Bajos
Quiero agradecer a Kareem por su colaboración en esta publicación. Un abrazo eterno mi buen amigo!!!!
También agradezco muchísimo a Pinina C. por la traducción del texto, sin su ayuda me hubiera demorado uffff horrores!!!! Gracias, gracias, gracias!!!