Hoces, leyendas piadosas y truchas en un recorrido tras los pasos de san Froilán
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGOEl río Curueño es un río pródigo en muchas cosas. Por un lado están sus truchas, que sin ser ya lo que eran siguen siendo de primera de división. No por nada el Curueño se cuenta como uno de los mejores ríos trucheros del norte leonés. Quizá por eso su población truchera se aparece a ojos de cormoranes, garzas o cigüeñas como un apetecible manjar del que resulta imposible no repetir. Y tanto se están aficionando a las corrientes del Curueño que su gula desmedida está poniendo en serio peligro a este pata negra de los ríos de montaña.
Leyendas del Curueño
Otro recorrido mucho más intangible aunque no menos hermoso es el que persigue colgarse de sus leyendas, no tan abundantes como sus truchas pero igual de apetecibles. Una de ellas cuentas las dichas y las desdichas de la Dama de Arintero.Corría el final del siglo XV cuando se libraba el enfrentamiento entre los partidarios de Juana la Beltraneja y los de los Reyes Católicos por la sucesión al trono de Castilla. En Arintero, un pueblecito del Curueño situado en las alturas de su costado oriental, vivía un noble cuya voluntad era la de partir hacia Benavente para combatir por la causa de los Reyes. Sin embargo, ya mayor, esto resultaba del todo imposible. Sin hijos varones, tampoco tenía a nadie a quien enviar en su puesto. Es entonces cuando Juana, una de sus siete hijas, ante el sufrimiento que todo ello causaba en su padre, le pidió permiso para acudir a la batalla disfraza de soldado. Y así, con muchas agallas y gran valentía terminó por convertirse en un guerrero de gran fama al que todos conocían como caballero Oliveros.
Pero un mal día una lanza desgarra su jubón dejando uno sus pechos al aire y tiene que acudir ante el rey para relatarle lo sucedido. Lejos de reprocharla el engaño, el rey, impresionado por su actitud tan noble y valiente, la recompensa a ella y a su pueblo con merecidos privilegios. Es regresando ya hacia Arintero, a la altura de La Cándana, cuando seis soldados envidiosos de lo conseguido por Juana la asaltan con la intención de quedarse con sus documentos y sus nuevos privilegios. La Dama, valerosa como era, pero al fin y al cabo humana, les hizo frente aunque sin poder sobrevivir a la emboscada.
El caso es que en un hermosísimo rincón de estas montañas, a un paso de Valdorria, entre agujas de caliza y precipicios a los que no se ve el fondo, perdura la ermita construida por el santo con la ayuda del lobo que pretendió comerse a su burro. Viéndolo Froilán acercarse al burro con aviesas intenciones salió ante él haciendo no solo que se arrepintiera del intento, sino que terminó por colocarle unas alforjas para que se sumara así a la erección del templo.
Ruta de peregrinación a la ermita de San Froilán
Quien ande más sobrado de tiempo y fuerzas puede atreverse con el circuito pedestre señalizado que lleva por título “Ruta de peregrinación a la ermita de san Froilán”. Es un recorrido de casi 13 kilómetros con un pronunciado desnivel al comienzo, hasta alcanzar la ermita, pero cuyos alicientes compensan con creces resoplidos y sudores. El circuito arranca en Valdepiélago para comenzar enseguida a trepar por La Forca hacia La Collada. A partir de ahí el camino entra en el conocido como paraje de Valdecésar atravesando las praderías en las que la tradición cuenta que Froilán fundó, consecutivamente, tres monasterios. Después, bordeando los peñascos de El Viso, el camino alcanza Valdorria, donde se localiza el desvío que acerca hasta la ermita.Este largo paseo se cierra sin cambiar de orilla continuando el trazado de la calzada desde Montuerto a Valdepiélago, que se alcanza a la altura de su airoso puente medieval.
EN MARCHA. Las hoces del Curueño se localizan en el sector central de la Montaña Leonesa. La carretera LE-321 la recorre entre La Vecilla y el puerto de Vegarada, en el límite con Asturias y donde finaliza la carretera para convertirse en una pista de tierra.
EL PASEO. La “Ruta de peregrinación a la ermita de san Froilán” sigue el recorrido que cada día 1 de mayo realizan las gentes del valle hasta la ermita del santo. Son algo más de 13 kilómetros que pueden hacerse, dependiendo de las paradas, en unas cuatro horas. De dificultad moderada por el importante desnivel que se salva desde el punto de partida en Valdepiélago hasta la ermita del santo. Entre sus alicientes están los espectaculares paisajes que se disfrutan en el tramo de ida y los restos de la calzada romana, sin apenas desnivel, que llevan por la orilla del Curueño hasta cerrar el circuito de nuevo en Valdepiélago.
Altura de salida: 1.040 metros / Altura collada de La Mata: 1.329 metros / Altura ermita del santo: 1.364 metros.
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Source: Siempre de paso