Irlanda, cristianizada tardíamente a partir de fines del siglo V, conservó sus tradiciones, especialmente en el campo artístico, y emprendió con los monjes anglosajones una evangelización militante en el norte de Gran Bretaña y luego en el continente. El arte insular fue, en parte, un catalizador de la renovación del arte occidental del siglo VIII.
Un monacato militante
Monasterio de Skellig Michael, Irlanda.
A diferencia del sur de Inglaterra, al haber escapado de la conquista romana, Irlanda no fue cristianizada tempranamente. La religión celta, cercana al animismo, integró con bastante facilidad la predicación de San Patricio y de sus sucesores del siglo VI, como San Colombano. La adopción de la nueva religión se realizó a través de los jefes de Estado. Los evangelizadores se impusieron ante numerosos soberanos organizando sus administraciones y cancillerías. Se fundaron monasterios en los que, en un principio, los monjes vivían como ermitaños en celdas individuales y luego en verdaderas comunidades bajo estrictas reglas. Los misioneros anglosajones Bonifacio en Fulda (Alemania) y Willibrord en Echternach (Luxemburgo) fundaron paralelamente, sobre las mismas bases, los futuros grandes monasterios. La difusión del arte en el continente comenzó especialmente a través de los manuscritos.
Los caracteres de la estética celta
El aislamiento de la isla y el proceso de cristianización pacífico explican las particularidades estilísticas del arte irlandés y la conservación de ciertos principios estéticos. En efecto, se utilizaron elementos geométricos abstractos en el ámbito de las representaciones cristianas.
Cruz de Muiredach, principios siglo X.
El repertorio, aparentemente limitado a espirales, entrelazados y dameros, ofrecía sin embargo un número de variaciones infinitas. Se usaba tanto en la orfebrería como en la escultura y la iluminación. Después de que se produjeran las invasiones anglosajonas, se aprecia un nuevo tipo de origen germánico: el entrelazado zoomorfo.
En Northumbria, romanizada desde la antigüedad, el denso follaje clásico aparece junto a los entrelazados en algunas cruces esculpidas, así como algunas representaciones humanas de estilo casi antiguo (cruz de Ruthwell, Inglaterra, a finales del siglo VII). La representación humana, requerida para la ilustración de los textos sagrados, se incorporó más tarde y permaneció deliberadamente esquemática tanto en la escultura como en la iluminación.
El auge del libro ilustrado
El libro apareció como una novedad en el ámbito celta. La actividad del manuscrito se limitó esencialmente a la copia de textos bíblicos, especialmente los Evangelios. La aplicación de los copistas y su voluntad de perfección llevó a la invención de una escritura de calidad, de la cual surgió la carolingia minúscula a finales del siglo VIII.
Algunos manuscritos copiados incluían ilustraciones, entre las que se contaban las representaciones de figuras (principalmente los evangelistas o sus símbolos) que los miniaturistas transformaban según los cánones estéticos insulares.
Símbolo de San Mateo, Libro de Durrow
Hacia fines del siglo VII, cada Evangelio estaba precedido de una página ornamental totalmente ilustrada en la que se desplegaba la fantasía decorativa celta, con un retrato esquemático del evangelista o su símbolo.
El texto comenzaba además con una gran letra capitular, que tendió a ocupar un espacio cada vez mayor en la página.
Un saludo a todos, espero que os haya parecido interesante.
Atte.