Su historia y su leyenda, comienzan cuando la encuentran (¿un esclavo en 1815?) en Panamá en el siglo XVI, pasando a ser propiedad posteriormente de reyes y nobles de toda Europa, e incluso, de la actriz norteamericana Elízabeth Taylor.
Sus orígenes
Al parecer, la primera referencia documentada sobre esta perla la sitúa en Sevilla en 1580, cuando llega a la capital hispalense don Diego de Tebes, Alguacil Mayor de Panamá, quien ofreció la perla a Felipe II. Según queda constancia escrita, pesaba 58 kilates y medio.
Tenía, y tiene, un tamaño y una forma inusual (en forma de pera), por lo que enseguida la hizo ser muy apreciada, tanto por su belleza como por su escasez, por toda la realeza de la época, luciéndola muchas reinas de España a lo largo de varios siglos.
Felipe II se la regaló a su nueva esposa, la reina inglesa María Tudor, quién de hecho luce la perla en el famoso retrato pintado por Antonio Moro, al igual que Margarita de Austria en su retrato ecuestre terminado por Velazquez y también su esposo Felipe III la lleva, prendida de su sombrero, en otro el retrato. También formó parte del joyel de Isabel de Borbón o María Luisa de Parma.
Sin embargo, su apodo «Peregrina» no se debe a su historial viajero, sino a su peculiar forma ya que, antiguamente, el adjetivo «peregrino» significaba «raro, caprichoso, especial». Esta perla fue también llamada «La sola», «La margarita»...
El saqueo de José Bonaparte
Los entendidos en la materia aseguran que en España, desde la Guerra de la Independencia, no hay joyas de la Corona, es decir, joyas vinculadas a la Institución.
Todas las joyas que hoy poseen los Reyes son exclusivamente bienes privados. No hay tampoco joyas previstas para la coronación porque en España no hay tal, sino proclamación. Únicamente perduran en palacio una corona tumular y un llamado cetro -en realidad un bastón de mando- que ha presidido las juras en las Cortes, desde Isabel II hasta el rey Juan Carlos I.
Al igual que otras gemas singulares como El estanque, la Perla Peregrina pertenecía a un grupo de joyas de la corona que los reyes debían transmitir de padres a hijos. Estas joyas tenían un valor histórico y simbólico y los reyes debían asegurar su conservación.
Los últimos inventarios del palacio real en los que figura la «Peregrina», junto a otras joyas similares, fue en los reinados de Fernando VI, Carlos III y Carlos IV, quienes la usaron repetidas veces.
Sin embargo, sería durante el saqueo del Palacio Real de Madrid, en la Guerra de la Independencia (1808), cuando esta perla desaparecería de España. El monto total del espolio superó los 22 millones de reales.
Cuando José Bonaparte, hermano de Napoleón, fue impuesto en el trono ordenó que le entregasen las joyas de los Borbones españoles, ya exiliados. La perla fue enviada por Bonaparte a su esposa Julia Clary, que residía en París. Sin embargo, años después de perder el trono español el matrimonio se separó y Bonaparte se marchó a Estados Unidos, con una amante y con la perla.
Cuando José Bonaparte regresó a Europa, se trajo la perla consigo. Según parece dispuso en su testamento la entrega de la perla a su cuñada la ex reina Hortensia de Holanda , con el objeto de que sirviese para sufragar las actividades políticas de su hijo, el futuro Napoleón III. quien debió de venderla hacia 1848 por problemas económicos. Se la compró el marqués de Abercorn, cuya esposa la lució en París.
La ?Peregrina? se vende
Según documentación develada recientemente, ya en 1914 Alfonso XIII sabía que La Peregrina había sido vendida por los Abercorn a una joyería inglesa por 35.000 libras. Por entonces, y por diversas referencias, se sabe que el Rey Alfonso XIII quiso adquirir la famosa perla para regalársela a su futura esposa, la princesa Victoria de Battenberg. El interés del Monarca era lógico, pues se trataba de recuperar una joya histórica vinculada durante siglos a la Corona Española. Consta que se la ofrecieron al rey y que le remitieron fotografías de ella. No llegaron a un acuerdo, y acaso fue entonces, al parecer, cuando Alfonso XIII obtuvo una segunda perla, muy similar, que sería la mostrada, por su ya entonces viuda, en 1969 afirmando que era ella quien tenía la auténtica ?Peregrina?. Tanto la casa de subastas como diversos especialistas negaron veracidad a esa atribución.
Esa presunta Peregrina fue legada a Juan de Borbón, hijo de Victoria Eugenia, y cuando este renunció a sus derechos dinásticos en 1977, le fue transmitida al rey Juan Carlos, cuya esposa, la reina Sofía, la ha lucido en varias ocasiones. Aún hoy, hay quien todavía sigue afirmando que la Casa Real Española es quien tiene la verdadera Peregrina.
Pero en aquella subasta de 1969 sería el actor Richard Burton quien la adquiriría por 37.000 dólares, como regalo a su amada Elízabeth Taylor, quien sería su propietaria hasta su fallecimiento.
Poco después de morir la actriz norteamericana sus joyas fueron subastadas (diciembre de 2011) por la sala de subastas Christie´s, y entre ellas la perla Peregrina que alcanzó los 9 millones de euros.