Seguimos con la crónica viajera de nuestra escapada de 7 días a las Islas Canarias, con el relato de nuestra segunda jornada de viaje.
Árboles forrados de crochet en Santa Cruz de Tenerife
En en nuestro segundo día en las islas y primero en Tenerife, empleamos buena parte de la mañana principalmente en conseguir el coche de alquiler para el resto de días que íbamos a pasar en la isla. Lo alquilamos con la compañía local CICAR, en la oficina del mismo puerto, pues aunque preguntamos en otros sitios, solo ellos nos dieron la opción de dejar el coche en el puerto de Los Cristianos, y atención: SIN COSTE ADICIONAL. Como tampoco nos cobraron extra por añadir otro conductor, (aunque al final sólo conduje yo el coche, pero normalmente si quieres poner otro conductor cualquier compañía te cobra un recargo). Y todo con un buen precio, y la opción de dejar el depósito vacío, o devolverlo como nos lo daban y entonces nos hacían un reembolso de 10??? de gasolina. El coche estaba bien, un opel corsa de los nuevos, con más extras de lo que yo había visto nunca en un coche de alquiler de gama baja en España. :D Vamos, que si no alquilamos de nuevo con ellos en la Gomera, fue porque no tenían disponibilidad, porque nos quedamos super contentos con la relación calidad/precio.
No solo nos dieron un mapa, sino también una audio guía con música relajante, y con explicaciones y descripciones de los sitios más interesantes para visitar en toda la isla. ¡Perfecto para nosotros que no llevábamos ningún tipo de guía!
Nuestra primera parada fue, (después de unas cuantas vueltas por la autovía por no encontrar el enlace adecuado hacia el oeste y nos fuimos de cabeza al sur) en la ciudad de San Cristobal de La Laguna, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999 por ser un ejemplo único de ciudad colonial no amurallada. La laguna de Aguere, de la cual toma el nombre la ciudad, tuvo que ser dinamitada y secada por el estado del agua en el siglo XV, pero hasta entonces había sido lugar de peregrinación del pueblo guanche. Esta laguna, tristemente, da también nombre a la batalla de Aguere, tras la cual se consolidó definitivamente la conquista de las islas por los Reyes Católicos y en la que exterminó el último foco importante de resistencia guanche de las Islas.
Tras la conquista, comenzó rápidamente la construcción de iglesias, y mansiones que albergaran a los nuevos señores de la tierra, lo que ha dejado un gran bagaje de casas coloniales con amplios patios que ha llegado hasta nuestros días.
Se nota que la ciudad está cuidada y que prestan atención a los pequeños detalles. El hecho de que la ciudad cuente con su propia Universidad también le añade un carácter especial a sus calles ya de por si multicolores y alegres, que están llenas de gente joven, estudiantes y un ambiente bohemio a la vez que internacional por el turismo que acude a la ciudad.
Llama mucho la atención el agradable olor a flores frescas que flota en el ambiente por toda la ciudad, aunque esta misma sensación ya la habíamos tenido en Santa Cruz, por lo que ¡nos llevamos la sensación de que la isla entera huele a flores! También nos sorprendió ver junto a las palmeras y los dragos típicos de las islas, pinos de araucaria que sólo habíamos visto anteriormente en Chile.
Caminamos por el centro de la ciudad sin un rumbo determinado, perdiéndonos por su callejuelas a nuestro antojo, aunque quizá nos detuvimos algo más ante las siluetas del real santuario del Santísimo Cristo de La Laguna, (en cuyo interior se encuentra una de las imágenes más veneradas de la ciudad, la torre campanario de la iglesia de la Concepción, y la fachada bicolor de la Catedral de San Cristóbal de La Laguna.
Después de comer, regresamos al coche (que habíamos dejado en un descampado a la entrada de la ciudad, pues aparcar en La Laguna es poco menos que imposible) para seguir nuestro camino por el norte de la isla.
La parada lógica conforme avanzamos hacia el oeste habría sido la Orotava, sin embargo, decidimos continuar hasta el pueblecito de Icod de los Vinos, a unos 60km de Santa Cruz de Tenerife.
A Icod de los Vinos se le conoce mejor como “La Ciudad del Drago” pues la mayoría de la gente acude a este pequeña ciudad para visitar el impresionante “drago milenario” que se yergue en el parque que lleva su nombre.
Se trata del ejemplar más grande y más longevo que se conoce en el mundo de su especie, aunque según los últimos estudios, lo más probable es que el drago “milenario” tenga una edad de entre unos 800 y 1000 años, (lejos de los 3000 años que le atribuyen las leyendas populares).
Fue precisamente caminando hacia el Parque del Drago cuando al subir una cuesta, tuvimos nuestro primer contacto visual con el otro gran coloso de la isla: El Teide.
Si se abona la entrada al Parque del Drago, se puede contemplar este gigante de 18 metros de altura y un perímetro en la base del tronco de unos 20 metros desde los pies mismos del árbol. Sin embargo, la mejor vista del árbol es la que se puede ver gratuitamente desde una esquina de la plaza Lorenzo Cáceres, justo enfrente del Parque del Drago.
En la cercana Casa del Drago se pueden curiosear fotografías antiguas de cuando la carretera pasaba JUSTO bordeando el drago, que por suerte sobrevivió el tiempo suficiente hasta que el Ayuntamiento decidió desviar el trazado, y proteger esta maravilla natural, declarada Monumento Nacional en 1917.
Y tras esta parada para ver el drago, dimos de nuevo media vuelta, hacia La Orotava, donde no nos importaba ya si se nos hacía de noche, pues pasear por una ciudad puede ser agradable aunque haya un poco de menos luz, pero así no nos quedamos sin contemplar el drago a plena luz.
La Orotava es otra preciosa ciudad colorida y a la vez monumental, que recuerda al ambiente que hemos visto en La Laguna, pero con un trazado totalmente distinto, con cuestas, subidas y bajadas, idas y venidas, para perderse y pasar un día entero por sus calles, descubriendo sus preciosos rincones.
Llaman especialmente la atención, los balcones de madera y los patios de las casas señoriales y de los molinos de gofio que se encuentran por toda la ciudad. Auténticas obras maestras.
Como curiosidad, en los jardines del Liceo Taoro se pueden contemplar diferentes especies típicas de la isla, como este drago joven, que así visto de cerca, se entiende porqué se le llama el árbol del dragón, o el árbol de la serpiente.
Finalmente, cuando el sol comenzaba a descender en el horizonte, emprendimos el regreso a Santa Cruz, a donde llegamos con el tiempo justo para soltar nuestras mochilas y salir a cenar algo. Elegimos una pequeña tasca llamada La Bodeguita Canaria que no es que fuera barato, pero se comía bastante bien.
Allí probamos el almogrote por primera vez, un mojo con textura de paté, elaborado a base de queso añejo que estaba increíble. También comimos queso fresco frito con salsa de miel de caña, y las típicas papas con sus dos mojos, a cual más bueno.
Una guinda perfecta para un día intenso, que no era más que preludio de lo que estaba por llegar, pues en la siguiente jornada, nos vamos…¡al Teide!
¡Hasta entonces, Calderer@s!
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