“Al final lo único que quedará serán canciones…nosotros nos haremos viejos, feos y gordos, pero nuestras canciones seguirán ahí…”
Sé que es una tontería, pero muchas veces me viene a la cabeza sin saber por qué. Porque…¿Qué queda cuando ya no queda nada? Canciones, supongo. Libros. Cartas. Cuadros. Fotos. Dibujos.
Al final, todo se reduce al arte.
Dibujos a medias.
Hoy he vuelto a mirar un cuaderno donde mi abuelo solía dibujar. Lo hacía todo lo bien que yo no lo hago. Copias exactas de dibujos animados, perfectamente hechas, perfectamente coloreadas. No puedo hablar mucho de él ni de su pasión por dibujar, ya que por desgracia para mí, apenas pude disfrutar de él. Pero me ha llamado la atención un dibujo que se le quedó a medias. Trazos de lápiz, formas inacabadas.
¿Por qué no lo terminó? Igual se bloqueó y ya no pudo seguir. O se puso a hacer otras cosas y se le olvidó continuar. O yo que sé. Pero me he quedado mirándolo unos segundos, pensando en que tal vez, no dejó sólo ese menester a medias. Tal vez no, estoy segura de ello. Al menos, sé algo que se dejó a medias: seguir aquí, contando mis pasos.
Pero esas cosas mejor no verlas desde esa perspectiva. Tengo sus dibujos y lo que me han contado. Y el camino que dejó marcado. Tengo el cuento que me he inventado sobre él, su voz y el tacto de su piel. Tengo todo eso por aquí, lo tengo aquí a mi lado.
Todo se reduce al arte. En serio. El arte es lo que nos queda cuando nada queda. El arte nos salva la vida, nos hace eternos y nos guarda la cara ante lo que venga.
Llevo unos días pensando que escribir no es más que una forma de vivir para siempre.
Escribir no es un hobbie. No es una elección. Tú no elijes escribir, te elije a ti. Escribir es mucho más que juntar letras, mucho más que desahogarse. De hecho, no me gusta mucho (con todo el respeto) la gente que habla de escribir como un “desahogo”. Escribir te nace, te sale como el respirar, te fotocopia el alma. Lo que escribes habla por ti, te define y te pone contra las cuerdas. Lo que escribes es tu legado.
¿Cómo quieres que te recuerden cuando sólo nos queden las canciones?
No sé, yo lo veo así. A veces no somos conscientes de quién lee, de lo que inspiramos, de lo que generamos. Muchas veces, no nos damos cuenta de nada, básicamente. Pensamos en el ahora, en cuántos “me gustas” habrán. En cuántas visitas. En si alguien nos dirá un “qué bonito”, o “qué basura de post”. Pero no vemos que esto va mucho más allá del ahora, que las palabras dichas se las lleva el viento pero las escritas viven para siempre.
Tenéis que escribir. O pintar. O fotografiar. O componer canciones. De verdad. La vida es mucho más bonita desarrollando una capacidad artística. La vida es mucho más bonita sabiendo que de algún modo, serás eterno.
Pero veréis…también hay otra forma de ser eterno.
Hoy no sólo he visto los dibujos que hacía mi abuelo. He visto también el dibujo que nunca me llegó a entregar otra persona. Algo que también se quedó a medias, ya que nunca llegó a su destino. Igual fue por su naturaleza del cincuenta por ciento.
Él fue alguien que abarcó más terreno del que pudo pisar, mucho más terreno del que quiso abarcar. Lo complicado del amor creo que no es el amar en sí, sino el dejar de amar. Lo verdaderamente complicado es echar la vista atrás y pensar…”¿y para ésto tanto…?” Ese inquietante momento en el que las locuras hechas por amor empiezan a parecerte tan patéticas que hasta te ríes, cuando antes llorabas. Y eso es bueno, pero hace que todo lo anterior reste valor. Como si cayeran las acciones. Como si el hechizo se rompiese. Como si te ducharas vestida. Absurdo. Sin sentido.
Pero aún así, de alguna forma, existe un resquicio de eternidad en cada corazón que ha latido.
Amar, sin lugar a dudas, es una forma más de arte.
En la vida todo se puede quedar por terminar, como el dibujo de mi abuelo, o como muchas historias que se quedan por el camino como si no pertenecieran a nadie. No siempre se acaban las cosas, o en algunos casos, no siempre se acaban las cosas como querríamos que acabaran. O ya si nos ponemos…algunas veces no sabemos cómo terminarlas y cambiamos a otra cosa.
Unas notas que faltan, unas frases que sobran, unos trazos que quedan.
Muchas cosas se nos quedan sin saber dónde tienen el punto y final, como este post, que no sé cómo terminar. Supongo que se quedará eternamente inacabado.
Porque puede que la vida no sea más que un montón de puntos suspensivos.
Supongo que también es una forma de hacer arte.
M.
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