Porque la esperanza es lo único que te ata a la cordura cuando la tristeza te consume y sientes el alma deshecha. Crees aún en esas películas dulzonas cuando tu cabeza se niega a razonar y se alía con el corazón para olvidar quién eres. Te aferras a estadísticas subjetivas sobre felicidad en pareja y no concibes tu vida sin el amor que acaba de abandonarte. Encallas en el recuerdo de los primeros flirteos cuando las mariposas de tu estómago mutan en polillas que carcomen tus entrañas.
Así continúas obcecada, sin entender que ese cabrón que acaba de romperte el corazón en mil cachitos no podía ser el que te hiciera vivir feliz a su lado. No lo ves, aún no puedes verlo, pero eso no era amor. Sigues lamiendo tus heridas y te revuelves, pasas de la frustración a la ira, de la autocompasión a la flagelación mental, de la misantropía a la caridad cristiana. Hasta que, harta de penar, resurges como la Escarlata O’Hara de tu propia plantación de desastres amorosos para jurar que nunca más volverás a equivocarte enamorándote de otro inmaduro emocional.
Pero eres tú, sí, tú, la que sigue el mismo patrón, la que se encandila con cantos de tritones y no avanza, la que se resiste a abandonar a Peter Pan en el país de Nunca Jamás. Te has hecho fuerte con cada derrota, pero el valor no reside sólo en levantarte de nuevo y creer. Debes aprender la lección, asumir los errores y apoyarte en ellos para crecer. Madurar sin perder la ilusión, conocerte, exprimir lo mejor de todos los momentos, buenos y malos. Quererte a ti misma y ponerte el mundo por montera para caminar segura por encima de convencionalismos que te reclaman a gritos una pareja estable, una boda, un arroz que no se pase o una casa con jardín. Porque te has convertido en un pointer de las relaciones y ya sabes qué merece la pena y qué no. Ya no sirve el me han engañado, eres mayorcita para cuentos y sabes escoger lo mejor para ti.
Puede que los tiempos de la vida no siempre sean los que deseamos, pero son perfectos. Así que, confía, el día llegará y sabrás en lo más profundo de tu Niño Perdido que no te equivocas, que cruzarías el mundo para encontrarte libremente con ese amor verdadero. No importa lo que dure, sólo vívelo, empápate de esos momentos y atesora cada sentimiento. Algún día, echando la vista atrás, podrás decir: te volvería a escoger, porque has sido lo mejor.
Fdo. Susana Martín