Tarantino tiene bien presente que el cine es un artificio. Lo supo en Kill Bill (2003) cuando nos presentó una masacre sin presentes en el momento que The Bride (Uma Thurman) asesina a los 88 locos. Tuvo la certeza, también, en Bastardos sin gloria (2009) cuando tomó el bastión de justiciero, dándole un giro a la historia y ahora lo hace nuevamente con esta película.
El problema es que esta vez convierte la tragedia de una joven de 26 años, que fue asesinada brutalmente en su propia casa a dos semanas de convertirse en madre, en un chiste que no resulta tan gracioso si se profundiza en el contexto pero que resulta hilarante en la ficción.
Aunque el propio cineasta ha dicho que este filme más que enfocarse en Tate, trata de hacer un homenaje a su propia infancia en la cual plasma sus recuerdos y la nostalgia que siente por ese Hollywood con grandes locaciones y estrellas de cine a la vieja usanza; Tarantino olvida que el mundo no es rosa y los finales felices (de Hollywood) siempre han quedado rebasados por la crudeza de la vida real.
Otro problema con Once upon a time in Hollywod, es el papel que interpreta Margot Robie, el cual no va para nada con lo que Sharon Tate quería proyectar de sí misma. En múltiples entrevistas la actriz aseguraba que quería alejarse lo más posible de las sex symbols y es justo, así como Tarantino nos la presenta.
En casi todas sus películas Tarantino proyecta la figura femenina con una fuerza y viveza notoria, alejando a sus musas del estereotipo: Jackie Brown, Mia Wallace, Beatrix Kiddo, Shoshanna son mujeres hábiles, inteligentes e independientes, pero también albergan un lado oscuro que explora sus propias psicopatías e impulsos asesinos.
Con Margot Robbie, Tarantino nos muestra una mujer hermosa, coqueta, sumisa y sin mucho que decir. Pese a que la actriz australiana ha demostrado ser extraordinaria, en otras interpretaciones, el director prefiere mostrarla simple y con pocos matices.
Contrario sucede con Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un vaquero al que los años dorados se le han escapado como un caballo salvaje y llora frente a una niña que lo mira con desconcierto. Rick además es un tipo vanidoso, prejuicioso y ridículamente patriotero.
Por su parte Cliff Booth (Brad Pitt) es un, nada ambicioso, ex soldado que se ha conformado con ser la sombra de Dalton. Boot además tiene fama de matón y ama agarrarse a golpes con cualquier fanfarrón (Bruce Lee) que se le pone en frente.
Aunque la historia no se enfoca en el asesinato de Tate, los hechos sí ocurren en torno a ella, a la guerra de Vietnam y el movimiento pacifista que los hippies toman como estilo de vida, mismo que buscaba crear conciencia en los jóvenes que, literal, se enlistaban para ir a morir en un conflicto bélico que no entendían.
Quentin se muestra un poco injusto (y hasta intolerante) con esta visión que nos ofrece de esos jóvenes idealistas que creían que el amor era la solución para terminar con la guerra e incluso nos los presenta como seres influenciables y resentidos capaces de cometer todo tipo de atrocidad (tergiversando de alguna forma los hechos) y comparándolos con la secta de Manson.
Son estos hippies, los que irrumpen violentamente en la casa de Rick Dalton, porque “son tan torpes” que no saben distinguir entre la fachada de Dalton y la de los Polanski, y están “tan enojados con el mundo y el sistema” que en el fondo “envidian” los privilegios de las personas que se han “esmerado” por conseguirlo.
Con esa simpleza Tarantino resuelve dos historias que nunca terminan de conectar, salvo hacia los últimos 20 minutos. Sin embargo, no todo en Once upon a time in Hollywod está mal, de hecho, no hay nada mal en ella a excepción de la interpretación de Robbie, Tarantino hace un homenaje a su propio cine, a la sátira con la que siempre ha construido sus historias y a la ultra violencia que de cierta forma nos fascina.
Tarantino, opta por contarnos una historia diferente, entiende que no es necesario asesinar nuevamente a Sharon Tate, ni romantizar la figura de un asesino despreciable como Manson y por eso nos ofrece un giro inesperado en la historia: un final "feliz", en donde los villanos, al menos esta vez, no se salen con la suya.