El nombre de la foto de la semana de Gretur Viajes parece un trabalenguas, ¿verdad? Pues tras este peculiar apelativo se esconde uno de los templos budistas más peculiares y hermosos del mundo, un templo enclavado en la provincia tailandesa de Ayutthaya y que fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1991 del siglo pasado. Para llegar a Wat Chaiwatthanaram, solo hay dos formas de acceso: un trayecto por una carretera a la que le queda grande el nombre en algunos de sus tramos o, nuestra selección, un agradable viaje en barco surcando el río Chao Phraya. Si ha visitado Tailandia, sabrá que este largo curso de agua recibe también el nombre de río Me Nam y que cruza prácticamente todo el país, desde su nacimiento en las altas montañas del norte hasta su desembocadura en las proximidades de la populosa capital tailandesa, Bangkok o, en lenguaje más romántico, “la ciudad de los ángeles“. Nos encanta la historia así que aprovechamos el paseo en barco para sacar la guía de viajes del bolso y leer algunos datos sobre Wat Chaiwatthanaram. Al parecer, el artífice de esta magnífica construcción fue el rey Prasat Thong, el hijo ilegítimo del rey de Ayutthaya, un tal Ekathotsarot. Parece ser que el joven, profundamente agradecido por el amor y el apoyo que su madre le dispensó durante toda su vida, decidió comenzar su reinado edificando un enorme complejo religioso que conmemorara la memoria de su progenitora por los siglos de los siglos y que, además, le diera a él la suerte que necesitaba para reinar felizmente durante muchísimos años. El joven Prasat no solo puso todo su empeño en que los constructores se esmeraran en la creación del inmenso templo, sino que, una vez terminado, lo bautizó en tailandés con un nombre que era, en realidad, un deseo, “el templo del largo y glorioso reinado“. Si pudieran verlo ahora, seguro que Prasat Thong y su madre estarían contentos de su trabajo porque el complejo religioso lleva en pie casi casi 400 años.
Hoy el enorme templo de Wat Chaiwatthanaram ya no tiene el esplendor que tenía el día de su inauguración en 1630; ya no podemos disfrutar de la vista de pájaro desde esa torre central que se eleva 35 metros hacia el cielo y tampoco podemos admirar las más de 100 estatuas del Buda sentado que habitaban en el templo; los años y las guerras nos han robado el paseo cubierto entre la plataforma central y las ocho maravillosas pagodas a las que estaba conectada y tampoco ha permitido que elevemos nuestras plegarias en ese templo de la predicción llamado Phra Ubosot. Pero sí nos queda algo que en realidad es mucho: nos queda un complejo religioso que se construyó no para ensalzar dioses y religiones, sino como regalo y muestra del respeto más profundo, de ese cariño que es común a todas las razas, culturas y naciones: el amor de un hijo por su madre.
By Fotograf / Photographer: Heinrich Damm (User:Hdamm, Hdamm at de.wikipedia.org) (Own work (Own photo)) [CC BY 2.0, GFDL or CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons